La Iglesia Hoy |
Revista Amigo del Hogar
¿Cómo seremos “Iglesia en salida”?
En el mensaje del papa
Francisco encontramos una propuesta para vivir nuestra comunión eclesial, cuando invita a sentirnos
enviados a la misión. Es la manera de ser “Iglesia en salida”, abiertos a la
tarea misionera. Estar en salida no es un programa, ni una intención que
se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es el mismo Señor quien saca a la
Iglesia de sí misma. “En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque
el Espíritu te empuja y te trae”.
Con el paso del tiempo hemos superado la comprensión de la misión como desplazamiento a otros lugares lejanos, como tener misioneros y misioneras “especiales” para la misión
Esta imagen de “Iglesia en salida” en el pensamiento del Papa hace alusión a una realidad, que él mismo ha precisado: la Iglesia no es autorreferencial, la Iglesia está al servicio del Evangelio. Nuestra diaconía eclesial como testigos, nos coloca en el lugar que nos corresponde, no somos el referente, sino Cristo. Después del Concilio, la Evangelii Nuntiandi proclamó que la Iglesia no está para sí misma, sino para anunciar el Evangelio, está para servir al mundo.
Esta época, marcada por los
sufrimientos y desafíos causados por la pandemia del COVID-19, en el camino
misionero de toda la Iglesia resuena el relato de la vocación del profeta
Isaías: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8). Es la respuesta siempre
nueva a la pregunta del Señor: “¿A quién enviaré?”.
La Iglesia responde a una
llamada que viene del corazón de Dios, de su misericordia que interpela tanto a
la Iglesia como a la humanidad en la actual crisis mundial. No podemos ser
indiferentes a nuestra vocación, hemos sido convocados para realizar nuestra
vida en la entrega desinteresada. La misericordia de Dios interpela tanto a la
Iglesia como a la humanidad en la actual crisis mundial.
Gracias a las respuestas reales ante
el clamor del mundo, con el paso del tiempo hemos superado la comprensión de la
misión como desplazamiento a otros lugares lejanos, como tener misioneros y misioneras
“especiales” para la misión, para salvar almas. Desde este presupuesto, la
mayoría de los católicos no serían misioneros. Ni Santa Teresita del niño Jesús,
que murió joven, intercedía por las misiones, pero no viajó a Oriente ni al
continente africano.
Hoy tenemos que entender la misión
desde lo que somos y donde estamos. Pero siempre con ese dinamismo de no
instalarnos, no acomodarnos; siempre en salida. Hoy se habla incluso de las “periferias
existenciales” y éstas pueden estar muy cerca, en nuestro entorno. Si nos
encerramos y no somos sensibles a esas realidades humanas, no seremos “Iglesia
en salida”.
Estamos conscientes que la misión es
de todos. No es solo propuesta de un organismo pontificio o del mismo papa que
nos anima, la misión surge de nuestra condición de discípulos, enviados, somos apóstoles:
a los que llamó Jesús los envió y a los que envió les dijo “Vayan a todo el
mundo”. Un mundo que se hace cada vez más cercano, pero sin actitud compasiva,
queda lejano y extraño para nosotros, incluso rechazando a los que vienen hacia
nosotros.
Las primeras generaciones fueron
verdaderamente la “Iglesia en salida”, para hacer llegar el Evangelio a todas
las gentes, de todos los pueblos, de todas las culturas. Ese testimonio aparece
dibujado en el esfuerzo y la entrega de la comunidad apostólica que se dispersó
por todo el mundo, el diálogo con el mundo judío y la cultura griega, el
testimonio martirial, una Iglesia donde resonaban las palabras de Jesús y la
certeza de que él permanece en comunidad hasta el fin del mundo.
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