Espiritualidad | Leonardo
Boff
San José, patrono de la
buena muerte
A decir verdad, san José es más patrono de la
Iglesia-pueblo-de-Dios, de los humildes, de los anónimos, de la “gente buena”
trabajadora que de la Iglesia-gran-institución. Aquellos son los que viven, sin
mucha reflexión, los ideales de su hijo Jesús de buena voluntad, de amor, de
solidaridad y de reverencia ante el misterio de la vida y de la muerte. Ellos
dieron el nombre de José a hombres y también a mujeres (como, por ejemplo,
María José, la traductora de mis textos al español), a ciudades, a calles, a
instituciones públicas y a escuelas.
Un padre amable, padre de ternura, padre de
obediencia, padre de acogida, padre de valor creativo, padre trabajador y padre
en la sombra
El Papa Francisco convocó a los fieles para
reflexionar durante todo este año sobre la relevancia de la figura de San José,
especialmente como padre en una sociedad sin padre o con padre ausente. Publicó
una Carta Apostólica “Patris Corde” (corazón de padre o padre de corazón) en la
cual delinea en siete rasgos sus principales características: “un padre amable, padre de ternura, padre de obediencia,
padre de acogida, padre de valor creativo, padre trabajador y padre en la
sombra”.
En el contexto actual cabe recordar una devoción muy
popular, la de San José, patrono de la buena muerte, ya que la muerte se
extiende por el mundo y en Brasil, junto con Estados Unidos, está haciendo el
mayor número de víctimas.
Las informaciones sobre la muerte de San José se
encuentran solo en un evangelio apócrifo (no canónico) “La historia de José, el
carpintero” escrito entre los siglos IV y en Egipto (edición de Vozes de 1990).
Se trata de una larga narración en la cual Jesús cuenta a los Apóstoles cómo
era su padre José y cómo murió.
El apócrifo contextualiza su vida y su muerte,
testimoniando que, al volver del exilio forzado en Egipto, fue a vivir en
Nazaret, donde “mi padre José, el anciano bendito, siguió ejerciendo la
profesión de carpintero y, así, con el trabajo de sus manos, pudimos
mantenernos; nunca jamás se podrá decir que comió su pan sin trabajar”
(capítulo IX). Narra también que “yo llamaba a María, mi madre y a José, mi padre;
les obedecía en todo lo que me ordenaban, sin permitirme replicarles ni una
palabra; al contrario, les dedicaba siempre gran cariño” (c. XI).
Pero llegó un momento, ya en edad avanzada, que José
enfermó: “perdió las ganas de comer y de beber, y sintió vacilar su habilidad
en el desempeño de su oficio” (c. XV). Narra con pormenores que, echado en la
cama, “se puso extremadamente agitado” y empezó a quejarse, profiriendo muchos
ayes (c. XV y XVI). A oír tales ayes Jesús dice: “entré en el aposento en que
se encontraba y lo saludé: salve, José, mi querido padre, anciano bondadoso y
bendito”. A lo que José respondió: “¡Salve, mil veces, querido hijo! Al oír tu
voz, mi alma recobró su tranquilidad (c. XVII).
No mucho después ocurrió el desenlace: “mi padre
exhaló su alma con un gran suspiro” (c. XXI). Y concluye: “entonces yo me eché
sobre el cuerpo de mi padre José; cerré sus ojos, cerré su boca y me levanté
para contemplarlo” (c. XXIV). En el momento en que era llevado al túmulo,
comenta Jesús: “Me vino a la mente el recuerdo del día en que me llevó a Egipto
y las grandes tribulaciones que soportó por mí. No me contuve, me lancé sobre
su cuerpo y lloré largamente” (c. XXVII).
Al final, terminando su narración, Jesús hace una
petición a los apóstoles: “Cuando sean revestidos de mi fuerza y reciban el
Soplo de mi Padre, es decir, del Espíritu Paráclito y sean enviados a predicar
el evangelio, prediquen también sobre mi querido padre José” (c. XXX).
Con esta pequeña reflexión estamos cumpliendo el
mandato de Jesús. Ojalá San José acompañe con su fuerza y su cariño paterno a
los miles de personas que están en las UCIs luchando por sus vidas, contra este
terrible ataque que la Madre Tierra ha lanzado contra la humanidad, mandándonos
la Covid-19 como señal: no prolonguen el estilo de vida consumista y devastador
de los bienes y servicios limitados de la naturaleza; asuman un nuevo modo
sostenible de vida y establezcan un lazo de amor y de respeto con la naturaleza
y con todos sus seres, nuestros hermanos y hermanas, dentro de la Casa Común,
el planeta Tierra, nuestra grande y bondadosa madre.
*Leonardo Boff ha escrito San José: el padre, el artesano y el educador, Vozes 2012 (Traducción de Mª José Gavito Milano).
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