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    miércoles, 18 de noviembre de 2020

    La muerte en pandemia: el duelo sin abrazos

    Coronavirus | Redacción





    La muerte en pandemia: el duelo sin abrazos

    La realidad de una pandemia que nunca habríamos imaginado nos tocara a nosotros y el modo como trastorna nuestros estilos de vida, confinados ahora a la distancia física y, en muchos casos separados de las personas más cercanas con las que organizábamos nuestras vidas, ha significado mucho para nosotros. Nos hemos tenido que enfrentar a la ausencia en el lecho de muerte, la soledad del duelo sin abrazos, las restricciones para quienes son contagiados o despedidos precariamente de este mundo, tantas restricciones limitantes en momentos que necesitamos más cercanía, más apoyo, más humanidad.

    En el lecho de muerte

    Según se nos enferma una persona cercana y se prolonga su malestar sin que recupere la salud, nos hacemos presentes superando tiempo y distancia. Y cuando la muerte se percibe inminente, nos consuela al menos haber dado un último adiós. A partir de marzo, la pandemia nos fue privando de esos gestos tan necesarios para afrontar la difícil pérdida de un ser querido. La despedida se hizo imposible y más aún, no había posibilidad de participar en todo lo que se pudiera hacer para salvar la vida de esa persona. Imposibilidad de cercanía, de estar alrededor de ese ser apreciado, querido. La distancia se impuso y fue aumentando mientras crecían las cifras de afectados y muertos. Un mundo que ha hecho tantos esfuerzos por distanciarnos de la muerte, por maquillar el difícil momento de su llegada se enfrenta a esa realidad en nuevas condiciones.

    La ausencia y sin velorio

    Sin poderlos rodear de afectos y cuidados, llega la información de su muerte y se acentúa ese malestar de la ausencia física. Se impone el protocolo que define cuándo, cómo y quiénes podrán participar en las celebraciones con las que despedimos nuestros difuntos. En muchos países incluso pasaron días, antes de conocer dónde y cómo la persona fallecida fue enterrada dignamente. A esto se añadía la inseguridad de que ni siquiera tuviera un reconocimiento de entierro y lugar. La separación total era la sensación que dejaba el protocolo a seguir, en nombre del cuidado de los no contagiados. La fe cristiana reconoce en el cadáver de un ser querido una dignidad que debe ser respetada hasta su condición de cenizas. Hay un lugar propio para nuestros restos mortales, que según la fe resucitarán. 

    Un mundo que ha hecho tantos esfuerzos por distanciarnos de la muerte, por maquillar el difícil momento de su llegada se enfrenta a esa realidad en nuevas condiciones


    Las restricciones en el cementerio

    El cementerio no es el lugar definitivo de la vida creyente. Para quien tiene fe en la resurrección, el cementerio no es la necrópolis, como ciudad de los muertos. Los cristianos de los primeros siglos asumieron la diferencia: el cementerio es lugar de dormición, naceremos de nuevo, a la vida Eterna que marcó la vida resucitada de Jesús de Nazaret, el Cristo. En noviembre, día de Difuntos y fiesta de Todos los Santos. El cementerio no estaba visitado como en otros años, sobriedad, restricciones…

    El duelo sin abrazos

    En esta situación hay que recomponer tantos afectos, sentimientos, memoria cordial fruto de la convivencia y la experiencia del encuentro con los seres queridos. Ahí nos consolamos y nos apoyamos mutuamente. El deseo de que descanse en paz aflora y pedimos, con la confianza que provoca nuestra fe, no solo la comunión de los santos para los difuntos, sino también el consuelo y la fortaleza para las familias involucradas. Esta vez más doloroso todo ese proceso, porque la pandemia es implacable, inhumana. No nos permite el abrazo, el círculo de afectos y sentimientos que nos vincula al ser querido, el apoyarnos y escucharnos mutuamente a los que compartimos el dolor del momento. Todo esto deja un malestar emocional que para muchos tomará tiempo asumir, asimilar.

    ¿Y qué hacer en esta situación?

    Es importante crear maneras de compartir este momento tan importante y difícil en la vida de cada persona, para muchos se convierte en la primera vez que pasan por este trance y están menos preparados para dar respuesta a la situación. Sin embargo, se han ido sugiriendo maneras de vivir el duelo dentro de la distancia física que se impone en esta situación. Muchos gestos de cercanía se van adelantando y la necesidad de estar comunicados en esta etapa, abre nuevas experiencia ante la pérdida de un ser querido en estas circunstancias.

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