Rincón de la Palabra | Hna. Ángela Cabrera, MDR
La Misión de Jesús en Galilea: Una
reflexión a partir del Evangelio de Lucas (Lucas 4, 14-44; 5, 1-9,62)
Las exigencias para los misioneros enviados por Jesús (9)
A los textos:
Hay una
palabra muy profunda, honda, exigente, comprometedora, y esta es, con mayúscula
COHERENCIA. La coherencia es, por así decir, como el hilo conductor que
atraviesa lo que una persona hace, piensa, dice, siente. De ahí que Jesús sea
una persona de autoridad, porque no se contradice en ninguna de estas
dimensiones. Entonces, primero Él lo vive, y luego invita a los seguidores a
que no solo escuchen sus palabras, sino que la hagan vida, practicándolas
(Lucas 6,47).
Jesús
abre, con su vida y su palabra, el escenario para contemplar el testimonio
vivo. Todos los misioneros han de dar testimonio para que su palabra no caiga
al vacío y no pierdan el tiempo.
Jesús les
exige a sus discípulos que en los tiempos de prueba, cuando la barca parezca
hundirse sin salvación, que se amparen en Él, y en nada ni en nadie más (Lc
8,22-25). Entonces, se trata de confianza. En el seguimiento ha de primar, no
el miedo, sino el abandono absoluto, aunque todos los sentidos inviten a pensar
diferente.
Toda la
misión de Jesús está marcada por la austeridad de vida. No se puede llevar la
Buena Nueva en abundancia, sino en austeridad. Esto para que nada distraiga lo
que realmente importa: de ahí el que no lleven nada, así como la referencia a
los pocos panes y pocos peses, dando testimonio de que nada falta.
En medio
de tantos signos, milagros y prodigios, la misión en Galilea también deja saber
sobre breves anuncios de la pasión: “El Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser
reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; lo matarán y
resucitará al tercer día” (Lc 9,22). En este mismo sentido, el propio Jesús les
recuerda las exigencias del seguimiento.
El que quiera seguirme (Lc
9,23-26):
- Niéguese a sí mismo,
- tome su cruz cada día,
- Sígame.
- Quien quiera salvar su vida, la perderá,
- pero quien pierda su vida por mí, la
salvará.
Si todo
estaba tan “chévere” ¿por qué vienen todas estas exigencias? La misión de Jesús
en Galilea también narra el relato de la transfiguración (Lc 9,28-36). Llama la
atención que Jesús toma a tres de sus discípulos (Pedro, Juan y Santiago), y
sube al monte para orar (v.28). Dice el relato que su aspecto cambió y sus
vestidos se tornaron blanquísimos. ¿Y por qué este texto en medio de las
exigencias?
Pues
resulta que ni esos discípulos, ni nosotros, muchas veces, lo podemos entender.
La experiencia intensa de Dios, que Jesús vive, en la presencia de sus
antepasados: Moisés y Elías, le estaban preparando para cargar la cruz viva,
donde daría el último suspiro en su misión pública. Como estos discípulos, a
pesar del sueño permanecían despiertos, pudieron contemplar tal gloria,
quisieron hacer tres tiendas (v.33), pero el mismo texto dice que no entendía
lo que decía. Jesús, en el monte, estaba tomando vitaminas para soportar la
pasión, para permanecer fiel a su padre.
Espiritualidad misionera
Entrar en
la dinámica de Jesús, ser misionero a su manera significa morir a sí mismo. Es
dejar el orgullo que impide acoger a los hostigadores, perseguidores y hacerles
el bien. Significa, además, estar en medio de la gente que sufre, dejándose
doler por sus gritos y sus sufrimientos.
Para ser
misioneros de Jesús se nos exige profesar como Pedro, estas palabras: «Pero
ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.» (Lc
9,20).
Ser
misioneros de Jesús no significa una vida sin problemas. La única diferencia es
el sentido que se les da a estos, y cómo se viven. Todas las pruebas y las
dificultades en el seguimiento y en la consecuente misión se presentan como
herramientas para pulgar el alma, las intenciones, y en este fuego purificador,
las palabras y los gestos recobran autoridad.
No hay
seguimiento sin cruz, pero tampoco hay cruz sin resurrección.
¿Qué nos provocan los textos?
¿Estoy
listo para salir de la Iglesia, sin salir de la comunión? O sea, ¿salir a
misionar como Iglesia? ¿Llevar a Cristo en el corazón, en los labios? ADH 845
EN SÍNTESIS:
¿QUÉ HEMOS APRENDIDO DE JESÚS PARA LA
MISIÓN BÍBLICA CATÓLICA?
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