De toda desgracia surge la gracia
La llegada de la pandemia del
coronavirus, sin lugar a dudas es una verdadera desgracia, especialmente para
los más empobrecidos. Aunque no es una enfermedad solo para los pobres, pero
siempre estos son los que más sufren, no tanto por la enfermedad sino por su
condición de pobreza y por la cuarentena que están viviendo. Sabemos que el
pobre vive el dÃa a dÃa, que no tiene nada asegurado excepto la esperanza en
Dios de que no lo dejará morir junto a su familia.
A través de la experiencia que he ido
viviendo en la vida me he dado cuenta que de toda desgracia surge una gracia,
en este caso no sé cuál será, aunque viendo videos, leyendo mensaje y escuchando,
ya podrÃamos decir que no todo es oscuridad, especialmente para la familia. Sin
caer en exageración creo que ha sido el momento más fructÃfero para las
familias, si no “los une el amor los une el dolor”; es lamentable decir eso, pero me pregunto: ¿cuánto
tiempo se pasa la familia sin reunirse, a pesar de estar viviendo bajo un mismo
techo? Para nadie es un secreto que hoy en dÃa las relaciones familiares no son
de las mejores, son seres individuales que ahora han tenido la oportunidad de
interactuar y sobre todo cuidarse; ya no
es cuidarse asà mismos, sino cuidar al otro; si el otro está sano yo estaré
sano. Es aprender a vivir la vida como Dios manda: cuidar al próximo, aunque en
esta ocasión sea para cuidar el propio “pellejo”, pero no importa como sea, lo
importante es cuidar al otro.
Otra gracia es que surgen brotes de
solidaridad, comunicación constante con los de afuera, la pregunta de cada dÃa:
“¿cómo amanecieron por allá?”, “espero que bien”, y se termina con esta frase “cuÃdense
mucho”; y de paso la receta que deben hacer, ya todos nos hemos convertidos en “especialistas
del coronavirus”, hasta los niños ya te dicen qué debemos hacer, pero se concluye:
no salgan de la casa.
Una gracia que se manifiesta es el
acercamiento a Dios, aunque no aparecen muchas publicaciones de conversiones, sÃ
las ha habido; públicamente hay un deseo de volver hacia Dios o, por lo menos,
manifestarlo públicamente y vemos en él la cura a lo incurable. En una palabra
“la humanidad se arrodilla ante Dios”, el ser humano creÃa que todo lo tenÃa
dominado, pero se ha dado cuenta, como dicen por ahÃ, que un minúsculo virus pone
a temblar a los grandes y pequeños. No tenemos el dominio del mundo, el poder
del dinero no ha valido, la vida recobra su importancia, se creÃa que el dinero
lo era todo, ha quedado sin valor ante el valor de la vida.
Otra gracia, aunque parezca halada por
los pelos, es el despertar la conciencia social, se reclama al gobierno; más
bien hay presión de parte de la población hacia a las autoridades, dicho
reclamo va en la lÃnea de una mejor distribución de los bienes del Estado hacia
la población más vulnerable que muy bien sabemos quiénes son: las personas que habitan
los barrios en pobreza extrema, esos indefensos que nada tienen. A esas
personas debe llegar las ayudas gubernamentales mientras dura este tiempo de
cuarentena, medida de coerción que no se sabe a ciencia cierta hasta cuándo
será.
Para terminar esta breve reflexión
quiero resaltar otra gracia, quizá no se valore mucho, pero sà creo vale la
pena destacar: es el dominio de la fuerza de voluntad de muchos dominicanos,
personas que no eran capaces de pasar prácticamente una hora en su casa y
encerrados, en esta cuarentena han aprendido a quedarse; inclusive son creativos
y hasta juegan con los niños, los ayudan en sus tareas escolares; en una palabra,
han aprendido a estar en su casa (hábito ya perdido). El mundo se ha detenido,
pero volverá a estar en movimiento, ojalá saquemos lecciones de todo este
proceso, que en definitiva nos acerca más a Dios y a los demás. ADH 845
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