Matrimonio y Familia | Diácono Julián Tavárez
Matrimonio: gracia y autodonación
El matrimonio sacramental es fruto del amor
cristiano, especialmente por la gratuidad (Dios mismo que se da por amor) y la
donación de la propia vida (autodonación). Dijo alguien que no ama el que
quiere, sino el que puede. Con esto entendemos una realidad muy presente en
nuestras vidas: la vida más auténtica se da, no se guarda; quien se siente
agradecido y lleno de la gracia abundante que ni se merece, tiende al mismo
tiempo a servir, amar y darse a los demás. Ama quien puede, en el sentido de
que sin madurez humana no se ama verdaderamente, hay personas que están como
incapacitadas para amar y se mueve entre el egoísmo y la indiferencia.
Se realiza y construye en el amor humano que tiene
densidad y profundidad cristiana. De la resurrección de Jesús crucificado brota
la promesa de que el amor termina siendo más fuerte que la muerte, es decir,
más fuerte que todo aquello que conduce a la muerte de la vitalidad del ser
humano tal como nos revela el Dios que hace posible lo que nos parece
imposible.
Sólo el amor gratuito es gratificante y da sentido a toda la vida, un verdadero gesto de amor gratuito
En el matrimonio, decir gratuidad en el amor
mutuo, es decir plenitud de alegría. La alegría verdadera no surge de cualquier
manera, sino de gestos de amor gratuitos que siempre sorprenden por
inesperados.
Es maravilloso cuando los esposos viven
conscientemente esta condición de amor mutuo. La relación entre ellos no es el
“debes”, “te corresponde a ti ese gesto”, sino la grata sorpresa: “qué
maravilla que me quieras”. Sólo el amor gratuito es gratificante y da sentido a
toda la vida, un verdadero gesto de amor gratuito, que no tiene una explicación
lógica, sino que lo sobrepasa, abre el corazón del amado a “agradecer” por
sentirse amado “porque sí”, porque él es él y porque ella es ella. Por esta
relación de amor el ser humano satisface su necesidad fundamental de amar y ser
amado, que es el modo de ser persona con los demás y con el mundo.
El amor gratuito va más allá del atractivo del
momento, no es una energía que viene de afuera sino una energía que surge desde
adentro, es siempre una “decisión de amar más”, no un resultado sin trabajo
personal, como es el enamoramiento. Solo un amor verdadero supera la etapa de
desilusión que ocurre en las parejas.
El amor gratuito es activo, prepara para una
decisión, mientras que el enamoramiento es pasivo y se deja fluir desde la
espontaneidad; no se puede tomar la “decisión de enamorarse” porque el
enamoramiento no depende de la voluntad, el amor sí.
La auténtica “gratitud” surge espontánea de la
verdadera recepción de la gratuidad. Si el gesto de amor da la impresión que es
un “debo”, que “me corresponde hacerlo”, que “me obliga desde afuera” no es
gratuito, y no despierta la verdadera “gratificación”. Si el gesto válido es
sólo el gesto gratuito, la “pretensión de recibirlo” mata la gratuidad antes
que nazca. Tanto el gesto de dar como el gesto de recibir deben ser gratuitos
para que adquieran toda su plenitud gratificante. Cuando no se observan estas
leyes del amor mutuo nace fatalmente la rutina, la “lata” porque no aparece
nada nuevo en la vida, todo se repite, y al no despertar y compartir las
riquezas interiores, triunfa la soledad y el convivir se presenta como un peso
insoportable.
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