Fe y Vida | Consuelo Vélez, teóloga
Cuaresma:
purificar nuestras imágenes de Dios
Este
tiempo de cuaresma nos lleva también a revisar nuestras propias imágenes de
Dios y lo que nos cuesta aceptar al Dios que nos revela Jesús. Muchas veces nos
gustarÃa que fuera ese Dios poderoso que, atendiendo a nuestras peticiones,
resolviera “mágicamente” nuestros problemas. Asà ha pasado con el coronavirus
que, en el fondo, nos ha confrontado con la imagen de Dios que tenemos. Algunos
creyentes han invocado a Dios para que “quite”, “termine”, “acabe” con la
pandemia. Con estas peticiones se refleja que piensan que Dios puede quitar y
poner a su gusto o dependiendo de nuestros rezos. Pero no es asÃ.
El Dios que nos hace responsables del mundo en que vivimos y nos pide poner el amor y solidaridad como valor fundamental de nuestra existencia
Dios,
coherente con su creación, la ha confiado a nuestras manos y de ahà que la
responsabilidad humana no puede evadirse. La pandemia hemos de vencerla a
fuerza de ciencia (buscando la vacuna), a fuerza de igualdad (velando por que
las vacunas lleguen a todos -cosa que ya se ve que no está siendo posible
porque tal y como está organizado nuestro mundo, la salud es un negocio y las
farmacéuticas lo encarnan en este momento. Además, en muchas partes del mundo
se ven signos de corrupción frente a las vacunas), a fuerza de optar por el
bien común (acogiendo todas las medidas que sean necesarias para cuidar la
vida, evitando el contagio), a fuerza de solidaridad (repartiendo los bienes
para que nadie pasa necesidad).
Y,
entonces, ¿para qué rezar o cómo rezar al Dios de Jesús? Precisamente para que
nos introduzca en esta lógica del amor fraterno/sororal y seamos capaces de
“sintiéndonos en la misma barca” -como dijo el Papa Francisco-, naveguemos
juntos hasta que podamos vencer la pandemia. La oración no es una receta mágica
para superar la limitación humana o las injusticias que nosotros mismos
causamos. La oración es fuerza irresistible para seguir haciendo el bien, sin
cansarse, sin doblegarse, sin darse por vencido, sin abandonar la tarea.
Cuaresma
es tiempo de conversión, de reflexión, de cambio. Es tiempo de mirar a Jesús y
pedirle que nos enseñe a entender su mesianismo. Que nos confronte con las
imágenes de Dios que tenemos y las purifique para que, en realidad, sigamos al
Dios del Reino. Ese Dios que ama sin lÃmites, ni medida, que ofrece una
misericordia infinita, que no excluye a nadie -por ninguna razón-. El Dios que
nos hace responsables del mundo en que vivimos y nos pide poner el amor y
solidaridad como valor fundamental de nuestra existencia. El Dios que, a pedido
de Jesús, en el Evangelio de Juan, nos promete su espÃritu “Yo pediré al Padre
y les dará otro Paráclito, para que esté con ustedes para siempre, el EspÃritu
de la vedad (…) no los dejaré huérfanos” (Jn 14, 16-18), para sostenernos y
ayudarnos en todas nuestras dificultades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...