Martín Gelabert Ballester, OP / Nihil Obstat
Eucaristía sin Cristo muerto ni resucitado
Si la Eucaristía es una comunión con Cristo muerto
y resucitado, resulta muy extraña esa Eucaristía que recibieron los discípulos
(y seguramente las discípulas) que estaban con Jesús la tarde del jueves antes
de la pasión. ¿Qué clase de Eucaristía es esa que se recibe antes de la muerte
y resurrección de Jesús? ¿Qué sentido tiene “comulgar” sacramentalmente, cuando
Jesús está presente, siendo la presencia y el contacto físico la mejor comunión
posible?
He leído (en Hans Urs von Balthasar) una
explicación muy interesante que, sin plantearse estas preguntas, me parece que
responde a ellas. La Eucaristía nos une a Cristo muerto y resucitado. Al
recibir la Eucaristía comulgamos con todo lo que Cristo es y de esta forma
estamos movidos a actuar como Cristo actuó. Solo comulgando con Cristo es
posible unirse a su cruz. Precisamente para que sus discípulos, temblorosos y
cobardes, pudieran abrazar la cruz en la que Cristo iba a ser crucificado,
Jesús mismo la víspera de su pasión se incorporó físicamente, por medio de la
Eucaristía, a sus discípulos para que pudieran estar con él hasta el final.
Unos de mala gana y con más miedo, y otros de buena gana, como María y Juan. Al
comulgar con Jesús, antes de su Pasión, la débil fe de los discípulos quedó
unida a la fe inquebrantable de Jesús.
La Eucaristía, como los demás sacramentos,
trascienden los tiempos. Nos unen a Cristo cualquiera que sea nuestra
situación. La Eucaristía del jueves santo unió a los discípulos con Cristo que
iba a morir y resucitar. Por eso el viernes de la crucifixión no huyeron, no
dejaron a Cristo. No podían dejarle, porque estaban unidos a él como no podían
estarlo más. Lo que hicieron fue esconderse, porque tenían miedo. Cosa normal.
Miraban desde lejos, estaban a la expectativa, pero no abandonaron a su
Maestro. Alguno, como Juan, y las discípulas, que eran más valientes o más
atrevidas, o pensaban inconscientemente que por su condición de mujeres los
soldados no se meterían con ellas, estaban al pie de la cruz. Unos y otras
estaban allí, porque unos y otras comulgaban con el crucificado, tanto cuando
vivió sobre la tierra, como cuando estaba resucitado.
A los cristianos de hoy, la eucaristía nos une con
Cristo ya resucitado. Pero en la unión con Cristo no hay un antes y un después
de su muerte. Lo que hay es un amor siempre presente y actuante, que se
manifiesta de modos distintos, no en función de Cristo, sino en función de
nuestras distintas situaciones.
Publicado en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...