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    viernes, 29 de septiembre de 2017

    ¿Cómo debemos enfrentar los problemas?

    Casa de Luz | Por Juan Rafael Pacheco / casadeluzjn812@gmail.com


    ¿Cómo debemos enfrentar los problemas?
    ¿Quién no conoce la historia del hombre feliz? El relato es largo, pero el final es bien corto: el hombre feliz no tenía camisa. La moraleja es clara: la vida está llena de problemas, de dificultades, de situaciones difíciles que debemos enfrentar a diario.
    Esas dificultades nos causan angustia, nos desesperan, y nos conducen a la crisis. En esos momentos en que caemos por el precipicio de la inseguridad absoluta, buscamos desaforadamente agarrarnos de cualquier cosa que nos ofrezca un mínimo de solución. Y al hacerlo, no logramos más que aumentar nuestros problemas, y quizás tomar decisiones que habremos de lamentar por el resto de nuestros días.
    Hay una anécdota que puede darnos luz de cómo debemos actuar cuando tenemos problemas.
    En una ocasión, un grupo de amigos decidió irse de fin de semana a una playa desierta, haciendo el trayecto a pie. La idea era acampar en un sitio previamente acordado.
    Sin embargo, el tiempo se les vino arriba y llegaron al área cuando ya era de noche, debido a los muchos retrasos en la ruta.  Tenían aún que caminar más de dos kilómetros por la playa para llegar al campamento. No llevaban focos, y no obstante decidieron seguir adelante en medio de la oscuridad de esa noche sin luna.
    Recorrieron un largo trayecto y llegaron a la desembocadura de un río. No podían darse cuenta de cuán ancho era ni mucho menos su profundidad.  Estaban muy indecisos en cuanto a la decisión a tomar, y aún cuando tenían radio –-no existían los celulares—no lograron comunicarse, y se aventuraron a cruzar a ciegas. 
    El río resultó ser muy profundo, con una corriente muy fuerte, por lo que perdieron sus mochilas y todo lo que llevaban y con mucha dificultad llegaron al otro lado.  Continuaron finalmente hasta que llegaron agobiados al sitio previsto.

    Al día siguiente, volvieron a ver si encontraban algunas de sus pertenencias, y vieron con asombro, que apenas unos cuantos metros más arriba de donde cruzaron, había unos troncos que hacían de puente.

    ¡Cuantas veces no nos sucede eso mismo a nosotros! Con demasiada frecuencia tomamos decisiones en medio de problemas, dificultades, angustias, y lo peor es que no pedimos consejo ni buscamos ayuda.  Y es así que nos suceden cosas de las cuales luego nos arrepentimos… y generalmente culpamos a Dios por lo que nos haya pasado… Sin embargo, la mayoría de las veces hay un “puente” que Dios pone a nuestra disposición, pero todo lo que nos rodea nos impide verlo.
    La anécdota trae su moraleja. Si estás pasando por una situación difícil, no tomes decisiones a la ligera.  Pide a Dios que te de  luz para poder ver lo correcto, y con toda seguridad Dios se encargará de mostrarte dónde está el puente para cruzar el río. Así que, ¡aguanta!
    ¿Por qué tenemos que pasar todos estos quebrantos y dificultades? Lo que sucede es que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Hay muchas cosas que el Señor no nos puede revelar por adelantado, pues aún no estamos listos para ellas.  Tenemos que pasar por distintas pruebas, desconociendo lo que Dios nos tiene reservado, para ver de qué somos capaces, para demostrar nuestra lealtad y nuestra fortaleza, para medir nuestra fidelidad, para ver si estamos dispuestos a hacer lo que sea que Dios nos pida.
    Si desde el principio el Señor te contara el final, todo sería demasiado fácil; sería como darte la solución a una adivinanza o cómo debes armar el rompecabezas.  Eso no sería una prueba.
    A pesar de que en cierto sentido le duela, a Dios le gusta ver cómo sales adelante a pesar de todas las pruebas y dificultades.  ¡Dios disfruta al verte ganar la carrera, soportar la aflicción y la batalla, luchar hasta el final y vencer!
    Si aguantas la prueba y la superas, Dios podrá hacer por tu intermedio cosas aún mayores que antes, al estar tú entonces en el centro de Su voluntad, donde Él sabe que encajas mejor, realizando esa labor específica que te tiene reservada, lo que Dios más quiere que hagas.
    ¡No te conformes con nada que no sea lo mejor que Él quiere para ti! ¡Aguanta! ¡Está a la vuelta de la esquina! ¡Y vale la pena!
    “Vengo pronto: mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona”. (Ap 3, 11).
    Bendiciones y paz.

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