Sociopatía y Modernidad
Hace años leyendo una investigación de la revista crítica de ciencias sociales y jurídicas de la Universidad de Chile me topé fortuitamente con un título que llamó poderosamente mi atención “La psicopatía: pandemia de la sociedad moderna”. He de reconocer que para ese entonces me pareció grandilocuente, pero la curiosidad mató al gato y continué de buena gana con mi lectura, hoy no me parece para nada descabellado. Cada día nos damos cabezazos con esta realidad, es imposible estar sanos en un medio enfermo. El ser humano importa poco al sistema, hay una escisión total entre la razón y la emoción, no interesa los medios para llegar al fin, prima la lógica instrumental y operativa para alcanzar los objetivos , siendo asi en todos los estratos: empresas, partidos, organizaciones y por último en el núcleo más álgido: la familia. La postmodernidad busca garantizar un rendimiento a fuerza de lo que sea, perdemos nuestra humanidad, y nuestra empatía, no existe una visión más allá de nosotros mismos o de nuestros deseos.
La cultura de tenencia y el consumo invitan de manera provocativa a voltear la mirada ante las necesidades a ajenas, incluso a no sentir el más mínimo remordimiento ante un posible daño al prójimo
Recientemente la sociedad dominicana se vio sacudida por un hecho que vino a desempolvar una estela de sentimientos que iban desde la indignación hasta la pena y en algunos casos ¿por qué no? la impotencia. En una comunidad rural fue perpetrado un feminicidio como tantos otros de los que diariamente se ejecutan en nuestros países en vía de desarrollo; todo esto ante los ojos indiferentes de un sistema sociopolítico que necesita ser removido hasta los tuétanos, que requiere salir de la inercia, de esa indiferencia que Gramsci definiera como el peso muerto de la historia.
El hecho en cuestión tiene varias aristas de observancia, pero desde el punto de vista sanitario nos gustaría reflexionar acerca de nuestro modus vivendi, razonar si este podría estarse convirtiendo en un caldo de cultivo donde germinan personalidades de rasgos antisociales o sociopaticas. Como referenciaba la Dra Jauregui en el ya citado artículo: este modelo psicopático lo vemos también a pequeña escala en algunos grupos generacionales donde la cultura de tenencia y el consumo invitan de manera provocativa a voltear la mirada ante las necesidades a ajenas, incluso a no sentir el más mínimo remordimiento ante un posible daño al prójimo: la egomania y el yo son sus portaestandarte.
Nunca jamás la palabra homicidio ha sido más apegada a su etimología: del latín homicidĭum, homo que significa “semejante" y caedere que significa "matar", literalmente significa "matar a un hombre o semejante" y no solamente se mata a fuerza de pistola también cae el semejante a fuerza de indiferencia.
Para nuestra próxima entrega estaremos dando algunas pautas sobre como reconocer la personalidad de rasgos psicopáticos y los modelos médicos de intervención utilizados hoy día en casos como estos.
A manera de sumario resaltamos que muchas catástrofes universales genocidios, guerras, masacres, fueron ejecutadas por manos de hombres que antes fueron niños, criados por otros hombres que también fueron niños; vamos desarrollando una forma soterrada de inamovilidad, de creer y entender que las cosas están fuera de nuestras manos y esto nos hace sentir menos culpables pero también menos solidarios, citando a Terencio “ soy humano y nada humano me es ajeno”. ADH 816.
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