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    jueves, 31 de octubre de 2019

    ¿Cuál es mi tesoro?

    Vocacionales | P. Osiris Núñez, msc


    ¿Cuál es mi tesoro?
    En Lc 12,34 dice Jesús que “donde esté su tesoro, allí estará también su corazón”. Este texto debe llevarnos a reflexionar sobre la situación actual, pues la sociedad está marchando hacia un camino estrecho, individual, egocéntrico, así como se nos narra en el evangelio, cuando aquel joven rico no quiso desprenderse de lo que poseía o de aquel rico que quería guardar todo en un granero para él sólo. Es una tendencia a vivir cada vez más aislados, cada quién en su mundo, pero a la vez un deseo de querer poder ser más que los demás, de tener más poder que el otro. Ante esta situación, debemos de enfatizar en nuestras vidas la práctica de los valores cristianos en pequeños gestos hacia los demás.

    Hay que mirar la figura de Jesús, que es nuestro modelo por excelencia, su vida, sus palabras y acciones son vinculantes para todo cristiano. Estamos llamados a vivir de una manera humilde, sencilla, sin apegarnos a los bienes materiales y renunciando a los privilegios que puede brindar el poder. El cristiano debe ser una persona desprendida, es decir, que su corazón esté libre de toda atadura que le impida ser libre y feliz junto a los demás.

    Vivir la fraternidad

    Estamos llamados a ser para los demás, a salir de nosotros mismos para darnos con amor a nuestros hermanos. Vivimos en un mundo superpoblado, sin embargo vivimos en un ambiente comunitario muy reducido, y nuestras relaciones con los demás se reducen a nuestros familiares más cercanos y algunas amistades particulares. Nos aferramos a nuestro YO, y tenemos miedo de abrirnos a los demás; al aferrarnos a nuestro YO, lo hacemos a través de medios que nos aíslan cada vez más: tratamos de fortalecer nuestra imagen en detrimento del otro, buscando ser diferente que los demás, lo que nos lleva a una competencia vanidosa en la sociedad. Por esto le damos un valor exagerado al querer, al tener y al poder.

    Deseos y necesidad

    Se puede llegar a caer en la insatisfacción permanente, nunca estar conforme con lo queremos, y siempre querer más y más. El querer puede ser una actitud positiva si la tomamos como un deseo de superación personal, pero se puede convertir en una actitud negativa si solo queremos para llenar nuestros vacíos; si sólo queremos cosas sin ninguna meta o fin. El tener es aún más peligroso: hoy se tiende a darle valor al que tiene; el mercado nos crea necesidades superficiales, nos llena la mente de que necesitamos tener lo último, sobretodo en tecnología, moda, etc.; y si no te afanas por tener, no estás en la última parte, sino que ni siquiera cuentas para los demás. Y, por último, el querer cosas y poder tenerlas nos lleva de una manera u otra, a ser personas de poder: yo tengo poder porque lo que quiero lo tengo; y al estar en esta situación nos podemos creer superiores a los demás y tomar una actitud de prepotencia, especialmente sobre aquellos que por su situación socio-económica no pueden ni siquiera tener lo necesario para vivir.

    Aprender a desprendernos

    Aprender a desprendernos debe ser una tarea permanente para cada cristiano; que nuestro corazón no se deje llevar por el deseo del querer, tener y poder, sino que se deje llevar por el deseo de querer darse a los demás, dándole más valor a la persona que a las cosas, estableciendo verdaderos lazos de amistad con todos. Que no se nos olvide lo que nos dice Jesús: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Desprendernos materialmente de lo poco que tenemos, o desprendernos de los condicionamientos y las barreras que muchas veces crecen en nuestro corazón, para acercarnos a los demás, puede ser uno de los gestos más hermoso y significativo de nuestra vida. ADH 837

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