• Noticias

    lunes, 6 de noviembre de 2017

    Marcados: El estigma de la enfermedad mental

      Para Vivir Mejor | Miguelina Justo
                                                                                           
                     
    Marcados:  El estigma de la enfermedad mental
    Julián era médico, tal como su padre y sus tíos. Estaba casado con una joven mujer, a quien amaba profundamente. Se habían convertido en padres de dos hermosos hijos, inteligentes y sanos.  Este incansable trabajador de la salud, gozaba del respeto de sus colegas y del aprecio de sus pacientes.  La vida parecía sonreírle, sin embargo, él no lo veía. Se sentía solo, apesadumbrado. Una nube gris, repleta de lluvia, parecía moverse sobre él. Padecía de fuertes dolores estomacales. Hacía meses que no podía dormir con tranquilidad. Su mente era un torbellino. Pensamientos que le parecían absurdamente reales le asaltaban. Sonreía, pero sin ganas. Sonría porque pensaba que los demás esperaban eso de él. Cuando por insistencia de su esposa asistió a la consulta de un psicólogo, lo mantuvo en secreto. Estaba lleno de aprensión al respecto.  Temía que los demás le juzgaran, y ese miedo era mordaza en su boca. Él creía que, fuera de las paredes de ese consultorio, muchos aún lo tacharían de débil o malagradecido.  ¿Qué pensarían de él sus amigos, sus familiares, sus colegas?  “Lo tienes todo para ser feliz. ¿Qué pasa contigo? ¡Pon de tu parte!”, parecía escucharlos decir. Temía ser esclavo de un diagnóstico que lo desprestigiaría.  Prefería mentir antes de admitir que se deprimía.  Le temía al estigma. 
    La palabra “estigma” [i] describe, en una de sus acepciones, una marca en el cuerpo, la cual puede ser el resultado de la aplicación de un hierro ardiente sobre la piel de criminales, esclavos o traidores. El pionero en el estudio de este fenómeno, el sociólogo estadounidense Erving Goofman[ii], plantea que los griegos utilizaban estos signos corporales para indicar “algo malo o poco habitual en el estatus moral de quienes lo presentaban”.  Este autor acuñó este término para referirse a un atributo profundamente desacreditador, que puede relacionarse bien a condiciones físicas, mentales o de naturaleza grupal, como el pertenecer a una determinada etnia o religión. Julián rehuía, pues, de las marcas que metafóricamente se estamparían sobre él: eres débil, poco confiable y responsable de tu propia desgracia. Su diagnóstico le etiquetaba como enfermo mental y le confinaba a una categoría socialmente inferior. El autoestigma lo habitaba. Sin advertirlo, había hecho suyas las posibles ideas que los demás tendrían sobre él, el llamado estigma público.  Julián se sentía tratado de una manera diferente, la compasión le parecía condescendencia.  No se permitía expresar lo que realmente sentía porque temía fuera malinterpretado. Pensaba que su esposa consideraba que todo lo que hacía o dejaba de hacer era debido a su “enfermedad”.  Goofman explica que las personas estigmatizadas podrían sentirse como “en exhibición”, teniendo la necesidad así de permanecer vigilantes y pendientes de la impresión que dejan en los demás.  Quizás por eso Julián se había distanciado de su esposa. Sentía sus ojos preocupados fijos sobre él.
    Corrigan y Watson (2002)[iii], sugieren que para comprender el fenómeno del estigma, tanto el público como el que la persona asume para sí, el auto estigma, es necesario considerar estos conceptos: estereotipo, prejuicio y discriminación. El estereotipo[iv] se refiere a “una imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable”, y que es atribuida, de manera indiferenciada, a individuos o grupos.  El prejuicio, por su parte, es la evaluación que hace de una persona sin conocimiento suficiente de la misma. La discriminación es, por último, la consecuencia conductual del prejuicio[v], es decir, el trato que se le da a alguien en base a las ideas que se tienen de ella y a la valoración resultante.  Puede que quienes han sido diagnosticados con alguna enfermedad mental sean considerados como “débiles de carácter” o “peligrosos”, y estas ideas generen sentimientos de rechazo, que se traduzcan en menos oportunidades de empleo, por ejemplo, y menor calidad de vida. 
    ¿Cómo acabar con el estigma? Arnaiz y Uriarte, 2006[vi], ofrecen tres estrategias para ello: la protesta, la educación y el contacto. Afirman que la protesta puede ser eficaz para limitar las imágenes públicas negativas de los enfermos mentales.  No obstante, las investigaciones sobre el tema muestran que protestar fortalece los prejuicios negativos que tienen las personas de manera privada.  Educar puede ser útil, sin embargo, generalmente, quienes participan de estos programas ya están de acuerdo con el mensaje que se les transmitiría. Advierten los autores que el subrayar el enfoque “neurobiologicista” de la enfermedad mental, contenido de algunos programas educativos, puede resultar contraproducente, ya que podría percibirse a la persona como distinta cualitativamente de las demás. Afirman que lo anterior podría aumentar la distancia entre el “nosotros” y “ellos”, la separación, elemento importante en la construcción el estigma de acuerdo a la formulación de Link y Phelan[vii]. Por último, las investigaciones disponibles permiten afirmar que, por lo general, el contacto contribuye a disminuir la estigmatización. La cercanía puede contribuir con la disminución de los estereotipos, los prejuicios y las prácticas discriminatorias. 
    Julián, así como todos aquellos que han sido diagnosticados con alguna enfermedad mental, necesita que se le vea como una persona, única, irrepetible y, a la vez, común. Ver puede ser el mayor acto de amor, cuando nos atrevemos a despejarnos de los cristales empañados por creencias desfiguradas y desfigurantes. Con nuestra aceptación promovemos la autoaceptación. El rechazo solo genera más dolor, más enfermedad. Que el respeto sea la marca que dejemos en el cuerpo de nuestros hermanos. 


    [ii] Goofman, E. (1963)  Estigma: La identidad deteriorida.  Buenos Aires: Amorrortu Editores.
    [iii] Corrigan, P. & Watson, C. (2002). Understanding the impact of stigma on people with mental illness.  World Psychiatry.  Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1489832/
    [iv] Diccionario de la Real Académia de la Lengua, recuperado del  http://dle.rae.es/?id=GqSjqfE
    [v] Arnaiz, A. y Uriarte, J.. (2006). Estigma y enfermedad mental. Norte de Salud Mental.  Recuperado de: http://documentacion.aen.es/pdf/revista-norte/volumen-vi/revista-26/049-estigma-y-enfermedad-mental.pdf
    [vi] Ibíd.

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario

    Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...

    Para Vivir Mejor


    Entradas Recientes



    La Familia


    Amigo del Hogar | Revista

    Orientada esencialmente a la familia desde una visión humano-cristiana, la Revista Amigo del Hogar nace en el año 1942, como obra evangelizadora de los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC).

    ¿Quiénes Somos?

    Somos una comunidad religiosa fundada por el P. Julio Chevalier en el año 1854, en Issoudun, Francia. El proyecto al que buscamos ser fieles es, desde el Corazón misericordioso de Jesús, anunciar el amor de Dios al mundo.

    Temas de Salud


    Entradas populares