Generaciones
| Andrea Cifuentes
La
coherencia que nos convence
Se
enseña con el ejemplo. Esto vale para padres y educadores, especialmente. La
distancia entre lo que decimos y lo que hacemos, será la medida de la cercanÃa,
confianza y credibilidad de los adultos ante los niños, jóvenes y adolescentes.
Por eso me voy a referir a lo que hacemos y decimos para resaltar su
importancia a la hora de ser coherentes ante ellos. Voy a recordar que, con las
palabras que pronunciamos para referirnos a ellos, estamos acercándonos,
tendiendo puentes, fomentando confianza y amistad entre los mayores y las
nuevas generaciones. Si no cuidamos esta dimensión tan importante, las
consecuencias podrÃan ser muy graves.
Hoy
somos propensos a creer que la enseñanza sobre los valores, sea en la casa, en
la escuela o en las instituciones públicas, tendrán un efecto positivo sobre
las nuevas generaciones. Sin embargo, muchos adultos pecan de contradecirse
ante ellas cuando, en el momento de hacer real el valor, con su reacción o su
palabra lo niegan. El caso tÃpico: el adulto que pide a los niños o jóvenes que
sean honestos en lo que dicen, que digan la verdad. Pero alguien llama por
teléfono y al contestar ellos, se les ordena “diles que no estoy en casa”. O
los que insisten en sus hijos e hijas que cultiven la buena lectura y ellos con
poca frecuencia encuentran a sus padres inmersos en el hábito de la lectura.
Integrar la educación formal e informal: el espacio familiar, la comunidad educativa y el entorno de la fe, por medio de la experiencia espiritual que se inicia en el hogar y se vive y celebra en la Iglesia
Muchos
padres están convencidos que es la escuela o el colegio quienes deben crear
hábitos y comportamientos para que de la “educación formal” salgan bien
preparados y capaces de enfrentar el mundo. Por el contrario, la escuela o el
colegio están que desde su hogar, niños y jóvenes traigan consigo los valores
aprendidos que pondrán en juego en la comunidad educativa. De ambos lados hemos
escuchado bastantes frases como: ¿A ti no te lo enseñaron en la escuela? O, de
la otra parte: ¿En tu casa no aprendiste cómo comportarte?
Entendemos
que los niños y niñas hacia la adolescencia y la etapa juvenil tienen tres
espacios que consideramos importantes para integrar la educación formal e
informal: el espacio familiar, la comunidad educativa y el entorno de la fe,
por medio de la experiencia espiritual que se inicia en el hogar y se vive y
celebra en la Iglesia. Siguiendo la observación del evangelista Lucas, quien
nos dice que Jesús crecÃa en gracia, en sabidurÃa y en estatura, creemos que
este es el modo de formación integral para las nuevas generaciones.
AquÃ
los padres, los profesores y el ambiente eclesial tienen una seria
responsabilidad y un gran regalo recibido para incidir en el crecimiento en
todos los sentidos de estas generaciones. Por lo mismo, tiene que haber una
interacción entre las áreas mencionadas para que sirvan armónicamente en el
acompañamiento y su ejemplo y su palabra, dando la coherencia del testimonio,
nos asegurará que los jóvenes siempre tendrán opciones de aprender a
jerarquizar los valores, hacer opciones lo más libres posibles y a actuar según
principios y valores que se encuentran visibles en su entorno.
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