Casa de Luz | Dr. Juan Rafael Pacheco
La
prueba del fondito
El
tema del perdón, el borrón y cuenta nueva, el
dar antes de pensar en recibir, son sin lugar a dudas mis favoritos.
En mi caso --que quizás también sea el tuyo--
yo amo el perdón, deseo siempre perdonar --o pedir perdón-- porque es el mejor
negocio que uno pueda realizar. La paz, la tranquilidad, la alegría que se
recibe al perdonar, o al pedir humildemente ser perdonado, no tiene comparación
con el dolor que produce la inquina, la rabia del rencor, los dolores de cabeza
de la venganza, el maquiavelismo de estar buscando como cobrárselas, que va,
nada de eso vale la pena. Perdona o pide perdón, y echa pa'lante y vive feliz,
en paz, que todo eso sabe a gloria. O como decía una tía mía muy querida,
"¡sabe a bizcochito!".
Cuentan de una mamá amorosa, que al dar la
sopita al niñito desganado, lo motivaba a que la terminara asegurándole que “el
fondito es precioso, mi niño lindo, ahí está Dios, no puedes verlo, pero ahí
está…”.
El Padre Ron Rolheiser afirma que no amamos como Jesús nos
invita a amar. Jesús no dice, ámense unos a otros según sienta su corazón,
sino más bien: “¡Ámense unos a otros como yo les he amado!”.
Y la mayoría de nosotros no hemos
logrado eso:
- No
hemos amado a nuestros enemigos ni hemos salido a abrazar a los que nos odian. No hemos orado por nuestros opositores.
- No
hemos perdonado a los que nos han herido u ofendido, ni a los que asesinaron a
nuestros seres queridos. Hundidos en el dolor de las ofensas, no hemos pedido a
Dios que perdone precisamente a los que nos están ofendiendo “porque realmente
no saben lo que hacen”.
- No
nos hemos liberado de nuestras rencillas y rencores.
- No
hemos sido capaces de expandir nuestros corazones para ver a todo el mundo como
hermano o hermana, por encima de raza, color o religión.
- No
hemos hecho una opción preferencial por los pobres, ni les hemos invitado a
nuestra mesa, ni hemos superado todavía nuestra tendencia a relacionarnos con
la gente más atractiva e influyente.
- No
nos hemos sacrificado totalmente hasta el punto de perder todo en beneficio de
los otros. En realidad, nunca hemos entregado nuestras vidas por nuestros
amigos – menos, especialmente, por nuestros enemigos. No hemos estado dispuestos
a morir, justo por las personas que se nos oponen y están tratando de
crucificarnos.
- No
hemos resistido a nuestro impulso natural de juzgar a los demás, de imputarles
motivaciones. No hemos dejado el juicio
para Dios.
- No
nos hemos amado y perdonado a nosotros mismos, sabiendo que ningún error o
equivocación que cometamos se interpone entre nosotros y Dios.
Está claro: No hemos amado
como Jesús amó.
Y es que amar no es nada fácil.
Por lo contrario, es dificilísimo. El gran filósofo cristiano Jacques Maritain,
habiendo sufrido en carne propia los sufrimientos de la última enfermedad de su
esposa, afirmó que “solamente dos tipos de personas
piensan que el amor es fácil: Los santos, que a través de largos años de
sacrificio propio han alcanzado un hábito de virtud, y los ingenuos, que no
saben de qué están hablando”.
Cuando se quiere probar a
alguien, saber para lo que da, solemos decir que hay que hacerle la prueba del
fondito. Entonces, examinemos nuestra conciencia, pero hagámoslo a cabalidad.
Vayamos hasta el fondo. A eso nos reta el texto que acabamos de leer.
Y es que como dulcemente
asegura la mamá a su pequeñuelo, en el fondito está Dios.
Bendiciones y paz. ADH 850
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