Rincón de la Palabra | José Israel Cruz
Escarramán* (escarramán_17@hotmail.com)
Don de Consejo
Continuando con la reflexión en torno a los dones del
EspÃritu Santo, hoy tomamos como referencia el “don de consejo”. Es un don
otorgado a la persona por parte de Dios, para iluminar las conciencias, en las
opciones cotidianas de la vida. En estos tiempos de tantas dificultades, se
hace necesaria la llamada “reconstrucción de las conciencias”, es decir, estar
atentos a que tantos fenómenos cambiantes, no actúen en perjuicio de los
valores cristianos, sino que continuemos cultivando el EspÃritu, a través de
hábitos sanos y positivos.
La aplicación de este don en la vida, es práctica y
operativa, Dios que ilumina las conciencias de las personas como hemos
señalado, pero de igual modo, el don de consejo es luz divina que procede de
Dios para iluminar también la vida de los demás, dejando asà que la vida de los
otros ilumine la nuestra. Siempre será discernimiento que va realizado desde
Dios, para provecho personal y comunitario. Como nos certifica la experiencia:
“los pensamientos de los mortales son tÃmidos e inseguras sus ideas” (cf. Sab
9,14). El don de consejo es un regalo que procede de Dios, como don que
ilumina.
Dos orientaciones determinan el campo
de acción de este don: el gobierno de sà mismo y la dirección de los otros. La
manera más perfecta de gobernarse a sà mismo: es mantenernos atentos a las
luces del EspÃritu. Quien contempla a Cristo quiere parecerse a Él. Volcado a
la caridad, busca contribuir con la Redención del mundo. Gracias a este Don, el
EspÃritu se convierte en maestro de nuestra vida y la de los demás. A la hora
de servir a los demás, es imprescindible comprender que sólo somos instrumentos
en manos de Dios, y que solo el propio EspÃritu Santo, puede realmente
aconsejar y dirigir a otros.
San Buenaventura nos relata, que el don de consejo actúa
como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriéndole lo que es lÃcito, lo que
corresponde, lo que conviene más al alma. La conciencia se convierte entonces
en el “ojo sano” del que habla el Evangelio (Mt 6,22), y adquiere una especie
de “nueva pupila”, gracias a la cual le es posible ver mejor, y descubrir lo
que hay que hacer en cada determinada circunstancia, aunque sea la más obscura
y difÃcil. El EspÃritu Santo comienza inmediatamente a hacernos sensibles a su
voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras
intenciones según el corazón de Dios.
Reconocer que el don de consejo, mucho más que una
recomendable fuente de consulta y criterio en momentos de apuro, es de vital
relevancia; esto es como leer en el libro abierto de la experiencia interior
del mismo Jesucristo. Se trata de un don que lleva a la libertad, a actuar sin
temor al juicio de los hombres. Es Dios mismo con su EspÃritu, quien ilumina
nuestro corazón, de tal forma que nos hace comprender el modo justo de hablar y
de comportarse; y el camino a seguir.
El don de consejo es un potente receptor para oÃr la voz
de Dios en el fondo de nuestra alma, o para descubrirla a través de
acontecimientos aparentemente intranscendentes. “El Señor me aconseja, hasta de
noche me instruye internamente” (cf. Sal 17,7). La condición esencial para
conservar este don es la oración.
Por su parte, tras la aparente sencillez de las palabras
de MarÃa en Caná: “haced lo que Él os diga” (Jn 2,5), se esconde el mejor de
los consejos del EspÃritu, que en ella habita de forma excelsa desde el momento
de su Inmaculada Concepción. ADH 848
*Sacerdote de la Arquidiócesis de Santo Domingo. Estudiante
de Derecho Canónico. Roma, Italia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...