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    lunes, 15 de marzo de 2021

    Con los ojos de la Fe

     

    Educación | Pedro Orbezua, fsc




    ¡Que la Escuela vaya bien!
    Con los ojos de la Fe

     

    Creo que la historieta de Eduardo Galeano en “El libro de los abrazos” es muy conocida. Sin embargo, no cansa. Léanla y pinten con su imaginación el paisaje más conmovedor: “Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al Sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: -Ayúdame a mirar”.

     

    Hay miradas y miradas. Miradas que matan y miradas que enamoran. Miradas de científico y miradas de poeta. Miradas superficiales y miradas profundas. Nuestras miradas -¡piensen en las redes sociales, ufff!-  y la mirada de Dios.

     

    ¿Se les antoja un ejemplo? Asómense a la elección de David para rey de Israel:  Dios le habla a Samuel: “… quiero que vayas a casa de Jesé del pueblo de Belén, porque he elegido a uno de sus hijos para ser mi rey… Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab, el mayor de edad, y se dijo: ¨Sin duda este será el elegido¨. Pero Dios dijo a Samuel: No mires su apariencia ni su gran estatura, porque lo he descartado. Pues el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón” (I Samuel 16, 1 y 6).

    De la Salle, como les adelanté en el anterior artículo, nos invita “a no mirar nada sino con los ojos de la fe”, es decir, nos insta a mirarlo todo con la mirada de Dios que es, en cualquier caso para nosotros, una mirada de fe. Y más aún en este curso 2020-2021, ya más que estrenado donde el o la Covid 19 sigue pisando fuerte para hacernos sentir quién reina en el planeta y repetirnos inmisericorde, que con ella no se juega ni se relaja. Apremia aplicar una cuádruple mirada de fe: A ti mismo, a tus alumnos, a tu trabajo, a tus compañeros de tarea.

     

    1.- ¿Cómo “te miras”, Maestro, Maestra, y, por ende, ¿cómo “te ves? Quizás como un inútil de tomo y lomo. Porque te las ves y te las deseas para lidiar en un nuevo paisaje desolado que nunca supusiste podría ser verdad. En cambio, si te miras como te mira Dios, te ves y te vuelves a ver, como su elegido, llamado, consagrado y enviado: “Síganme y los haré pescadores de niños y jóvenes” (Mateo 4, 19).   Te contemplas y te regocijas porque eres ministro de Dios, su mediador, su “sacramento”. Eres el “ángel custodio” -no hay ángeles de alas de espuma- de esas criaturas en su “camino hacia una vida lograda”. En esa nueva mirada te “reimaginas” capaz, sacando fuerzas de flaqueza, descubriendo en ti posibilidades que ignorabas, y con la palabra reconfortante de Papi Mami Dios: Yo estoy contigo, vete a Egipto y libera a los niños y jóvenes de la tiranía del covid-faraón para que puedan continuar aprendiendo, creciendo, como mis hijos y hermanos entre sí. Dice el Papa: “¡No te arrugues!”  Tú eres Moisés, el libertador.

     

    2.- ¿Cómo “les miras”, Maestro, Maestra, y cómo “les ves” a tus alumnos y alumnas? Me dirás que no les ves, es verdad. La “enseñanza presencial” ha sido desterrada. A la fuerza, ahorcan, así que nos adivinamos “en línea” que no es lo mismo ni es igual. Más de un Maestro estará feliz de descubrirse libre del “acoso” estudiantil.  No hay mal que por bien no venga, se consolarán. Contrariamente, con los ojos de la fe, los verás como tus hermanitos pequeños que Dios te ha confiado a tu cuidado para que ninguno se pierda en los laberintos de la vida, tan complicados y crueles. O en los links, enlaces, vínculos virtuales en que se enredarán si disponen de ellos al menos, y si no, porque brillan por su ausencia, maldición sea como sea. Y te dolerá en los entresijos del alma que no, que no están aprendiendo, por más que los programas hermosamente diseñados y a todo color nos presenten el reino de Jauja… (Me comentó un Director de Escuela y Liceo: “¡No están aprendiendo nada!”) Ellos también son para ti “sacramento” de Dios, de Jesús. Reconozcan a Jesús bajo los pobres harapos de los niños que tienen que instruir; adórenlo en ellos” (DLS). Reconozcan que tienen derecho a no perder el curso escolar, más aún, a una educación de calidad… Sin Pandemia y con Pandemia. Ofrézcanse a Dios para ayudar a los niños que tienen encomendados tanto como lo exija de ustedes”. Y vaya que exige. 

     

    3.- ¿Cómo “lo miras”, Maestro, Maestra, y cómo “lo ves”, ese trabajo siempre difícil, de entregarse de la mañana a la noche, a la instrucción y educación de los hijos e hijas del pueblo? Te imagino que, en ocasiones, echando sapos y culebras por la boca. Porque la situación que se está viviendo es de agárrate que hay curva. ¿A que has pensado que mejor lo dejas y a otra cosa, mariposa, que para ese viaje no tengo alforjas y, como decía el niñito que se vio envuelto en una pelea de pandillas: “Si lo sé no vengo”? Con la mirada de fe, la tarea educativa se transfigura en “ministerio”, en servicio, en la Obra que Dios realiza a través de ti y que sin ti no podría llevar a cabo.  La misión no se puede abandonar ni bajar la guardia, ni qué le vamos a hacer, si no se puede no se puede, habrá que tomarlo suave… ¡A las duras y a las maduras, presente, Maestro, Maestra! Contamos con ustedes, los héroes, cual enfermeros, sanitarios, médicos, doctores… ¡de la Educación!

     

    4.- ¿Cómo “se miran”, Maestro, Maestra, y cómo “se ven” unos a otros? No me digan que en un sálvese quien pueda y cada palo que aguante su vela, sino orgullosamente equipo, comunidad, asociación de Hermanos y Hermanas, para el servicio educativo de los pobres. La mirada fructífera en educación es mirarse como Hermanos y pendientes de sus Hermanitos más pequeños y vulnerables: ¡Nunca les falte el pan crujiente y sabroso de la enseñanza!

     

    La clave del éxito, hoy y siempre, al presente más que nunca, “Fratelli tuti”. Sea esta tu oración, Maestro y Maestra: ¡Ayúdame, Señor, a mirar! ADH 854



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