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    sábado, 19 de junio de 2021

    Perfil del diácono permanente


    Ministerios | Amigo del Hogar/VA

     

    ¿Qué espera el papa Francisco de los diáconos permanentes de Roma?




    ¿Qué se espera de los diáconos permanentes?

     

    Los diáconos permanentes de Roma, reunidos con el papa Francisco le han preguntado qué espera el Obispo de Roma de ellos. El papa accedió a responder, señalando que compartiría tres breves ideas no en la dirección de “cosas que hacer”, sino “de dimensiones que cultivar”.

     

    Como paso previo iluminador, comenzó reflexionando sobre el ministerio del diácono, citando la Lumen Gentium que, después de describir la función de los presbíteros, señala que la ordenación de los diáconos es “en orden al servicio (n. 29), recuperando así su especificidad, que había sido reducida a una “orden de paso al sacerdocio”.

     

    Esa diferencia no es insignificante. El mero hecho de subrayarla “ayuda a superar la lacra del clericalismo, que sitúa a una casta de sacerdotes, ‘por encima’ del Pueblo de Dios. Esto se ha de resolver, dice Francisco y añade: “Los diáconos, precisamente por estar dedicados al servicio de este Pueblo, nos recuerdan que en el cuerpo eclesial nadie puede elevarse por encima de los demás.”

     

    La lógica del abajamiento

    “En la Iglesia debe prevalecer la lógica opuesta, la lógica del abajamiento. Todos estamos llamados a abajarnos, porque Jesús se abajó, se hizo siervo de todos”, enfatiza ampliando esta reflexionando. Igualmente lo refiere al discipulado, tal como orientó Jesús el grupo de sus discípulos, para que sean servidores, no señores. “Recordemos, por favor, que siempre para los discípulos de Jesús amar es servir y servir es reinar. El poder reside en el servicio, no en otra cosa”. Siguiendo esta propuesta evangélica, les recuerda que “los diáconos son los custodios del servicio en la Iglesia”.

     

    El diaconado, siguiendo el camino marcado por el Concilio, por eso hoy podemos hablar de "Iglesia constitutivamente misionera" y de "Iglesia constitutivamente sinodal", digo que deberíamos hablar de "Iglesia constitutivamente diaconal". Si no se vive esta dimensión del servicio, todo ministerio, en efecto, se vacía por dentro, se vuelve estéril, no produce frutos. Y poco a poco se vuelve mundano.

     

    El papa ilustró estas certezas de la fe nombrando a un gran amigo de Jesús: el diácono San Francisco, como él, llevar “a los demás la cercanía de Dios sin imponerse, sirviendo con humildad y alegría. La generosidad de un diácono que se entrega sin buscar las primeras filas huele a Evangelio, nos habla de la grandeza de la humildad de Dios…” que da el primer paso – siempre, Dios da siempre el primer paso- para salir al encuentro incluso de los que le han dado la espalda.

     

    La naturaleza del diaconado

    “La disminución del número de sacerdotes ha llevado a la dedicación prevalente de los diáconos a tareas de suplencia que, aunque importantes, no constituyen la naturaleza específica del diaconado. Son tareas de suplencia”, precisa el papa Francisco.

     

    El Concilio Vaticano II después de hablar del servicio al Pueblo de Dios "en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad", subraya que los diáconos están sobre todo – sobre todo- "dedicados a los oficios de la caridad y de la administración" (Lumen Gentium, 29). La frase recuerda los primeros siglos, cuando los diáconos atendían las necesidades de los fieles, especialmente de los pobres y los enfermos, en nombre y por cuenta del obispo”.

     

    En definitiva, se podría resumir la espiritualidad diaconal, es decir, la espiritualidad del servicio, en pocas palabras: disponibilidad dentro y apertura fuera. Disponibles dentro, desde el corazón, dispuestos a decir sí, dóciles, sin hacer girar la vida en torno a la propia agenda; y abiertos fuera, con la mirada dirigida a todos, sobre todo a los que quedan fuera, a los que se sienten excluidos.

     

    En ese contexto del servicio diaconal, es que Francisco respondió acerca de lo que él espera de los diáconos permanentes de Roma y describió un perfil.

     

    Que sean humildes

    En cuanto a lo que espero de los diáconos de Roma, añadiré tres breves ideas más, -pero no os asustéis, que ya estoy terminando- que no van en la dirección de "cosas que hacer", sino de dimensiones que cultivar. En primer lugar, espero que seáis humildes. Es triste ver a un obispo y a un sacerdote pavonearse, pero es todavía más triste ver a un diácono que quiere ser el centro del mundo, o el centro de la liturgia, o el centro de la Iglesia. Humildes. Que todo el bien que hagáis sea un secreto entre vosotros y Dios. Y así dará frutos.

     

    Que sean buenos esposos, buenos padres y abuelos

    En segundo lugar, espero que seáis buenos esposos y buenos padres. Y buenos abuelos. Esto dará esperanza y consuelo a las parejas que pasan por momentos de fatiga y que encontrarán en vuestra sencillez genuina una mano tendida. Podrán pensar: "¡Mira nuestro diácono! Se alegra de estar con los pobres, pero también con el párroco e incluso con sus hijos y su mujer". ¡También con la suegra, es muy importante! Hacer todo con alegría, sin quejaros: es un testimonio que vale más que muchos sermones. Y nada de quejas, adiós. Sin quejarse. “He tenido tanto trabajo, tanto...” Nada. Tragáoslas. Fuera. La sonrisa, la familia, abiertos a la familia, la generosidad.

     

    Ver más allá y ayudar a los demás a ver más allá

    Por último, la tercera cosa, espero que seáis centinelas: no sólo que sepáis divisar a los lejanos y a los pobres -esto no es tan difícil-, sino que ayudéis a la comunidad cristiana a divisar a Jesús en los pobres y en los lejanos, ya que llama a nuestras puertas a través de ellos. Es una dimensión, diría también, catequética, profética, del centinela-profeta-catequista que sabe ver más allá y ayudar a los demás a ver más allá, y ver a los pobres, que están lejos. Pueden hacer vuestra la bella imagen del final de los Evangelios, cuando Jesús desde lejos pregunta a sus discípulos: "¿No tienen nada que comer?" Y el discípulo amado lo reconoce y dice: "¡Es el Señor!". (Jn 21:5, 7). Cualquier necesidad, ver al Señor. Así, también ustedes divisen al Señor cuando, en muchos de sus hermanos más pequeños, pide ser alimentado, acogido y amado. Sí, quisiera que éste fuera el perfil de los diáconos de Roma y de todo el mundo. Trabajen en esto. Sois generosos y adelante así.


    Fuente: Prensa Vatican.va

     

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