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    viernes, 19 de julio de 2019

    La contaminación emocional y el odio

    En Familia | Zahira Maxwell 


    La contaminación emocional y el odio

    Las emociones no pueden controlarse. Las emociones son involuntarias, son generadas por nuestro cerebro en automático. Sin embargo, las emociones son efímeras. Lo que cultivamos y controlamos son los sentimientos que nacen de las emociones.

    Hemos visto crecer un sentimiento de odio hacia los practicantes de la religión musulmana. Este odio ha sido fruto de emociones de miedo, tristeza, asco y sorpresa.

    El miedo que nos embarga al pensar que podríamos ser víctimas en un atentado. Miedo a que nuestras hijas sean obligadas a no estudiar o a casarse involuntariamente. Miedo a que personas extremistas logren imponer sus ideales sobre nuestra libertad. El miedo que las noticias han alimentado nos hace sentir odio hacia personas desconocidas, personas que al igual que nosotros creen tener la razón.

    La tristeza de haber perdido a un ser conocido en los atentados de EEUU o de Europa. La tristeza de saber que niñas como Malala no pueden estudiar o son asesinadas si se enfrentan a las autoridades religiosas. La tristeza de saber que la Paz en el tiempo que vivimos es una utopía. Esa tristeza también ha alimentado el odio.

    El asco, el asco que sentimos ante noticias atroces sobre atentados y muertes sin sentido. El asco que nos da ver los muertos mutilados por las explosiones. El asco también es una emoción que hace crecer el odio.

    Pero, en la sorpresa encontramos la fijación total del odio. Cuando nos sorprende uno de los hechos de los que somos testigos mudos, el odio se hace más fuerte.

    Sin embargo, debemos tener claro algo, las emociones no podemos controlarlas. Pero, lo que hacemos con las emociones y los sentimientos que dejamos crecer y alimentamos, sí podemos manejarlo. El odio hacia los practicantes de la religión musulmana no es la solución a los actos terroristas o a las actividades que realizan contra los cristianos. No son todos los practicantes los que tienen la meta de acabar con los cristianos. Al contrario, muchos musulmanes ven a los extremistas de una forma negativa.

    El baño de sangre en las mezquitas de Nueva Zelanda nos conmovió a todos. En ese caso el odio alimentado por la tristeza de las pérdidas sufridas a mano de extremistas, el miedo a ser sometidos por personas que ven la fe de una forma diferente, el asco ante una religión y la sorpresa de poder acceder hasta donde inocentes estaban orando. Toda esta contaminación llevó a Brenton Tarrant a comprar por internet las armas usadas para perpetrar la masacre.

    Las emociones no podemos controlarlas, pero busquemos la forma de canalizarlas en sentimientos que nos permitan mejorar como personas, sociedades y humanidad. No es sencillo, pero eso es lo que marca la diferencia en las personas de fe.

    “Llevo mis pensamientos cautivos a Cristo” 2 corintios 10:5. ADH 833

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