Casa de Luz | Lic. Juan Rafael Pacheco
El perrito inseguro y el río cristalino
En una aldea
de Persia vivía un joven cuyo mayor afán era aprender. Siendo así, caminó hasta
lo alto de la montaña a visitar el sabio que allí vivía, preguntándole:
“Maestro, ¿cuál es el mayor inconveniente que un hombre debe vencer para
avanzar en su camino hacia la sabiduría y la libertad?”
Respondió el
sabio: “Él mismo. Su falso concepto de identidad es el obstáculo más difícil de
salva”.
Curioso, el
joven preguntó cómo había llegado a esa conclusión, contestando el anciano:
“Un día, vi un
perro sumamente sediento y sin embargo estaba a la orilla del río, mirando en
el agua su propio reflejo y tomándolo por otro perro. Ladraba y ladraba y luego escapaba sin haber
bebido, temeroso ante la imagen del fiero animal que lucía sus temibles
colmillos. Así estuvo durante horas.
Finalmente, la sed le hizo perder todo sentido de prudencia y de un brinco se
lanzó al agua. En ese mismo instante, el otro perro, su obstáculo,
desapareció”.
Decía Wheeler
Wilcox, periodista norteamericano de mediados del Siglo XIX: “Tú eres un
potencial de valores internos. Cree en
ti mismo y, sobre todo, cree en Dios.
Anímate a ti mismo reconociendo que tus proyectos son posibles. Los irás haciendo realidad en la medida en
que, sistemáticamente, vayas trabajando por hacerlos efectivos.
No podrás
conseguirlo todo de una vez, de manera mágica.
Si eres constante y paciente, irás logrando metas. Y si te afianzas en Dios, contarás con la
fuente incesante de las mejores bendiciones.
La fe y el
entusiasmo llevan al triunfo. No es
posible lograr nada sin la esperanza de lograrlo.”
Un ejercicio sumamente fácil nos ayuda a darnos
cuenta si la visión que tenemos de nosotros mismos es positiva o negativa.
Cuando un ganador comete un error,
dice: "Me equivoque" y aprende la lección. Cuando un perdedor comete un error, dice: "No fue culpa
mía" y se la echa a otros.
El ganador explica. El perdedor busca
justificarse.
El ganador sabe que la adversidad es
el mejor de los maestros. El
perdedor se siente víctima ante la adversidad.
El ganador sabe que el resultado de
las cosas depende de él. El
perdedor cree que la mala suerte existe.
El ganador dice, "Debe haber una
mejor forma de hacerlo..." El perdedor
dice, "Esta es la manera en que siempre lo hemos hecho".
El ganador enfrenta el problema. El
perdedor le da vueltas al problema.
El ganador es parte de la solución. El perdedor es parte del problema.
El ganador sabe cómo y cuándo decir
"sí" y "no". El perdedor dice "sí, pero…" y
"quizás no", en mal momento y con malas razones.
El ganador asume compromisos. El
perdedor hace promesas.
El ganador respeta sus superiores y procura
aprender algo de ellos. El perdedor guarda rencor contra los superiores y hasta
busca armar trampas contra ellos.
El ganador sabe controlarse. El
perdedor sólo tiene dos velocidades: la histérica y la soñolienta.
“Cada día la vida te da una nueva
oportunidad, para recomenzar, cambiar y crearte un destino diferente.
No es culpa de la vida que tú
decidas llenar este nuevo instante con las penas, rencores y temores del
pasado. De ti depende, es tu absoluta responsabilidad. Por cierto, mañana
también será otro nuevo día...” (Renny Yagosesky).
¡Ah! Y ten siempre pendiente la
historia del perrito inseguro y el río cristalino, porque sólo venciéndote
vencerás.
Bendiciones y paz.
Mis cuentos aparecen publicados en Catholic.net Este cuento
aparece publicado en la página 159 de mi libro “¡Descúbrete! Historias y cuentos para ser feliz”. Disponible en
Papelería Villa Olga, teléfono 809 583 4165, Santiago; Librerías
Paulinas, La Sirena y Librería Cuesta.
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