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    domingo, 6 de julio de 2014

    Alegría y Sufrimiento

    Cultura y Vida | Lic. Pedro B. Grullón T., LMSC  
    La Alegría y el sufrimiento
      
    Todo lo que se pueda expresar del título se sintetiza con la canción “Paz en la Tormenta”. El dolor y el sufrimiento son compañeros del ser humano. La actitud optimista, el sentido del humor, la gracia divina… hacen soportable el sufrimiento.
    El dolor es constitutivo del aparato psíquico junto al placer. Santo Tomás expresa que “la apetencia general de placer y el anhelo de unidad o amor es causa del dolor, ya que este es un sentimiento que resiste la división”.
    La esperanza del hombre es eliminar el dolor, y esto lo consigue cuando se puede transformar en alegría y esta es la visión cristiana del sufrimiento.
    La frustración del humano es que, estando hecho para la felicidad, y viviendo en una búsqueda permanente de ser feliz, se topa ineludiblemente con el daño físico o psíquico e incluso el constatar que cuando cree va a lograr lo que pensaba, su satisfacción no es plena, su corazón no se aquieta, no se sacia y pide más.
    Decía Mahatma Gandhi: “La alegría está en la lucha, en el esfuerzo, en el sufrimiento que supone la lucha, y no en la victoria misma”.
    Según Robert Walser “un hombre no se siente orgulloso de las alegrías y del placer. En el fondo lo único que da orgullo y alegría al espíritu son los esfuerzos superados con bravura y los sufrimientos soportados con paciencia”.
    La celebración de la donación de la muerte de Jesús, obedeciendo al proyecto de Dios Padre, redime la humanidad. El triunfo de la cruz de Jesús, salva a todos. Y San Pablo se gloria en el sufrimiento para completar la pasión de Cristo.
    Ante la interrogante: ¿Por qué el Padre ha elegido el camino del sufrimiento? Aparece la respuesta: “Ha querido elegir el camino del sacrificio porque ha querido respetar las consecuencias del pecado, del mal manejo de la libertad. Si hubiese perdonado sin exigir una reparación, le habría dado poca importancia a las libres decisiones del hombre”.
    No se trata de sufrir por sufrir, que es masoquismo. Es el sufrimiento que envuelve y corona la alegría; y en lo que respecta a la vida cristiana encamina a la promesa de salvación, alegría y gozo eternos. Así se puede entender la paradoja de Santa Teresa: “Vivo sin vivir en mi y tan alta vida espero que muero porque no muero”.
    El Padre Larrañaga se plantea el problema de cómo “amortiguar o eliminar” el dolor o como transformarlo en algo positivo en su libro “Del Sufrimiento a la Paz”. Y expresa que “las cosas existen en la medida en que uno les da entidad mental. En ese orden de ideas, controlando lo que sucede en nuestras cabezas podemos eliminar o mitigar el sufrimiento”.
    El Papa Emérito Benedicto XVI se refirió a esta temática y dijo: “La maternidad de la Iglesia refleja el amor atento de Dios al acompañar y consolar a los que sufren. Es una maternidad que habla sin palabras, que suscita en los corazones el consuelo, una alegría íntima, una alegría que de manera paradójica convive con el dolor, con el sufrimiento. Vivimos una alegría que incluye el sufrimiento”.
    Teófilo Cabestrero, en su obra “El Sufrimiento y la Alegría” refiere: “Somos seres complejos, limitados, imperfectos y mortales, siempre inacabados (en latín se dice IN FIERI), incompletos y en constante proceso de cambio, de crecimiento y de desgaste, hacia el limite insuperable de la muerte”.
    También se recomienda permitir a los jóvenes vivir cierto sufrimiento dejando que venzan algunas dificultades. Las estadísticas revelan que el número de suicidios aumenta en los jóvenes que reciben todo fácil, se les aparta de las sensaciones dolorosas llevándoles a poca o ninguna aceptación de las sensaciones de frustración, son incapaces de padecer, cuando solo se les enseña la búsqueda de placeres. Hay que educar en lo arduo, como dice el filosofo alemán Max Scheler: “Las cotas más altas de felicidad son aquellas que no se puedan alcanzar directamente, en ello hay que educar a los jóvenes, para que abandonen ese estrato infantil de compadecerse y de lloriqueos. Madurando no caerán en el suicidio”.

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