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    viernes, 25 de junio de 2021

    Reforma fiscal con equidad integral


    Humanismo Integral | Ignacio Miranda






    Reforma fiscal con equidad integral

     

    Reforma Fiscal, es una expresión que aparece cada cierto tiempo. Muchas personas tienden a rechazarla, porque la experiencia es que el sector público la convierta en incremento de los impuestos a los consumidores, apoyado por organismos internacionales que financian la deuda externa, y que solo les interesa que les paguen.

     

    Los economistas comprometidos con la verdad de esta ciencia humanística, desvirtuada por sectores de poder, saben muy bien que la política fiscal contiene dos estructuras fundamentales: la tributaria y la financiera; vale decir, ingresos y egresos.

     

    Una reforma fiscal en función del desarrollo tiene que fundamentarse en la equidad integral que represente un equilibrio entre los principales agentes económicos, que son los trabajadores, las empresas, los consumidores y el Estado. Esto exige la cooperación de todos ellos, según su capacidad para crear riquezas en función del bien común.

     

    Los trabajadores: producir con laboriosidad; y las empresas, como principales empleadoras, pagar con justicia distributiva los trabajadores, justicia social para los consumidores, y entregar puntualmente al Estado, los impuestos tanto directos como indirectos.

     

    Los consumidores: asociarse para adquirir los bienes y servicios que satisfagan sus necesidades reales, combatiendo y rechazando las carencias ficticias que, como el juego de azar, el consumismo y otros vicios, que son antivalores inútiles para elevar su calidad de vida integral.

     

    El Estado: establecer las cargas impositivas a las empresas y a las personas, según sus beneficios e ingresos, por una parte; y, por la otra, financiar los gastos e inversiones públicos, con austeridad, para llenar su rol de rector del bien común.

     

    La Reforma Fiscal, debe estar en función del desarrollo y, por tanto, no necesariamente se alcanza incrementando el ingreso, sino también disminuyendo los egresos que no están orientados a cumplir su fin.

     

    Muchas personas creen que desarrollo es equivalente a crecimiento; y no es así.  Más aún, puede haber desarrollo sin crecimiento, y hasta con su disminución, dependiendo del grado de participación de los agentes económicos.

     

    Algunos artículos y titulares de periódicos recientes, revelan las diferencias y contradicciones de “expertos” y representantes de organismos financieros internacionales, acerca de los requerimientos necesarios   para mejorar la situación económica de nuestro país.

     

    Yo creo que lo conveniente sería que los conductores de nuestra sociedad, a partir de los padres y madres de familia, los dirigentes de los cuerpos intermedios, los empresarios, los comunicadores, los dirigentes políticos, estatales y religiosos, actúen de manera coherente entre el discurso y las acciones, con un estilo de vida en armonía con los valores de nuestra identidad nacional, que finca sus raíces en nuestros símbolos patrios y el Juramento Trinitario.

     

    Los realistas pragmáticos, que encarnan los antivalores de la improvisación y el comportamiento efímero, llaman utopía al valor del realismo ético, enraizado en la excelencia y la sostenibilidad.

     

    Sin embargo, por poco seamos, estamos construyendo la esperanza de las generaciones futuras y encarnando la honradez de saldar la deuda de lo que nos proporcionaron nuestros antepasados.

     

    Por pequeño que sea el número de quienes crean en la excelencia del presente y en la sostenibilidad, en materia económica, la oferta es proporcional a la demanda. Una sola persona que no demande un producto, disminuye la oferta.

     

    La educción integral, especialmente en los valores de la economía, en que la mayoría de los productos son de consumo efímeros, los conductores de la sociedad, comenzando por la familia, los maestros y los comunicadores, podrían servir de “areópagos modernos” creadores de efectos multiplicadores. ADH 857. 

     

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