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    domingo, 26 de enero de 2020

    Una experiencia maravillosa en el Picacho de Los Ramones

    Cotidianidades | P. Eulide García, msc 


    Una experiencia maravillosa en el Picacho de Los Ramones

    Una vez escribe un artículo acerca de vivir una experiencia de Dios en la montaña, en dicho artículo me basaba en lo que dice la Sagrada Escritura, especialmente lo que tiene que ver con Moisés, quien al encuentro con el Señor subía a la montaña y allí podía "hablar con Dios"; así nos lo narra el libro del Éxodo en los capítulos 19, 3; 7, 20; 24,12-13...

    En el Nuevo testamento también encontramos textos que nos hablan de la montaña como lugar donde se manifiesta Dios, encontramos a Jesús que se retiraba a orar al cerro; pero el texto por excelencia que nos habla de la importancia de subir a orar a la montaña es el relato de la transfiguración de Jesús, dicha narración la encontramos en los evangelios sinópticos: Lucas 9, Marcos 6 y Mateo 10.



    Breve reseña histórica del Picacho

    El Picacho es un lugar situado casi en pleno parque J. Armando Bermúdez, en la comunidad de Los Ramones, que pertenece al distrito municipal del Rubio, San José de Las Matas y a nivel religioso a la parroquia San Isidro Labrador de Rubio. En el Picacho hay una capilla que los moradores consideran santuario. La particularidad de este lugar es que las personas acostumbran a subir a orarle al señor, especialmente a San José que es el patrón de la comunidad de Los Ramones. Según testimonio de algunos moradores del lugar desde 1940 están haciendo caminata a dicho cerro que está a 1750 metros sobre el nivel del mar. Según testimonio que pude escuchar de personas que suben, lo que piden a san José lo obtienen, por eso es que antes de emprender cualquier proyecto van a presentárselo al  patrón de la capilla y los resultados no se dejan esperar.

    Mi experiencia vivida allí

    Aceptando una invitación de Doña Felipa Torres a que fuera a presidir una misa en el Picacho, primero advertí si podía llegar a ese cerro tan elevado; mi impresión era que sería muy difícil hacerlo por asuntos de salud, pero me ofrecieron subir en un mulo y después de programar una posible fecha, nos pusimos de acuerdo para el 4 de noviembre, día feriado. Llegado ese día salimos de madrugada para la comunidad de Los Ramones, porque convenía llegar a más tardar a las 8 de la mañana y aprovechar el frescor matutino, no después de la subida del sol.

    Tal como programé llegamos al caserío de la comunidad; ahí estaban esperándonos Rosario Azcona y su esposo Secundino Torres (Segundo), después de disfrutar un chocolate comenzó el ascenso hacia el Picacho; más adelante nos encontramos con Don Negro Durán, quien nos esperaba con el mulo que le tenían preparado al padre. Preferí ofrecer el mulo a una persona que ya no podía avanzar más del cansancio y yo hice el recorrido a pie, como una manera de sacrificio aprovechando para ir rezando el Santo Rosario y meditando sobre la creación de la naturaleza y el bello lugar por el cual transitábamos. Es un lugar impresionante en cuanto al verdor de la naturaleza, escuchar el canto de un jilguero que nos animaba seguir trepando montaña arriba. Durante el trayecto hay varios prados donde encontramos dos pequeñas casetitas dedicadas, una al Divino Niño y otra a Nuestra Señora del Sagrado Corazón.

    El ánimo de la comunidad motiva a caminar

    Éramos alrededor de 60 personas que hacíamos la caminata, cada uno con una intención personal dirigida a San José, quien con mucho gusto la recibiría; la caminata fue un poco dura, especialmente para los que subíamos por primera vez, pero ya estando allá arriba se olvidaba el cansancio, como decimos: “después del parto se olvida el dolor ”; luego  de un breve descanso y de contemplación del lugar se dio inicio a la santa eucaristía, en un ambiente de oración y silencio de personas humildes y sobre todo, gente de fe, un ambiente eucarístico impresionante. Había escogido los textos del día de la Transfiguración del Señor, acorde con la experiencia que estábamos viviendo en aquel lugar. Terminada la celebración de la misa, Doña Felipa compartió un refrigerio y luego del brindis, comenzamos el descenso, que no es tan fácil como muchos piensan.

    Dios bendiga a esa comunidad de hombres y mujeres de fe y de unidad. ¡Hasta el próximo viaje! ADH 840

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