Siguiendo el Evangelio | Alexis Cifuentes
Las comidas de Jesús
Un tema importante en la vida de Jesús fueron sus comidas. Jesús comió habitualmente con publicanos, pecadores y prostitutas, tal como está atestiguado en los Evangelios.
La comunidad debe ocuparse de ser un espacio de compartir los bienes, de rescatar al necesitado y de construir una realidad nueva, donde a nadie falte el pan
Las comidas de Jesús con estos marginados son también signo
del Reino de los Cielos. Podemos decir que esas comidas de Jesús son una
parábola realizada, una parábola viva, en lugar de una parábola narrada.
Las comidas de Jesús son la imagen del banquete celestial y,
por tanto, anuncio de la llegada inminente del Reino de Dios. A ese Reino de
Dios están llamados todos, preferentemente los pobres, los marginados, las
prostitutas, los publícanos, etc.
Así pues, Jesús hace ya presente ese Reino, que predica como
inminente, cuando come con todos aquellos que están dejados de la mano de Dios.
Comiendo con los marginados, Jesús muestra el amor
incondicionado de Dios, hasta el punto de que ellos son los preferidos de Dios,
pues «los publicanos y las prostitutas les precederán en el Reino de los
Cielos» (cf. Mt 21,31).
De alguna de esas comidas se ha guardado un recuerdo
maravilloso de fraternidad y de abundancia. A pesar de la escasez de alimentos
con que empezó la comida, la palabra de Jesús invitando a compartir lo que cada
uno tenía logró que hubiera para todos y aun sobrara.
Compartir la mesa conecta directamente con la Eucaristía en el
mensaje que Jesús quiere transmitir a la comunidad, pues el mundo tiene hambre
de pan (material) y hambre de pan (espiritual). La comunidad debe ocuparse de
ser un espacio de compartir los bienes, de rescatar al necesitado y de
construir una realidad nueva, donde a nadie falte el pan.
Los relatos son explícitos en esta relación entre la comunidad
de fe que comparte el pan eucarístico y la comunidad más amplia, de
fraternidad, donde todos necesitan comer el pan. Y si no se hace el gesto de
poner en común los bienes que se tienen, todo se va acumulando y mucha gente no
alcanza a satisfacer sus necesidades. Con su gesto, en la multiplicación del
pan, Jesús hace reaccionar a sus discípulos para que pongan en común, desde ahí
ocurre el milagro de alcanzar lo suficiente para todos -nadie acapara ni se
guarda lo suyo para sí- incluso sobrando.
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