Matrimonio y Familia | Noelito de León Mercedes
La
oración en familia
Una vida familiar vivida
en unión íntima con Dios, se convierte en un medio para el desarrollo de la
mística, esto hace que el encuentro con el señor sea cada vez más pleno. La dimensión social es innata en la familia,
pero la espiritualidad se puede encarnar mediante la comunión fraterna.
Cristo unifica e ilumina a
toda la familia, las dificultades, las angustias se unen a la cruz del Señor.
En los días de tinieblas hay una unión con Jesús abandonado. La familia a
través del Espíritu Santo alcanza su santidad, participando en el misterio de
la cruz de Cristo.
Todo esto tiene sentido si se hace desde el corazón, allí donde Dios mira. De esta manera cada cónyuge es instrumento del Señor
La oración en familia es
actualización de la pascua. Se le invita a reunirse unos minutos cada día para
cultivar el encuentro con el resucitado que nos llena de amor. La Virgen María debe ser invocada con su
manto de amor para que proteja a los familiares que se encuentran pasando por
momentos difíciles. Jesús llama a la puerta de la familia para compartir con
ella la cena de la Eucarístia. La
Eucaristía es el sacramento de la nueva alianza donde los esposos renuevan su
compromiso.
La espiritualidad se vive
desde la fidelidad, los esposos tienen este desafío de pertenecerse y envejecer
juntos, de esta manera reflejan la fidelidad de Dios. Pero esto solo tiene
sentido si se hace desde el corazón, allí donde Dios mira. De esta manera cada cónyuge es instrumento
del Señor.
La pareja debe llegar a un
punto donde el amor alcance su mayor liberación, es cuando cada uno se da
cuenta que el otro no es suyo, sino que tiene un dueño más importante el Señor.
Se tiene que invocar la acción del Espíritu para que se logre esta libertad
interior.
La vida familiar es un
pastoreo donde se cuida del otro y se enseñan los valores que ayudarán a vivir
una vida más plena. La fecundidad matrimonial es un culto a Dios, porque él es
el que siembra las cosas buenas en los demás, para que las hagamos crecer.
La experiencia espiritual
se puede cultivar en la contemplación del otro, mirar a los demás con los ojos
de Dios y reconocer a Jesús en ellos. El ser querido merece toda la atención.
Jesús detenía su mirada cuando se le acercaba alguien, una mirada de amor. La ternura es la capacidad de suscitar en el
otro el gozo de sentirse amado. Esto se
debe vivir en la vida cotidiana de la familia.
Es importante desarrollar
el sentido de hospitalidad, cuidar y buscar el bien del otro, acogiendo la vida
y generándola, como dice la palabra de Dios “algunos, sin saberlo, hospedaron a
ángeles” (Hb 13,2). La familia cuando acoge principalmente a los más necesitados
se convierte en maternidad de la Iglesia, el amor social es reflejo de la
Trinidad. La familia es una célula necesaria para transformar el mundo (cfr. AL
316- 324).
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