Espiritualidad | P. Alejandro
Vázquez-Dodero/es.zenit.org
¿Por qué en el mes de octubre esta
devoción mariana?
Alejandro Vázquez-Dodero, sacerdote y capellán
del colegio Tajamar, describe en este artículo el origen y significado de esta
devoción mariana en octubre y cómo rezar el Rosario
La dedicación del mes de octubre al rezo del
santo Rosario tiene un origen histórico. Los cristianos vencieron a los turcos
en la batalla naval de Lepanto el 7 de octubre de 1571. Sabían que si perdían
esta batalla su religión podía peligrar, motivo por el que, alentados por el
romano pontífice san Pío V, acudieron a la intercesión de la Santísima Virgen
rezándole el santo Rosario.
Por ese motivo, y en agradecimiento a María
Santísima, dicho papa instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias,
que se celebraría cada 7 de octubre. Poco más tarde el papa Gregorio XIII
cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario.
Origen y significado de la devoción mariana
del santo Rosario
Pero ¿qué es el santo Rosario? Las culturas
romana y griega coronaban con rosas a las estatuas que representaban a sus
dioses, como símbolo de su ofrecimiento. Para ellos, el sustantivo “rosario”
significaba corona de rosas.
Inspiradas en ese proceder, las mujeres
cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos marchaban por el
Coliseo –donde iban a morir– con sus cabezas adornadas de coronas de rosas,
significando la alegría y la entrega de sus corazones al ir al encuentro de
Dios. Finalizada la matanza, los cristianos recogían sus coronas y, por cada
rosa, recitaban una oración o un salmo rezando por el eterno descanso de las
almas de las mártires asesinadas.
Así nació la costumbre de rezar el santo
Rosario. En un inicio consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era
considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables
gracias para aquellos que la rezaran. Ahora bien, esta recomendación sólo la
seguían las personas cultas que conocían esos salmos, pero no la mayoría de los
cristianos. En consecuencia, la Iglesia sugirió que quienes no supieran leer
sustituyeran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A
esa oración se le llamó “salterio de la Virgen”.
Al principio constaba de quince “misterios”
que recordaban momentos –gozosos, dolorosos y gloriosos– de la vida de Jesús y
de María. En el año 2002 san Juan Pablo II añadió los misterios luminosos, en
memoria de la vida pública del Señor.
Dirá san Pablo VI que el santo Rosario es
“síntesis de todo el Evangelio”. Es una oración que comprende en sí misma la
veneración que la Virgen recibe en la Iglesia (Catecismo de la Iglesia
Católica, 971).
La Iglesia recomienda el rezo del santo
Rosario
Se trata de una oración aconsejada por el
Magisterio de la Iglesia Católica, ya que en sí misma resume el mensaje
evangélico de salvación. De otro lado la Virgen Santísima, cuando se ha
aparecido, ha animado a rezar esta oración. Como es sabido, el 13 de mayo de
1917, en su primera aparición en Fátima, dijo: “Rezad el Rosario todos los días
para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”; y en su última aparición
en ese lugar la Madre de Dios se presentó como la “Señora del Rosario”.
Varios papas han resaltado la importancia de
esta devoción. Entre otros, san Juan Pablo II, quien en 2002 escribió la carta
Rosarium Virginis Mariae, con la que exaltaba la belleza de esta plegaria, que
ayuda a “contemplar a Cristo con María”.
¿Cómo se reza el santo Rosario?
Cada día de la semana tiene asignados cinco
“misterios” –o escenas de la vida del Señor– y cada misterio consta de diez
Avemarías, un Padrenuestro y un Gloria. Los lunes y sábados se reza los
misterios gozosos, los martes y viernes los dolorosos, los miércoles y domingos
los gloriosos, y los jueves los luminosos. Además, al finalizar los respectivos
misterios se reza la letanía lauretana, compuesta principalmente de una serie
de jaculatorias –piropos cariñosos y encendidos– en honor a la Virgen María.
Al recitar el santo Rosario rememoramos los
misterios de la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de
María. Dicho de otro modo: nos adentramos en las escenas evangélicas, como un
personaje más. Tales escenas pasan por nuestra mente y corazón mientras
recitamos esa piadosa oración.
Es un modo filial de manifestar a nuestra
Madre del Cielo lo mucho que la queremos, incansablemente. El amor jamás es
repetitivo, porque cada acto, por muchas veces que se ejercite y aún pareciendo
el mismo, si emerge sinceramente del corazón siempre contiene alguna novedad y
transmite el mismo amor, ¡o cada vez más!
Al rezarlo la Virgen intercede por nosotros
ante Dios nuestro Señor y nos obtiene su gracia divina, de modo que nos ayuda a
unirnos a Dios y, cuando Él quiera, llegar al Cielo. María vela de ese modo por
nosotros sus hijos y no deja de premiarnos con su ayuda maternal. Publicado en es.zenit.org.
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