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    jueves, 28 de enero de 2021

    El horno que acrisola la Fe

    Desde mi Fe | Sandy Yanilda Fermín



    El horno que acrisola la Fe

     

    La Fe es como un horno

     

    Mi padre solía ir con mis tíos, a las afueras de mi casa a elaborar hornos de carbón y yo como curiosa al fin, le caía atrás. Recuerdo que tomé fotografías del proceso en mi mente, hacían una especie de triángulo donde colocaban leña seca, lo adornaban de hierbas secas y colocaban mucha tierra en todo el alrededor. Colaban fuego dentro y le daban un tiempo para que se hiciera el carbón, casi siempre de un día para otro. Cuando llegué a casa, le dije a mis primos de mi aventura y los invité a que realizáramos uno por nosotros mismos. Buscamos fósforos a escondidas, los palos no tan secos, tierra, hierbas y ya se pueden imaginar lo que sucedió. No colocamos mucha tierra y tampoco muchos palos secos, pero sí mucha cuaba. En pocos minutos, el fuego estaba por encima de nosotros y una vecina de al lado, todavía la escucho decir: ¡Corran que hay fuego…!

     

    Cuando comparo la Fe con el proceso de confeccionar un horno, me di cuenta de que cuando somos niños, nuestra Fe es creer simplemente en Dios, sentimos su presencia con nuestra dulce inocencia. Cuando crecemos y comienzan las dudas, es como cuando al horno le falta leña. El carbón jamás se hará. Arderá y pronto se secará.  Poco a poco nos damos cuenta de que, sin Jesús y la llama de su espíritu, no podemos vivir sin él. Por eso, cantamos: “Entra Jesús toma mi vida, toma mi ser”, porque el fuego arde en nuestras vidas con una llama tan fuerte que quema en el interior y ojalá nunca se apague esa llama, porque si se apaga nuestras vidas no tendría sentido.

     

    Mantener la Fe dentro del horno de la Vida

     

    En el libro de Daniel, capítulo 3, nos relata la historia de tres jóvenes que son sumergidos a un horno de fuego ardiente: Misael, Ananías y Azarías, quienes eran amigos de Daniel. La figura del Ángel con ellos me hizo recordar esta historia que me sucedió. Mi padre me rescató, así como el Ángel rescató a los amigos de Daniel y el rey Nabucodonosor pudo creer en Dios y en su gran poder, el cual es capaz de romper cualquier cadena que impida que nuestra fe flaquee.

     

    La señora que llamó a mis padres, en ese momento quiso apagar el fuego que habíamos incendiado. Gracias a Dios no nos pasó nada y claro, tampoco a nuestra casa. Ella representa el bien para culminar el experimento de la fe. Queríamos hacer carbón como un adulto y dar ejemplo de que podíamos; sin embargo, si no estamos preparados para que esa llama esté cerca de nosotros y ocurre un evento, nuestra motivación de continuar en la Iglesia se podría apagar, como lo dice Isaías en el capítulo 48, 10: “Te he purificado y te he escogido en horno en aflicción”.

     

    Recuerdo a mi padre corriendo. Nuestro padre Dios corre tras de nosotros, para darnos ánimo y apoyarnos cuando necesitamos de su ayuda.  

     

    Encender la llama de la Fe

     

    Dios es tan grande y maravilloso, que, de unos palos secos, hace que aparezca carbón en nuestra vida. En ocasiones, nuestra Fe tenemos que arder en un horno para que pueda moldearse y sea fortalecida y preparada para brindar apoyo y calentar a otros.

     

    Mi padre sabía cómo hacer el horno, para volver y verificar si el carbón estaba listo. Así es nuestro Dios, nos deja libres en nuestro horno de la vida. Simplemente, espera a que estemos listos y que, con ayuda de él, nos quite toda la tierra de encima y poder abrazarnos con la brasa de ese espíritu Santo que siempre estuvo ahí a nuestro lado y no nos deja solos, como el Ángel. Dice el Papa Francisco en su artículo: Soñemos Juntos: "La biblia habla de atravesar el fuego para describir las pruebas, como el horno prueba la vasija del alfarero" (Eclesiástico 27, 5).

     

    De vez en cuando, tenemos que entrar nuestra vida en un horno, para encender la llama de la Fe, pero con el fuego del espíritu santo. También nosotras las madres, fungimos de horno para Dios. Así como el horno transforma la leña en carbón y la harina se transforma en Pan, así nuestro vientre materno es como un horno en el proceso de gestación. Nuestro feto se mantiene calientito, mientras Dios vela en lo secreto.

     

    Ojalá que cuando las circunstancias de la vida te lleven a que el amor de Jesús deje de arder en tu vida, te acuerdes del horno del espíritu santo que hay en ti y pueda ir a la fuente de la salvación que es Jesús.



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