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    viernes, 31 de agosto de 2018

    La Sencillez

    Cápsulas para un vocabulario cordial | Manuel Soler Palá, msscc 


    Sencillez
    Simplificar la vida  
    Simplificar la vida es un excelente objetivo. ¿Para qué conservar lo que nos sobra, sea en el vestir o en el comer? El consejo vale incluso para los electrodomésticos y hasta para las cuentas bancarias. Quien vive sobriamente no necesita preocuparse de sus grandes posesiones ni atar corto a quien le gestiona sus negocios. Vivir sobriamente es saber vivir.
    El orgullo nos hace artificiales y la humildad nos hace reales (Thomas Merton).
    Parece una contradicción y tiene el aspecto de una paradoja, pero es una gran verdad la afirmación: “Pocos son humildes, porque se necesita una autoestima que pocos poseen” (Robert Brault). La autoestima bien entendida valora altamente la importancia de la sencillez.
    A menor necesidad, mayor felicidad
    Insisten los proverbios —sobre todo de procedencia oriental— en rebajar el listón de nuestros deseos. Cuánto menos necesita uno para vivir, tanto más experimenta la felicidad. Los objetivos desmesurados, sobre todo en cuestión económica, agrian el carácter, pues nunca se logra conseguir todo cuanto se pretende.
    El secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja. El problema es que a menudo la mente es sencilla y los gustos son complejos (Fernando Savater).
    Decía el sabio filósofo Sócrates que el más rico es quien se contenta con poco. Por cierto, en ocasiones iba al mercado, miraba todo con atención y se iba sin comprar nada. Cuando le preguntaban la razón de su actuar decía: "Me encanta ver tantas cosas que no necesito para ser feliz".
    La sencillez estimula la confianza
    Cuando reina la sencillez en el trato, el terreno queda abonado para la comprensión y la mutua confianza. En cambio, cuando rige la complicación y la pompa surge la desconfianza, la susceptibilidad y las aprensiones.
    Los que gobiernan a un pueblo no hallarán medio más fácil para granjearse sus simpatías, que una vida austera y morigerada (Cicerón).
    ¿Quieres que los demás se acerquen a ti? Trátalos con sencillez. La prepotencia, la ostentación, el boato y el pavoneo te alejan de quienes, en realidad, son tus iguales.
    No esconder la propia ignorancia
    Hay quien se resiste a confesar su ignorancia cuando es objeto de una pregunta. Pero decir simplemente “no lo sé” es muy fácil y evitas con ello adentrarte en un laberinto del que quizás no logres salir airoso.
    Frente a la inmensidad de cosas que no sabes es mucho mejor que confieses tu ignorancia y que seas humilde en aquello que piensas saber.
    Existen dos modos de pasar por alto la virtud de la sencillez. El primero, hablar mucho de sí mismo haciendo gala de los propios talentos y aptitudes. El segundo hablar mucho de sí mismo para disimular las propias torpezas y defectos.
    Es inestimable la valentía de reconocer los propios errores. A propósito de lo cual decía Winston S. Churchill: “A lo largo de mi vida, a menudo me he tenido que comer mis palabras, y debo confesar que siempre me ha parecido una dieta sana.”
    Se necesita una buena dosis de humildad y sencillez para aceptar las correcciones del prójimo. Pero nadie es perfecto y, se ha dicho con razón, que es buena dieta la de comerse el orgullo. No engorda.
    La sencillez no casa con la vanidad
    Hay una obra de teatro en la que un gallo presume de que el sol sale gracias a su canto matutino. Un día el animal no canta al quedarse dormido, pero el sol ilumina igualmente el horizonte. Sufre una enorme decepción y es destronado por las demás aves del corral. Tal parece que el argumento podría proyectarse en algún individuo que se piensa imprescindible. No lo es. 
    “Más dura será la caída”, afirma un refrán que da por sentada la primera parte: “Cuanto más subas…” Mantente pues, precavidamente en un discreto segundo plano si no hay necesidad de ser protagonista. Podrías ahorrarte un sonoro batacazo.
    Hay un sarcasmo —quizás mejor llamarlo ironía— que es signo de inteligencia y que puede servir para dar una buena lección. Pero otros sarcasmos que hieren y ofenden  indican complejo de superioridad. Éste sólo se supera con una buena cura de humildad.
    No mires a nadie hacia abajo a menos que sea para levantarle (Jesse Jackson).
    Excelencias de la sencillez
    Resulta mucho más creíble y satisfactorio que sean los otros quienes descubran tus talentos y tus buenas cualidades. Si tienes que dar pistas o manifestarlas abiertamente estás poniendo una sospecha sobre tus aptitudes.
    Nunca serás grande si tienes que ponerte una careta de personaje grande. Un día u otro las caretas caen y sale a la luz el verdadero rostro.
    Es bueno recordar que toda la población del universo, con una insignificante excepción, está compuesta por otros (Andrew J. Holmes).
    Los méritos son comparables a la profundidad de un río. El transcurrir del agua hace menos ruido cuanto más profundo es el lecho por el que discurre. Los logros son tanto más valiosos cuanto menor alboroto causan.
    Sin humildad no puede haber humanidad (John Buchan).
    No está fuera de lugar comparar la sencillez con una raíz extraordinariamente fecunda de la cual se alimentan las demás virtudes humanas. No en vano afirmaba Confucio que la humildad es el sólido fundamento de todas las virtudes.
    Uno aprende a ignorar las críticas aprendiendo primero a ignorar los aplausos (Robert Brault).
    Muchas son las recomendaciones de grandes escritores en orden a que el lenguaje usado sea sencillo. Sí, el lenguaje sencillo, conciso y lapidario no necesita leerse dos veces. Dice lo que pretende de modo directo y no da vueltas inútiles a las expresiones. 
    Suprimir toda palabra inútil. Simplificar la frase. Simplificar la idea. Suprimir, suprimir. Esta es la fórmula para escribir bien, y para hacerlo todo bien (Noel Clarasó).



    Forjando Vivencias / Lic. Juan Fco. Puello Herrera
    “Con todo, llevamos este tesoro en vasos de barro para que esta fuerza soberana parezca cosa de Dios y no nuestra” (2 Corintios 4,7).
    Hay una frase de San Agustín que guarda cierta relación con esta cita tomada de la Carta a los Corintios: “Dios actúa de tal manera, que hace que sea obra nuestra lo que es obra suya”. Se refiere al ministerio apostólico, que San Pablo lo considera un “tesoro”. Un tesoro que de manera paradójica lo llevamos en vasijas de barro.
    La grandeza del ministerio apostólico contrasta con la realidad del soporte humano que es débil, frágil, quebradizo. La paradoja consiste, en que precisamente en la fragilidad y debilidad del hombre se pone de manifiesto la fuerza de Dios.
    Demos saber que, en nuestras limitaciones, en los sufrimientos, en los aparentes fracasos; y porque no, en nuestra propia muerte son generadores de vida para uno y para los demás.
    A partir de Cristo, que fue coherente siempre, proclamando de palabra y verificándolo con la propia existencia, adquirimos conciencia que la muerte de uno es vida de otro. De igual manera que lo expresa San Pablo, cuando me siento más impotente, es cuando más fuerte soy en el Señor 
    Oración: Mi buen Señor, nos entregamos a ti en cuerpo y alma, para que hagas de nosotros lo que quieras. Confiamos en tu fuerza providente que libera de todos los peligros que acechan. Amén. ADH 824

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