Restaurar el cooperativismo dominicano
En este mes de octubre, se celebra en nuestro paÃs, el DÃa del Cooperativismo, iniciado por la Iglesia Católica en 1946.
En lo que va de año, el cooperativismo dominicano ha tenido una gran cobertura en los medios de comunicación. Dentro de las noticias, con relativa frecuencia se ha expresado la necesidad de modificar la ley 127 sobre Asociaciones Cooperativas, del 27 de enero de 1964, que rige este sistema económico solidario, entrando asà en la moda de la creación de nuevas leyes o modificación las existentes.
Resumo en un único párrafo, tomado del artÃculo 1º de los 74 de esta ley tan valiosa para el desarrollo integral, y, la equidad, que se enraÃza en la justicia y se orienta a producir el fruto de la paz para todos y cada uno de los miembros de nuestra sociedad:
“Son cooperativas las asociaciones de personas naturales y jurÃdicas sin fines de lucro… Funcionar conforme al derecho de igualdad entre sus miembros… cada asociado un voto… Procurar el mejoramiento social y económico de sus asociados mediante la acción conjunta de éstos en una obra colectiva… Repartir sus rendimientos o excedentes netos a prorrata entre los asociados de acuerdo con el monto de las operaciones realizadas con la Sociedad… Mantener y aplicar las bases universales del cooperativismo conocidas como “Principios de Rochdale”… No conceder ventajas ni privilegios alguno a los iniciadores, fundadores y directores, ni preferencia a parte alguna del capital”.
Los principios de Rochdale
“Los 7 principios de Rochdale”, durante 173 años que fueron dados a conocer, han permanecido invariables, en el fondo, aunque han recibido ligeras modificaciones de forma, por la Alianza Cooperativa Internacional, organismo rector del cooperativismo a nivel mundial:
1) Libre adhesión, 2) Administración democrática, 3) Interés limitado sobre el capital, 4) Distribución de excedentes según el patrocinio, 5) Neutralidad polÃtica, religiosa y racial, 6) Ventas al contado, 7 Educación continua.
Cotejando estos principios de Rochdale con la ley 127, creo que, como la mayorÃa de las legislaciones universales sobre el cooperativismo, resume fielmente los principios de este sistema económico solidario.
Creo que una de las cosas de la que se tiene que liberar el cooperativismo es de la contaminación del discurso polÃtico reinante y de la influencia del liberalismo capitalista. PodrÃamos alcanzar este objetivo diferenciando legalidad de legitimidad.
Entiendo que legalidad es el reconocimiento y la práctica del contenido de una ley. Legitimidad, en resumen, se fundamenta en la justicia, que es el reconocimiento de lo que a cada uno corresponde por respeto a su dignidad de persona humana y como partÃcipe del bien común que debe tener primacÃa sobre los intereses particulares, dentro o al margen de la ley.
Un par de ejemplos, lamentablemente negativos, son ilustrativos para el cooperativismo dominicano: La ley 127, que algunos insisten en la necesidad de modificar, es tan rica, que dudo que se le puede agregar o quitar algo enriquecedor; en cambio la ley 28, que establece la enseñanza obligatoria del cooperativismo desde los estudios primarios hasta los universitarios, justamente en este mes se cumplen 54 años de promulgada, sin dársele cumplimiento.
Este comportamiento legal señalado arriba, es la razón por la que he insistido, más aún, he escrito en reiteradas ocasiones, y por diversos medios, lo siguiente: Creo que no hay ley, por mala que parezca, que impida a la persona buena que le corresponde aplicarla, hacer el bien; como tampoco, ley buena que oriente al funcionario malvado encargado de practicarla, hacer el mal.
La “Educación Continua”, debe entenderse como integral, y, consecuentemente, dotada de los valores de trascendencia, excelencia y sostenibilidad.
Educación cooperativista
Lo que requiere el cooperativismo dominicano no es una modificación de su ley, sino que cada socio reciba la educación integral indicada en sus principios y que cada funcionario tenga la capacidad gerencial para encarnar la función a su cargo.
Recuerdo que, siendo yo presidente de la Confederación Dominicana de Cooperativa, en la década de los 60 del recién pasado siglo 20, escuché a un socio minoritario de una cooperativa agropecuaria de San José de Ocoa, con pobre instrucción intelectual, pero con una gran riqueza de sabidurÃa cultural.
Al presentarse los estados financieros, el socio reclamaba del administrador explicaciones sobre unas cifras que a él no le convencÃan. El administrador insistÃa en que el informe era correcto, y, al final, el socio dejó una enseñanza para mà inolvidable, de esa sabidurÃa popular que adaptada al tiempo y al espacio, contienen los “libros sapienciales”:
“Sus palabras bonitas no me convencen. Y sepa usted que la música buena no es la buena sino la que a mà me guste”.
La mayorÃa de los cooperativistas de esa época, carecÃan de instrucción intelectual, pero los cÃrculos de estudios suplÃan esa deficiencia. Bastaba que una sola persona del grupo supiera leer, porque la “educación continua” se respetaba y los socios cumplÃan sus deberes y reclamaban sus derechos, si no a cabalidad, pero mejor que en esta segunda década del siglo XXI.
En esta época tenemos poderosas cooperativas con grandes recursos económicos y humanos, como la de maestros. Pero la mayorÃa de sus socios no manifiestan haber asimilado los principios cooperativos. Esto asà porque directivos y funcionarios no aplican el principio esencial de toda empresa que es la austeridad, y, en muchos casos, responden a intereses particulares económicos o ideológicos. Este comportamiento contradice el ideal cooperativo.
EN RESUMEN: Creo que la restauración del cooperativismo dominicano, debe descansar en practicar su fundamento filosófico: elevar la calidad de vida de sus socios, mediante el esfuerzo personal y la cooperación comunitaria. Y propongo a la Cooperativa Nacional de los Maestros, en unidad con las de instituciones educativas, asumir el liderato en el proceso. Les propongo una metodologÃa prospectiva, en cuatro pasos consecutivos, apoyados en valores que los identifican:
1º Austeridad, que consiste en usar los recursos disponibles para satisfacer las necesidades reales, rechazando las carencias ficticias que, como el juego de azar y el consumismo, que induce al endeudamiento, atentan contra la calidad de vida y oprimen al deudor.
2º Ahorro, que consiste en practicar un presupuesto que establezca, de cada ingreso, una proporción para el consumo y otra como reserva futura.
3º Inversión, que supone disponer parcial o totalmente los ahorros en recursos que posean el mayor nivel de posibilidad de incrementar la propiedad que se posee, usando como eje central el trabajo con elevado sentido de laboriosidad, dándole primacÃa sobre las riquezas materiales.
4º Utilidad, que significa usar las posesiones destinadas al consumo o la inversión solo en la medida en que sirvan para elevar la calidad de vida, incluyendo el incremento de la propiedad liberadora, y, evitando, los compromisos opresores. ADH 816
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