Reflexión | Sandy Yanilda Fermín
¡Huesos secos Vs. Vida!
¿En
algún momento has sentido ser un hueso seco? ¿Te has visto en un desierto
convertido en huesos secos? ¿Te preguntaste si podrías salir de ese valle sin vida?
Hace
mucho tiempo leí en el libro de Ezequiel (37, 1-14), este pasaje que ahora
puedo enfocar mejor desde la Resurrección. Me encantó este mensaje de los
huesos secos, debido a lo siguiente:
Si
en algún momento nos empuja la vida a ser huesos secos, tener una vida estéril y
quedarnos sin esperanzas, es nuestra decisión no aceptarlo y llenarnos de
alegría al recibir un espíritu Santo que nos mantendrá en armonía.
Si
en algún momento, nos sentimos en la muerte y sobre cenizas, derrotados y
abatidos, Dios nos sacará del valle de tinieblas en el que podamos estar para
darnos vida.
Aunque
nos sintamos unos huesos secos, sin vida en la fe y sin deseos de realizar algo
nuevo, Dios nos levanta y nos impulsa a no quedarnos estáticos sino a buscar la
vida, correr detrás de ella.
Aunque
sintamos ser unos huesos secos, para no estar en contemplación con la
naturaleza ni en sintonía con nosotros mismos, Dios nos restaura y nos renueva.
Si
en algún momento sientes tu vida convertida en huesos secos, una vida reseca
sin paz... Reflexiona sobre la tristeza que tuvieron los discípulos al sentirse
solos y, como luego, al ver un Jesús resucitado volvieron a la vida,
volvieron a ser felices y lo más importante a difundir su historia a toda
la tierra.
En
este tiempo de pandemia muchas personas han pasado de ser unos huesos secos, a
ser mejores personas a nivel a personal, en comunidad, en el trabajo y hasta
visualizarse en un futuro de cambio.
Jesús
vivió en carne propia ser un hueso seco y más aún, tener unos huesos triturados.
Qué bonito fue, ofrecer su dolor por nosotros y para nosotros y así darnos su
ejemplo para seguirlo.
Hay
una canción que resume esta reflexión para motivarnos a mirar a Jesús, él siempre
nos invita y nos espera con los brazos abiertos: “Cuando flaquea mi Fe y siento
desfallecer, cuando no pueda seguir y falten fuerzas en mí… Es Jesús el pan
de vida… mi alegría y mi sustento”.
Dios
nos regaló la vida. ¡Demos gracias por siempre guiarnos y cuidarnos!
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