Reflexión / P. Tarcisio Gaitán, CP*
El samaritano, modelo de acción en la
Fratelli Tutti
El último en entrar en acción es un hereje y
enemigo de los judíos, un excluido de la sociedad. También él ve al herido, pero al contrario de
los personajes piadosos, se deja mover por la compasión eficaz y transforma la situación
del abandonado. Ver y actuar son las dos
actitudes básicas que le llevan a conmoverse por el drama del saqueado y
abandonado. Su profunda humanidad lo
mueve a la acción compasiva que transforma la situación del postrado. En contraposición a la indiferencia social que
caracteriza a la humanidad y como solución a ella, el papa Francisco propone no
meramente la actitud bondadosa del samaritano, sino fundamentalmente el modelo de
acción que lo guía: la compasión eficaz. Solo ella es capaz de hacer resurgir
lo mejor del ser humano y de empujar a la sociedad para que “se encamine a la
prosecución del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra
vez su orden político y social, su tejido de relaciones, su proyecto humano”
(FT 66).
Permitirse
ver el sufrimiento
humano es el primer paso de la compasión eficaz. Mirar al rostro al emigrante, permitir que el
llanto del desamparado llegue al corazón, sentir en la propia piel las heridas
del lacerado. El rostro cristiano de Dios no es el del victorioso inmaculado
sino el de Aquel que ha conocido el tormento: “¿Ustedes por qué dudan? Miren
mis manos y mis pies, soy yo mismo” (Pc 24, 38-39). No es posible una fe que aspire
a ver el rostro de Dios evadiendo el rostro de las víctimas.
El samaritano vio al caído y sintió hervir sus
entrañas de ira y compasión. No puede haber complacencia ante la injusticia. El
samaritano he-rético (según los creyentes ortodoxos) no es insensible ni un
testigo pasivo del dolor humano; el sufrimiento le resulta insoportable. Por
eso no huye ni se refugia en dogmas o en doctrinas; está más interesado en la
dignidad humana que la solemnidad del culto.
Aferrarse a la identidad del grupo excluye la posibilidad de volverse prójimo,
conduce al individualismo y atenta contra la fraternidad humana y la amistad social
(FT 102-103). La compasión asemeja al samaritano con Jesús. De hecho, el Evangelio describe la conmoción que
experimenta el samaritano con el término espera, “un verbo que en el NT es exclusivo
de los sinópticos y que se aplica preferentemente a los sentimientos que Jesús
experimenta ante la humanidad postrada por el hambre, la enfermedad o el dolor”.
La indignación que arde en el corazón del samaritano
se con-vierte en acciones de solidaridad compasiva para con el herido: “Se acercó,
vendó sus heridas y echó en ellas aceite y vino; lo montó luego sobre su propia
cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él” (Pc 10, 34). La seguidilla de
verbos describe el proceso de implicación del samaritano en el problema del
ultrajado. Su caridad no es un sentimiento estéril, no lo paraliza en la
inacción. Es el amor eficaz que
lo mueve a
hacerse responsable del
mal del mundo y a tomar medidas para
superarlo. Quien ve el
sufrimiento con ojos compasivos no se queda en disquisiciones paralizantes. El
amor lo urge a actuar para superar la injusticia. Y en esa tarea compromete
toda su vida, inclusive su futuro: “si gastas más, cuando regrese te lo pagaré”
(Pc 10, 32).
En un mundo fragmentado y polarizado, el principio
de la solidaridad real ejercido por el samaritano es el modelo de acción que impulsa
a pensar y gestar un mundo sin fronteras (ver FT 3-4) transformado por la caridad
política que posibilite a todos los seres humanos ser invitados de primer orden
al banquete de la vida. Es necesario
cambiar la mirada, experimentar el clamor del pueblo asaltado, de las familias rotas
por la insensibilidad de quienes niegan el derecho a la migración. Que ese
clamor llegue a lo más profundo del creyente para que direccione su vida a la noble
tarea de la dignificación de todas las víctimas.
*Es religioso pasionista colombiano, docente de
Sagrada Escritura en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y
miembro del ETAP.
La reflexión es parte de su artículo El
samaritano que se hizo prójimo, clave teológica y espiritual de la Fratelli
Tutti.
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