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    lunes, 15 de marzo de 2021

    La Escucha de la Palabra en la Eucaristía


    Rincón de la Palabra | Ángela Cabrera, MDR





    La Escucha de la Palabra en la Eucaristía

     

    La escucha es asunto neurálgico en el mundo bíblico. El verbo proviene del hebreo: Shama‘, que puede ser traducido por “escuchar”, “dar atención”, “estar atento”, “dar oídos”, “entender”, “obedecer”. De aquí la conocida expresión: “Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé” (Deuteronomio 6,4), cita que Jesús retoma en el Nuevo Testamento para indicar y complementar la plenitud de los mandamientos, amar a Dios y al prójimo (Marcos 12, 29).

     

    El verbo “escuchar” se presenta en el Antiguo Testamento 1050 veces. Estas estadísticas son importantes porque hablan de la relevancia que posee. En este aspecto, se afirma que la fe bíblica entra por el oído, porque Dios es una experiencia no visual, sino auditiva. La revelación bíblica es esencialmente Palabra (de Dios) al ser humano. La fe nace de la audición (Romanos 10, 17). La Escucha de la Palabra es promovida por los profetas (Amós 3, 1), los sabios (Proverbios 1, 8).

     

    El sentido hebreo del término “escuchar”, no es sólo prestar un oído atento al mensaje que se comunica, sino abrirle el corazón, ponerla en práctica y obedecer.

     

    Sólo Dios puede abrir el oído de los que se sitúan como discípulos (Isaías 50, 5). En los tiempos mesiánicos oirán los sordos, los sordos comprenderán la Palabra y la obedecerán (Isaías 29, 18).

     

    En el Nuevo Testamento, “escuchar” proviene del griego akouo, que significa “oír”, “enterarse”, “noticia”, “predicación”. Aparece 430 veces, siendo frecuente en los Evangelios. Este oír es la forma esencial de asimilación en la teología bíblica. Es lo que la voz del cielo proclama a los discípulos: “Este es mi hijo amado, escúchenlo (Mateo 17, 5).

     

    En el espacio eucarístico acontecen dos movimientos auditivos: el Pueblo escucha la Palabra, y Dios escucha la palabra de su Pueblo, como una respuesta a su propia Palabra (Salmo 17, 6).  “Ésta es la confianza plena que tenemos en Él: que si le pedimos algo conforme a su voluntad, seguro que nos escucha. Y si sabemos que Él escucha todo cuanto le pedimos, también sabemos que tenemos conseguido todo lo que hayamos pedido.” (1Juan 5, 14).

     

    Cuando la Palabra es escuchada dignamente, entonces se actualizan las palabras de Jesús en nuestro contexto: “Ustedes ya están limpios por la Palabra que les he comunicado” (Juan 15, 3).


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