Espiritualidad Litúrgica |
Roberto Núñez, msc
Elementos que
componen la Plegaria eucarística: a)
Acción de gracias
«Acción de gracias (que se
expresa sobre todo en el prefacio): en la que el sacerdote, en nombre de todo
el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de
salvación…» (OGMR
79).
Llegamos al mes de mayo
sumergidos en el silencio que nos ha impuesto la pandemia. En medio de esta
cuarentena, no olvidemos que celebramos la cincuentena de la Pascua.
Continuemos nuestra reflexión en torno a la Plegaria eucarística. A partir de
ahora iremos viendo la estructura de la Plegaria y cada una de las partes que
la componen.
El elemento que abre la
Plegaria es la Acción de gracias, la cual se inicia con el diálogo
introductorio. Quien preside la Eucaristía saluda a la asamblea reunida con el
buen deseo de que “el Señor esté con ustedes”. La asamblea, a su vez, le desea:
“y con tu espíritu”. Es la invitación a participar de manera activa. Luego
continúa: “levantemos el corazón, demos gracias al Señor, nuestro Dios”.
Participar y dar gracias son dos actitudes claves para toda la plegaria.
«El
diálogo es una invitación a poner la mente en la órbita de la acción de Dios: “Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor”. No es, pues, una indicación para que los fieles se levanten en aquel momento: deben estar en pie desde la respuesta al “Orad hermanos”. Tampoco es un simple deseo de estar psicológicamente animados.
Entonces
el celebrante recita el prefacio en el que podemos señalar una introducción que
subraya el deber de dar gracias, una parte central que expone el motivo de
acción de gracias según el tiempo litúrgico o el santoral, y una conclusión en
la que se expresa la unión con la Iglesia celestial: los ángeles y los santos.
Esta última parte enlaza con el canto del Sanctus que no es una interrupción
sino una aclamación de toda la asamblea en el interior de la anáfora». [1]
Prefacio viene del latín
“prae-fatio” (de “fari”, decir; en griego “pro-logo”); lo que se dice antes, lo
que se pronuncia primero, preámbulo. O también lo “dicho delante de otros”, lo
proclamado ante una audiencia.
Como la Eucaristía es
acción de gracias, es la acción de
gracias de Jesucristo al Padre en el Espíritu Santo, la Plegaria desarrolla de
manera especial esta dimensión. El rito romano tiene como característica concentrar
la acción de gracias en el prefacio. Y, al ser variable, contribuye a
enriquecer el contenido de la Plegaria eucarística y a darle variedad.
José Abad hace un análisis
bastante elocuente sobre la estructura interna del prefacio. A mí,
particularmente me resulta muy esclarecedor. Dice:
«La
estructura del prefacio es la siguiente: protocolo, cuerpo y escatólogo. El
protocolo es casi siempre idéntico en su tenor literal y se expresa con éstas o
parecidas palabras: “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Padre Santo, Dios
todopoderoso y eterno”. Retoma y enfatiza, pues, las últimas palabras del diálogo introductorio.
El
cuerpo es la parte más importante. En él se exponen los motivos por los que
damos gracias a Dios en cada una de las celebraciones. Todos los días, en
efecto, damos gracias a Dios en la
celebración eucarística, pero no siempre lo hacemos por idénticos motivos; de
hecho, o bien lo hacemos por toda la obra de la salvación o por algunos de sus
aspectos importantes, según las variantes del día, fiesta o tiempo litúrgico.
El
escatólogo o protocolo final proclama la comunión que existe entre la Iglesia
peregrina y la Iglesia celeste en el momento de la celebración eucarística: son
parte de una misma Iglesia, presidida por una única Cabeza, Cristo; y como la
Patria definitiva de esa Iglesia no es la Tierra, sino el Cielo y la liturgia
de la tierra dará paso a la liturgia del Cielo, donde celebrará eternamente la
liturgia celestial, el escatólogo es también una invitación a la Iglesia
peregrina para que se una a la alabanza de la Iglesia celeste».[2]
ADH 847
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