Reflexión | Pepa Torres
Los publicanos y las prostitutas nos preceden en el Reino
El texto evangélico de este domingo nos sorprende de nuevo por su
claridad y radicalidad. Su contexto es
tremendamente provocador: Una discusión en el Templo mantenida entre Jesús, los
fariseos y los sumos sacerdotes. Jesús denuncia su hipocresÃa desenmascarando
su modo de actuar. Dicen querer hacer la voluntad del Padre y sin embargo con
su conducta la niegan. Paradójicamente quienes tienen fama de pecadores, como
son los publicanos y las prostitutas se abren a la novedad de Dios y su Buena
Nueva de misericordia y liberación, por eso les precederán en el reino. Estas
palabras también están dichas para nosotros y nosotras hoy cuando nuestra fe no
coincide con nuestras prácticas, cuando está descomprometida con la
hospitalidad, la justicia, la inclusión y la misericordia con los más excluidos
y excluidas.
Por eso este tiempo de pandemia, con toda su dureza, es también una
oportunidad y un desafÃo para nuestra vida como creyentes. Podemos blindarnos,
atrincherarnos desde el miedo y la desconfianza hacia los otros y otras, o
poner la vida en el centro, pero no solo la propia, sino especialmente las más
amenazadas y vulneradas. Desde el evangelio es inaceptable el sálvese quien
pueda o la estigmatización y culpabilización de los más pobres por el hecho de
serlo.
Conectando este texto con la realidad vienen a mi memoria dos hechos
que hemos vivido en estos dÃas. El primero es el confinamiento de los barrios
obreros y marginales de Madrid, responsabilizándoles por sus formas de vida, de
la extensión de la pandemia. El segundo, el cierre de los burdeles. Con esta
última medida se ha ignorado la situación de vulnerabilidad aún mayor en que
han quedado las mujeres que trabajan en ellos, ya que esta decisión no ha ido
acompañada de ninguna medida de protección para quiénes no solo tienen en estos
clubes su principal o única fuente de ingresos sino, además, su única
residencia.
El Evangelio va en contra de toda forma de estigmatización. Antepone la
mirada de justicia y misericordia a la de la moralidad. Por eso, como
cristianos y cristianas, hemos de estar muy atentos a que en la gestión de la
crisis sanitaria y social que actualmente estamos atravesando, las vidas y la
dignidad de los últimos no sean costes para sacrificar, sino la brújula que nos
oriente, por muy polÃticamente incorrecto que resulte. La inclusión, la acogida
y la misericordia no pueden darse de baja en tiempos de pandemia, sino
activarse.
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