Humanismo Integral
| Ignacio Miranda
Reforma fiscal con equidad integral
Reforma Fiscal, es una expresión que aparece cada
cierto tiempo. Muchas personas tienden a rechazarla, porque la experiencia es
que el sector público la convierta en incremento de los impuestos a los
consumidores, apoyado por organismos internacionales que financian la deuda externa,
y que solo les interesa que les paguen.
Los economistas comprometidos con la verdad de esta
ciencia humanÃstica, desvirtuada por sectores de poder, saben muy bien que la
polÃtica fiscal contiene dos estructuras fundamentales: la tributaria y la financiera;
vale decir, ingresos y egresos.
Una reforma fiscal
en función del desarrollo tiene que fundamentarse en la equidad integral que
represente un equilibrio entre los principales agentes económicos, que son los
trabajadores, las empresas, los consumidores y el Estado. Esto exige la
cooperación de todos ellos, según su capacidad para crear riquezas en función
del bien común.
Los trabajadores: producir
con laboriosidad; y las empresas, como principales empleadoras, pagar con
justicia distributiva los trabajadores, justicia social para los consumidores, y
entregar puntualmente al Estado, los impuestos tanto directos como indirectos.
Los consumidores:
asociarse para adquirir los bienes y servicios que satisfagan sus necesidades
reales, combatiendo y rechazando las carencias ficticias que, como el juego de
azar, el consumismo y otros vicios, que son antivalores inútiles para elevar su
calidad de vida integral.
El Estado: establecer
las cargas impositivas a las empresas y a las personas, según sus beneficios e
ingresos, por una parte; y, por la otra, financiar los gastos e inversiones
públicos, con austeridad, para llenar su rol de rector del bien común.
La Reforma Fiscal, debe estar en función del desarrollo
y, por tanto, no necesariamente se alcanza incrementando el ingreso, sino también
disminuyendo los egresos que no están orientados a cumplir su fin.
Muchas personas
creen que desarrollo es equivalente a crecimiento; y no es asÃ. Más aún, puede haber desarrollo sin
crecimiento, y hasta con su disminución, dependiendo del grado de participación
de los agentes económicos.
Algunos artÃculos
y titulares de periódicos recientes, revelan las diferencias y contradicciones
de “expertos” y representantes de organismos financieros internacionales,
acerca de los requerimientos necesarios para mejorar la situación económica de nuestro
paÃs.
Yo creo que lo conveniente serÃa que los conductores de
nuestra sociedad, a partir de los padres y madres de familia, los dirigentes de
los cuerpos intermedios, los empresarios, los comunicadores, los dirigentes
polÃticos, estatales y religiosos, actúen de manera coherente entre el discurso
y las acciones, con un estilo de vida en armonÃa con los valores de nuestra
identidad nacional, que finca sus raÃces en nuestros sÃmbolos patrios y el
Juramento Trinitario.
Los realistas
pragmáticos, que encarnan los antivalores de la improvisación y el comportamiento
efÃmero, llaman utopÃa al valor del realismo ético, enraizado en la excelencia
y la sostenibilidad.
Sin embargo, por
poco seamos, estamos construyendo la esperanza de las generaciones futuras y
encarnando la honradez de saldar la deuda de lo que nos proporcionaron nuestros
antepasados.
Por pequeño que
sea el número de quienes crean en la excelencia del presente y en la
sostenibilidad, en materia económica, la oferta es proporcional a la demanda.
Una sola persona que no demande un producto, disminuye la oferta.
La educción integral, especialmente en los valores de la economÃa, en que la mayorÃa de los productos son de consumo efÃmeros, los conductores de la sociedad, comenzando por la familia, los maestros y los comunicadores, podrÃan servir de “areópagos modernos” creadores de efectos multiplicadores. ADH 857.
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