Nuestra Señora | José María
Álvarez, MSC
El P. Chevalier y Nuestra
Señora
El padre Julio Chevalier es el Fundador
de los Misioneros del Sagrado Corazón (1854), en Issoudun, Francia. Fue el
“creador e impulsor de una nueva advocación mariana, la que invoca a María como
“Nuestra Señora del Sagrado Corazón”.
Por eso, acercarnos al Padre Chevalier,
analizar lo que alentó su vida y motivo su consagración, supone comprender
también lo esencial de la devoción al Sagrado Corazón y a Nuestra Señora.
Para entender la obra del P. Chevalier
hay que conocer su preocupación por la descristianización que imperaba en la
Francia de su tiempo, asolada espiritualmente por la revolución y las
siguientes guerras napoleónicas. Y que también lo estaba por los escasos
resultados de quienes pretendían solucionar ese problema predicando la
penitencia y haciendo celebraciones expiatorias, porque pensaban que aquellos
males eran un castigo de Dios. No es esa la enseñanza de Jesucristo, que nos
mostro a un padre que no distingue entre buenos y malos porque ve a todos como
hijos, y que no busca castigar sino sanar. Y por eso el P. Chevalier opto por
hacer del amor de Dios la consigna de su predicación y el emblema de su vida.
Porque él era el remedio y el instrumento de evangelización en una sociedad
necesitada de un Dios capaz de perdonarles y reconducirles, con lazos de
dulzura, a las verdades eternas despreciadas por pensadores y políticos. Para
Chevalier no era valido el mensaje en que tanto insistían otros: conversión si
no queréis experimentar la colera de Dios, por el contrario, su consigna fue el
proclamar: Dios os ama.
Esta novedad suponía todo un cambio en la
visión de Dios, que sorprendió mucho a quienes la escuchaban en aquel tiempo. Y
puede que hoy nos resulte tan llamativa porque ya raramente se habla de la
severidad de Dios y de la pena del infierno y mas bien estamos acostumbrados a invitaciones
a la solidaridad, la tolerancia y el entendimiento mutuo, con el telón de fondo
de valores como los que postula la Declaración de los Derechos Humanos. Y en el
ámbito cristiano estamos habituados, ya desde las catequistas de la infancia, a
la solidaridad y la compasión entendiendo que el ser cristiano se condensa en
el Amaos los uno a los otros, que anunciara nuestro señor. Como a nosotros hoy
esto nos parece ya lo normal, puede costarnos un poco el comprender hasta que
punto el P. Chevalier se adelanto a su tiempo y tuvo el coraje de recuperar lo
que había quedado medio enterrado por el tiempo y los acontecimientos.
Pero por si esto nos sorprendiera tanto,
aun queda por destacar que este hombre profético fue todavía más allá y así
cayo en la cuenta de que este amor que Dios nos tiene no es un amor amable,
sino un amor-pasión. Es decir, comprendió que Dios nos ama apasionadamente, no
con esa compasión que puede tener el que es fuerte respecto al que es débil, el
creador respecto a la criatura, sino con la intensidad con que el enamorado ama
lo que es objecto de su amor. O, en termino de filiación, con la que un padre,
que es Madre al mismo tiempo, puede amar al hijo surgido de sus entrañas.
Y si Dios nos ama apasionadamente,
también cada uno de nosotros puede amarle con idéntica pasión. Lo cual hace que
veamos la religión en el comportamiento religioso no como un conjunto de prácticas,
de fidelidades o de buenas obras, sino como amar y estar unidos a un Dios que
nos ama. Es el vivir de amor que dirá mas tarde Santa Teresa de Lisieux, y que
aun sigue siendo un mensaje novedoso para muchos en nuestro tiempo.
Siguiendo el pensamiento del P.
Chevalier, concluiríamos que, cualquiera que sea la época en la que vivamos,
fueran las que fuesen las dificultades que conozcamos o las facilidades de las
que nos aprovechemos, la cuestión que se nos plantea a cada uno de nosotros es
siempre la misma:
¿tu ama? Y que todos los amores humanos no son mas que
reflejos del amor de Dios. Pues Dios es el amor mismo y, para estar mas cercano
a nosotros, se encarnó, se hizo hombre, con un corazón humano como el nuestro,
que nos ama como puede hacerlo un ser humano, pero con el poder del Amor de
Dios.
Esta era la pasión del P. Chevalier, la
que lleno su vida: hacer comprender a todos y en todas partes que Dios nos ama.
Y lo subrayo con una imagen y una invocación a María que así lo manifestaba:
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, la que engendro y educo al hijo de Dios
para luego ofrecérnoslo a todos con un regalo divino. para que nosotros,
imitando su gesto, unamos nuestro corazón al suyo para poder ser, en la tierra,
ese Amor de Dios manifestado.
Publicado
en Madre y Maestra, revista de los MSC de España. No. 611, octubre 2019.
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