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    lunes, 30 de octubre de 2017

    Corresponsabilidad: un compromiso para sociedad sana

    Vocacionales | P. Osiris Núñez, MSC  


    Corresponsabilidad: un compromiso para una sociedad sana  
    En los últimos meses nuestro país ha sido impactado por una serie de hechos violentos que nos han llevado a ponernos las manos en la cabeza y exclamar: ¡Dios mío, que está pasando! Estos lamentables hechos muestran en cierto sentido como la sociedad se ha ido degenerando paulatinamente y nos obliga a reflexionar y preguntarnos el por qué están sucediendo estas situaciones.
    Leyendo las lecturas del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, el pasado 10 de Septiembre, podemos encontrar alguna luz ante esta situación de la realidad social que vivimos.  En Ez 33, 8-9 dice: “Si tú no le hablas al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie su conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida”. Este pasaje nos remite a la pregunta que Dios le hace a Caín en el Gn 4, 9: “Caín, donde está tu hermano?”. Se nos habla de la corresponsabilidad que tenemos los unos con los otros. El preocuparnos por el otro, estar atentos a las situaciones críticas que se presentan en la convivencia nuestra es un criterio fundamental para la armonía de la sociedad. No podemos ser ajenos, como lo hizo Caí al responder: “ Acaso soy el guardián de mi hermano?”.
    En el entorno social nuestro se dan tantas situaciones que generan mal y sufrimiento y somos conscientes de que hay realidades que no están correctas, sin embargo, no somos capaces de tomar una postura activa ante dicha realidad. Solo cuando sucede algún hecho lamentable se hace público lo que todos ya sabían, pero no se hablaba en voz alta y no se hacía nada, y solo queda lamentar y buscar chivos expiatorios, como si eso fuese a remediar el mal que se ha cometido.
    El mismo Jesús nos da unas orientaciones para enfrentar estas situaciones de mal y pecado en nuestra sociedad. Y no se trata de enfrentarlas como un todo, sino en las pequeñas células aisladas. Me explico con un ejemplo comparativo: el abuso infantil se puede combatir haciendo marchas, educando en las escuelas, etc., eso sería enfrentarlo como un todo; pero también se puede enfrentar como células aisladas: el vecino que maltrata a su hijo, el esposo que golpea a su esposa, el o la adolescente que conocemos y que tiene una relación sentimental con una persona adulta, etc. Estos son casos aislados, concretos, pequeñas células de mal y pecado. Y esos casos concretos que están en nuestro entorno y esos son los que debemos enfrentar.
    Yo pienso de esta manera: no mirar el conjunto que nos presentan los medios informativos, del cual somos simples espectadores; miremos en nuestro entorno, empezando por nuestra propia familia y tomar acciones concretas. Acciones que deben estar fundamentadas en el amor al prójimo, y el que ama al otro, quiere y busca el bien para esa otra persona.
    Jesús en el evangelio de dicho domingo, nos habla de la necesidad de la corrección fraterna en la convivencia humana. Es difícil porque nos cuesta tener que enfrentar a otra persona por situaciones delicadas: unos quizás presten interés en escucharnos, otros quizás sean indiferentes y otros incluso pueden tomar una actitud defensiva y agresiva. Sin embargo, es nuestro deber, de los unos con los otros.
    Porque el cristiano está inspirado por el amor a Dios y amor al prójimo. Este amor profesado en estas dos dimensiones nos compromete con los demás y nos hace corresponsables a todos para con todos. Porque el que ama, solo puede hacer cosas buenas y el que ama cumple fielmente la ley de Dios. ADH 816

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