La Iglesia Hoy | José Ignacio Rivarés/Ecclesia
Francisco,
en la misa en Erbil: «La Iglesia de Irak está viva»
«La
Iglesia de Irak está viva». Lo ha dicho el Papa Francisco en la Eucaristía que
ha oficiado en la tarde de este domingo, 7 de marzo, en Erbil, la capital de la
región autónoma del Kurdistán. Unas 10.000 personas han asistido a la ceremonia
en el estadio «Franzo Hariri» de la localidad. Ha sido la segunda misa —la
primera al aire libre— en este histórico viaje, el primero de un pontífice a
este sufrido y castigado país. La otra Eucaristía tuvo lugar ayer sábado en el
catedral caldea de San José de Bagdad.
Resistir
a la tentación de la venganza
En su
homilía, el Santo Padre ha advertido contra la tentación de responder con la
fuerza a la violencia y a los hechos dolorosos vividos en Irak. Ha dicho que el
camino a seguir para la reconciliación pasa por Jesús, quien —ha indicado— «nos
fortalece para que sepamos resistir a la tentación de buscar venganza». La
venganza «nos hunde en una espiral de represalias sin fin».
Comentando
el evangelio dominical (Jn 2, 13-25), que alude a la expulsión de los
mercaderes del Templo por Jesús, Francisco ha explicado que el Señor hizo ese
«gesto tan fuerte, tan provocador» para purificar la casa del Padre y el
corazón de los creyentes. «Como Jesús no toleró que la casa de su Padre se
convirtiera en un mercado (cf. Jn 2,16), del mismo modo desea que nuestro
corazón no sea un lugar de agitación, desorden y confusión». Hay que limpiar
el corazón —ha dicho— «de las falsedades que lo ensucian, de la doblez de la
hipocresía» y de «nuestras falsas seguridades». También, de las «nefastas
sugestiones del poder y del dinero». Pero para ello, para purificar el corazón,
hay que «ensuciarse las manos» y no quedarse «de brazos cruzados mientras el
hermano y la hermana sufren».
Francisco
ha recordado que Dios «no nos deja morir en nuestro pecado» y que incluso
cuando nosotros le damos la espalda, Él no nos abandona a nuestra propia
suerte. «Nos busca, nos sigue, para llamarnos al arrepentimiento y para
purificarnos». Ha concluido la homilía con esta frase: «Hoy puedo ver y sentir
que la Iglesia de Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo,
santo y fiel».
Conocida
también como Hewlêr (en kurdo) o Arbïl (en árabe), Erbil tiene poco más de un
millón de habitantes y está situada a unos 90 kilómetros al este de Mosul, la
principal ciudad del norte de Irak, y a unos 300 kilómetros de la frontera con
Siria. La urbe, antiquísima, estuvo tres años en poder del Estado Islámico,
siendo liberada en 2017. Se calcula que en el Kurdistán encontraron refugio en
esos duros años más de medio millón de desplazados, muchos de ellos cristianos.
Agradecimiento
del arzobispo de Erbil
A la
conclusión de la misa, el arzobispo caldeo de Erbil, Bashar Matti Warda C.Ss.
R., ha agradecido al Papa su «valentía» por visitar «este país nuestro tan
conflictivo», una tierra «llena de violencia» y lugar de «interminables
disputas, desplazamientos y sufrimiento para la gente». Y por hacerlo, además,
en este tiempo de pandemia y crisis mundial. «Esto hace que las palabras de
Cristo “no tengáis miedo” sean reales para nosotros», ha dicho antes de
agradecer «el poderoso mensaje de hermandad y perdón» que les ha dejado.
El Santo
Padre ha regalado una escultura de San José para el seminario de San Pedro.
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