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    martes, 3 de junio de 2014

    El Pacto Educativo

    No es lo mismo ni es igual | Pablo Mella, Instituto Filosófico Pedro F. Bonó
    EL PACTO EDUCATIVO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA DEMOCRACIA DOMINICANA

    El 13 de agosto de 2013 el presidente Danilo Medina promulgó el decreto 228, convocando al Pacto Educativo, un espacio de concertación para la sociedad dominicana ordenado por la Ley 1-12 de Estrategia Nacional de Desarrollo.
    El martes 1ro de abril de 2014 las personas que participaron de este proceso firmaron el documento del Pacto, después de siete meses de labores. El texto contiene una serie de consensos dirigidos a elevar la calidad, cobertura y eficacia de la educación dominicana.
    Los consensos incluyen mecanismos de seguimiento del Pacto. El Centro Bonó participó de lleno en el proceso y entiende, a la luz de lo vivido, que la participación activa de la sociedad dominicana en el seguimiento del Pacto ayudará a construir la democracia dominicana. Si la anhelada reforma del sistema educativo dominicano se lleva a cabo en los términos del Pacto, los firmantes —actores importantes del sistema educativo educativo— trabajarán para poner al ser humano en el centro de la educación dominicana, y para que esta ayude a reducir las desigualdades y a impulsar el mejoramiento de la calidad de vida del país.

    1) Los aprendizajes democráticos del Pacto
    El Pacto Educativo ha sido el resultado del compromiso de las distintas fuerzas políticas, económicas y sociales de República Dominicana, para saldar una deuda histórica con la educación nacional. El proceso del Pacto demostró la capacidad de estos actores (que tantas veces se han enfrentado en distintos escenarios) para ponerse de acuerdo y trabajar juntos con un objetivo común en beneficio de todos. Esto supuso ejercitarse en el diálogo como mecanismo de concertación. Solo el diálogo pudo convertir un conjunto de demandas que por décadas viene exigiendo la sociedad dominicana en una base para una política de Estado educativa que trascienda una gestión gubernamental.
    El Pacto puede constituirse en una oportunidad para la construcción de la democracia con tal de que se sigan implementando algunas de las prácticas aprendidas y de que se cumplan los acuerdos logrados. Los diversos encuentros de las etapas del Pacto pusieron de manifiesto que la democracia se construye con la participación de todas y todos, trabajando por la igualdad y la inclusión social, pero respetando al mismo tiempo la diversidad. Este sería el meollo de una cultura democrática intercultural: una concertación social que no sacrifica la diversidad en nombre de una aplicación abstracta de la igualdad ante la ley.
    El Centro Bonó participó activamente en las diversas etapas del Pacto y valora positivamente la metodología de participación social y construcción colectiva que puso en ejecución. Se propició una dinámica de relación Estado-sociedad que es esencial para la cohesión social dominicana. En un primer momento, se realizaron consultas territoriales con la comunidad educativa en todas las regiones de planificación del país y las mismas contaron con una participación entusiasta. A escala nacional, se hicieron consultas especiales con sectores sociales, incluyendo niñez y adolescencia, asociaciones de discapacitados, campesinos, profesores, iglesias y sindicatos.
    De estos encuentros emanaron más de 35 mil opiniones que fueron sistematizadas bajo la gestión de un Comité Técnico de Apoyo, integrado por cuatro representantes del Consejo Económico y Social y cuatro representantes del Gobierno Nacional. De la fase consultiva del Pacto, el Bonó destacó el significado de la consulta realizada a niños y niñas, por la novedad que aporta. Esta iniciativa demostró que es posible tomar en cuenta la opinión de los más pequeños para la construcción de una sociedad más justa. El Bonó también reconoció como valiosa la consulta a organizaciones de la sociedad civil, a personas expertas en educación de todos los ámbitos políticos y sociales, a todas las instituciones académicas, incluso a ciudadanos particulares que pudieron hacer llegar sus opiniones personales a través de Internet. Este esfuerzo consultivo, atento a la variedad de actores, es primordial para la construcción de la cultura democrática intercultural, como ya dijimos.
    Fue acertado también el añadir al proceso una fase de discusión entre representantes de instituciones sociales y estatales y de personas expertas en educación convocadas por el decreto. Esta fase se desarrolló en diez mesas de trabajo temáticas durante 23 días. Las mesas esbozaron consensos y disensos de la materia a pactar, tomando en consideración las sugerencias que provinieron de las diversas instancias de consulta. De esta segunda fase del Pacto, cabe subrayar un elemento primordial para la cultura democrática. La concertación ha de constituir un proceso de aprendizaje social en el que se refuercen las destrezas propias del foro democrático: la capacidad de expresar clara, concisa y respetuosamente la propia opinión; la disposición a escuchar la del otro; el ejercicio de un diálogo de saberes que genere opiniones de consenso para la acción. Como participante de las mesas, me atrevo a decir que algunos momentos del Pacto educativo fueron en sí mismos acciones educativas.
    Las mesas de trabajaron dieron paso a un momento de concreción de acuerdos, que se desarrolló en numerosas sesiones de pre-plenarias y en una plenaria final. Así se cerró el camino con un momento reflexivo, es decir, de volver sobre el conjunto del proceso. El Centro Bonó dio fe de que en las pre-plenarias y en la plenaria final participaron una amplia mayoría de las personas e instituciones convocadas por el decreto. El trabajo de esta fase consistió en el análisis de los consensos y disensos de las mesas, para ir configurando el texto final del Pacto. Todos los disensos, salvo uno, fueron convertidos en consensos, a través de un nuevo ejercicio paciente de concertación. Gracias a esto, se obtuvo un documento muy rico, que fue pulido con transparencia y fidelidad por el Comité Técnico de Apoyo también contemplado en el decreto. El Bonó formó parte de este comité y se siente conforme con el trabajo colaborativo de los demás sectores que estuvieron representados en él. De todos modos, en la redacción final del Pacto se echa de menos una mayor sensibilidad hacia la interculturalidad; pero precisamente este punto fue incluido en el Pacto y queda como una tarea pendiente para la reforma curricular que está en marcha.
    El cuarto momento del proceso fue la firma del Pacto. Ahora bien, la firma debe entenderse como un nuevo punto de partida, no un punto de cómoda instalación. El Pacto puede ser letra muerta si no se le da seguimiento, en diversas instancias. Sería muy lamentable que los dinamismos que comenzaron a vivirse durante el proceso del Pacto no se sigan verificando en los años venideros.
    2) El necesario seguimiento de toda la sociedad
    Para lograr que la dinámica lograda en el proceso del Pacto no caiga en saco roto, hace falta constituir lo más pronto posible, las diversas instancias que se desprenden del mismo texto del Pacto: un equipo de coordinación conjunta con un comité técnico de apoyo; una comisión de monitoreo y evaluación, y una comisión de veeduría. Junto a estas instancias, como parte de la actual comisión técnica de apoyo, el Bonó ha propuesto además que se convoquen sesiones semestrales o anuales de la Plenaria del Pacto, que estaría constituida por todos los firmantes. Esta idea se basa en la convicción de que el Pacto es responsabilidad de toda la sociedad dominicana, no solo de los actores más directamente implicados en ella o de los funcionarios de los ministerios de educación.
    Por otra parte, determinados contenidos del Pacto ayudarán a hacer realidad el carácter público e inclusivo de la educación. Estos aspectos deben de ser cumplidos con especial atención: el compromiso del Estado de garantizar educación inicial pública y gratuita a partir de los tres años; la ratificación de mantener los niveles de inversión teniendo como base el 4% del PBI para la educación preuniversitaria; la construcción de escuelas accesibles para personas con discapacidad; una regulación más equitativa de la producción de textos y materiales didácticos; el acuerdo de que todos los cargos del sistema educativo público se hagan por concurso; la disposición a promover una cultura de evaluación; la inclusión de la interculturalidad como parte de la visión educativa; el compromiso de reforzar la educación sexual y en valores para prevenir embarazos de adolescentes, las enfermedades de transmisión sexual, el VIH-SIDA y la violencia social y de género entre escolares; el reforzamiento democrático de los Consejos Nacionales de Educación como instancias rectoras de los sistemas educativos; el acuerdo de colaboración entre el Ministerio de Educación y la Junta Central Electoral para dotar de acta de nacimientos a todos los niños y niñas de acuerdo con la ley; el compromiso de mejorar la profesionalización y la dignificación de la carrera de los docentes, como requisitos indispensable para mejorar la calidad de la educación; y el acuerdo de hacer más efectivas las medidas de bienestar estudiantil dirigidas a garantizar el acceso y la permanencia de los estudiantes en el sistema escolar.
    La sociedad dominicana ha de mantener el convencimiento de que la eficacia de este Pacto se juega en la cotidianidad y en el testimonio público; no se pueden dejar caer la participación y el entusiasmo generados hasta ahora. El compromiso queda para todas y todos: primero se educa con el ejemplo, construyendo el vínculo social con un trato igualitario y respetuoso de la diferencia, que son los indicadores más claros de que se vive en una cultura democrática. Después, se educa con la participación y el trabajo de la comunidad educativa, de acuerdo a una concepción renovada de la educación para el siglo XXI como la esbozada por el texto del Pacto educativo.

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