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    miércoles, 31 de marzo de 2021

    Eucaristía sin Cristo muerto ni resucitado


    Martín Gelabert Ballester, OP / Nihil Obstat

     



    Eucaristía sin Cristo muerto ni resucitado

     

    Si la Eucaristía es una comunión con Cristo muerto y resucitado, resulta muy extraña esa Eucaristía que recibieron los discípulos (y seguramente las discípulas) que estaban con Jesús la tarde del jueves antes de la pasión. ¿Qué clase de Eucaristía es esa que se recibe antes de la muerte y resurrección de Jesús? ¿Qué sentido tiene “comulgar” sacramentalmente, cuando Jesús está presente, siendo la presencia y el contacto físico la mejor comunión posible?

     

    He leído (en Hans Urs von Balthasar) una explicación muy interesante que, sin plantearse estas preguntas, me parece que responde a ellas. La Eucaristía nos une a Cristo muerto y resucitado. Al recibir la Eucaristía comulgamos con todo lo que Cristo es y de esta forma estamos movidos a actuar como Cristo actuó. Solo comulgando con Cristo es posible unirse a su cruz. Precisamente para que sus discípulos, temblorosos y cobardes, pudieran abrazar la cruz en la que Cristo iba a ser crucificado, Jesús mismo la víspera de su pasión se incorporó físicamente, por medio de la Eucaristía, a sus discípulos para que pudieran estar con él hasta el final. Unos de mala gana y con más miedo, y otros de buena gana, como María y Juan. Al comulgar con Jesús, antes de su Pasión, la débil fe de los discípulos quedó unida a la fe inquebrantable de Jesús.

     

    La Eucaristía, como los demás sacramentos, trascienden los tiempos. Nos unen a Cristo cualquiera que sea nuestra situación. La Eucaristía del jueves santo unió a los discípulos con Cristo que iba a morir y resucitar. Por eso el viernes de la crucifixión no huyeron, no dejaron a Cristo. No podían dejarle, porque estaban unidos a él como no podían estarlo más. Lo que hicieron fue esconderse, porque tenían miedo. Cosa normal. Miraban desde lejos, estaban a la expectativa, pero no abandonaron a su Maestro. Alguno, como Juan, y las discípulas, que eran más valientes o más atrevidas, o pensaban inconscientemente que por su condición de mujeres los soldados no se meterían con ellas, estaban al pie de la cruz. Unos y otras estaban allí, porque unos y otras comulgaban con el crucificado, tanto cuando vivió sobre la tierra, como cuando estaba resucitado.

     

    A los cristianos de hoy, la eucaristía nos une con Cristo ya resucitado. Pero en la unión con Cristo no hay un antes y un después de su muerte. Lo que hay es un amor siempre presente y actuante, que se manifiesta de modos distintos, no en función de Cristo, sino en función de nuestras distintas situaciones.

     

    Publicado en:

    www.dominicos.org/blogs

     

     

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