Evangelización | Documento de Puebla
Analizar las diversas ideologías II
La III Asamblea del CELAM en Puebla (27 de enero – 13 de febrero
1979, con la presencia del papa Juan Pablo II) se situó ante tareas y
esperanzas muy importantes. En Puebla nos invitan a analizar diversas
ideologías que están presentes en América Latina, en los nn. 541-549.
541. La exaltación desmedida y los
abusos del Estado no pueden, sin embargo, hacer olvidar la necesidad de las
funciones del Estado moderno, respetuoso de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales. Estado que se apoye sobre una amplia base de participación
popular, ejercida a través de diversos grupos intermedios. Propulsor de un
desarrollo autónomo, acelerado y equitativo, capaz de afirmar el ser nacional
ante indebidas presiones o interferencias, tanto a nivel interno como
internacional. Capaz de adoptar una posición de activa cooperación con los
esfuerzos de integración continental y en el ámbito de la comunidad
internacional. Estado, finalmente, que evite el abuso de un poder monolítico,
concentrado en manos de pocos.
542. a) El liberalismo capitalista,
idolatría de la riqueza en su forma individual. Reconocemos el aliento que
infunde a la capacidad creadora de la libertad humana y que ha sido impulsor
del progreso. Sin embargo, «considera el lucro como motor esencial del progreso
económico; la concurrencia como ley suprema de la economía, la propiedad
privada de los medios de producción, como un derecho absoluto, sin límites ni
obligaciones sociales correspondientes» (PP 26). Los privilegios ilegítimos
derivados del derecho absoluto de propiedad, causan contrastes escandalosos y
una situación de dependencia y opresión, tanto en lo nacional como en lo
internacional. Aunque es evidente que en algunos países se ha atenuado su
expresión histórica original, debido al influjo de una necesaria legislación
social y de precisas intervenciones del Estado, en otros lugares manifiesta aún
persistencia o, incluso, retroceso hacia sus formas primitivas y de menor
sensibilidad social.
543. b) El colectivismo marxista
conduce igualmente —por sus presupuestos materialistas
— a una idolatría de la riqueza, pero en su forma colectiva. Aunque
nacido de una positiva crítica al fetichismo de la mercancía y al
desconocimiento del valor humano del trabajo, no logró ir a la raíz de esta
idolatría que consiste en el rechazo del Dios de amor y justicia, único Dios
adorable.
544. El motor de su dialéctica es la
lucha de clases. Su objetivo, la sociedad sin clases, lograda a través de una
dictadura proletaria que, en fin, de cuentas, establece la dictadura del
partido. Todas sus experiencias históricas concretas como sistema de gobierno,
se han realizado dentro del marco de regímenes totalitarios cerrados a toda
posibilidad de crítica y rectificación. Algunos creen posible separar diversos
aspectos del marxismo, en particular su doctrina y su análisis. Recordamos con
el Magisterio Pontificio que «sería ilusorio y peligroso llegar a olvidar el
lazo íntimo que los une radicalmente; el aceptar elementos del análisis marxista
sin reconocer sus relaciones con la ideología, el entrar en la práctica de la
lucha de clases y de su interpretación marxista, dejando de percibir el tipo de
sociedad totalitaria y violenta a que conduce este proceso» (OA 34).
545. Se debe hacer notar aquí el riesgo
de ideologización a que se expone la reflexión teológica, cuando de realiza
partiendo de una praxis que recurre al análisis marxista. Sus consecuencias son
la total politización de la existencia cristiana, la disolución del lenguaje de
la fe en el de las ciencias sociales y el vaciamiento de la dimensión
trascendental de la salvación cristiana.
546. Ambas ideologías señaladas
—liberalismo capitalista y marxismo— se inspiran en humanismos cerrados a toda
perspectiva trascendente. Una, debido a
su ateísmo práctico; la otra, por la profesión de un ateísmo militante.
547. c) En los últimos años se
afianza en nuestro continente la llamada «Doctrina de la Seguridad Nacional»,
que es, de hecho, más una ideología que una doctrina. Está vinculada a un
determinado modelo económico-político, de características elitistas y
verticalistas que suprime la participación amplia del pueblo en las decisiones
políticas. Pretende incluso justificarse en ciertos países de América Latina
como doctrina defensora de la civilización occidental cristiana. Desarrolla un
sistema represivo, en concordancia con su concepto de «guerra permanente». En
algunos casos expresa una clara intencionalidad de protagonismo geopolítico.
548. Una convivencia fraterna, lo
entendemos bien, necesita de un sistema de seguridad para imponer el respeto de
un orden social justo que permita a todos cumplir su misión en relación al bien
común. Éste, por tanto, exige que las medidas de seguridad estén bajo control
de un poder independiente, capaz de juzgar sobre las violaciones de la ley y de
garantizar medidas que las corrijan.
549. La Doctrina de la Seguridad Nacional entendida como ideología absoluta, no se armonizaría con una visión cristiana del hombre en cuanto responsable de la realización de un proyecto temporal ni del Estado, en cuanto administrador del bien común. Impone, en efecto, la tutela del pueblo por élites de poder, militares y políticas, y conduce a una acentuada desigualdad de participación en los resultados del desarrollo.
Una tarea importante para nuestra reflexión teológico-pastoral es releer en el presente estos números acerca de las ideologías y constatar cuál son sus expresiones hoy, su actualidad o caducidad en este momento de la historia.
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