Convivencia | Nilsia Ivelisse Infante
Cómo
no sonreírle a la vida
Cuando iba camino a la universidad, se me
acerca un joven, y me dice: “Permiso señora no pude contener mi curiosidad”. Yo
le pregunto: ¿Cuál es tu curiosidad? Y él me dice: “Es que, a pesar de su mascarilla,
se ve un rostro feliz y con una sonrisa en su cara”. Lo miro y respondo: Pues no te equivocas, me
siento feliz. Y sonrió. Yo continúo mi
camino. Mientras caminaba, Dios me iluminó con las siguientes frases:
¡Cómo no sonreírle a la vida, si Dios me ha
regalado un día más de vida!
¡Cómo no sonreírle a la vida, si tengo el
privilegio de ser madre!
¡Cómo no sonreírle a la vida, si a pesar de
este virus que ha quitado tanta vida, nos hemos mantenido libres de contagio a mi
familia y a mí, a pesar de que muchas personas ya están escritas en los libros
de la muerte!
¡Cómo no sonreírle a la vida si tengo unos
amigos que valen oro porque a pesar de la distancia y los años sin vernos, nos
hemos mantenido unidos y testificando, en amistad que cuando se solidifica en
tu nombre, no hay nada, ni nadie que la rompa!
¡Cómo no sonreírle a la vida, si Dios me ha
dado la gracia, fuerza, salud y fortaleza y los medios económicos, para
continuar luchando por alcanzar uno de tantos sueños y metas que me he
propuesto en mi vida, terminar mi carrera universitaria!
¡Cómo no sonreírle a la vida, si a pesar de
los años y de los sinsabores que se vive en una relación, te das cuenta de que
se puede creer en el amor y que hay personas que te demuestran a diario que
eres especial y que puedes vivirlo intensamente sin temor a ser traicionado!
Y termino con estas citas bíblicas que nos
hablan de la alegría y la felicidad:
Como nos dice San Mateo en el capítulo 13, v.
44: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que,
al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello va y
vende lo que tiene y compra el campo”.
Salmo 4, 7: “Tu pusiste en mi corazón más
alegría que la de tener trigo y vino en abundancia”.
Salmo 94, 19: “Cuando me vi abrumado por la
angustia, tú me bridaste consuelo y alegría”.
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