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    miércoles, 7 de julio de 2021

    La Iglesia, espacio de acogida


    La Iglesia Hoy | Redacción Amigo del Hogar



    La Iglesia, espacio de acogida

     

    Para ser la casa de todos, para construir una fraternidad que anime y contagie a la gente de nuestro tiempo, estamos poniendo muchos signos de esa Iglesia-hogar, samaritana, en salida… La Iglesia acoge al estilo de Jesús, en su corazón “cabían las mujeres adúlteras, los cobradores de impuestos corruptos, los enfermos marginados, los discípulos cobardes” (Manuel Soler Palá, teólogo).

     

    Para ser fiel a su programa histórico de hacer presente el Reino de Dios, cada comunidad eclesial quiere ser un hogar que siente latir su corazón por la gente, como Jesús, quien “viendo el gentío se compadeció de ellos porque estaban cansados y decaídos, como ovejas sin pastor” (Mt 9, 36).

     

    De la Iglesia se espera que sea un lugar donde encuentren acogida las personas cargadas de angustias, inquietudes y en ella encuentren alivio por su palabra y su acogida fraternal. En este aspecto insisten muchos los maestros de eclesiología, los acompañantes espirituales, los pastores con “olor a ovejas”.

     

    El mundo ofrece cada vez más estilos de vida, modos de diversión, distracciones de todo tipo. Pero existe mucha soledad y mucho sentido de abandono, entre la gente.

     

    Al mismo tiempo, la tendencia del mundo es a la fragmentación, hecho que afecta directamente a la familia: la dispersa, la vuelve disfuncional, la divide. Los intereses personales se ponen por encima de los vínculos familiares y de los proyectos que podemos encausar en la sociedad. Tenemos el riesgo de vivir de manera individualista, desatendiendo valores comunes.

     

    En un ambiente de “progreso”, consumo y tecnologías, se vive entre la seducción y el asombro de la ciencia, las ideologías, el consumo… Pero al mismo tiempo se siente la exclusión, la no participación, millones que son literalmente “descartados”, que no cuentan, que no producen. Pero también descubrimos el esfuerzo de personas e instituciones, voluntariados, que trabajan con pequeños o grandes esfuerzos para transformar el mundo a favor de las mayorías.

     

     

    A la Iglesia corresponde en esa realidad ser el espacio hogareño, donde la gente se encuentre en familia. Los más necesitados deben sentir que allí son escuchados, atendidos, acompañados. Nos ocupamos de los demás y con gestos sencillos y acciones concretas, vamos recreando el hogar que anhelamos, los espacios de calor físico y espiritual, los momentos de alegrarnos juntos, compartir y refrescarnos con un baño de fe y esperanza, en el hogar que quiere ser centro de amor.

     

    En una Iglesia-hogar, el centro de la convivencia humana será el amor. Un amor que se compromete sintiendo al otro como hermano, conscientes de la dignidad de todos y de la condición común de hijos de Dios.

     

    Se requiere que la Iglesia, toda ella, sea cada vez más solidaria, que sea cada vez más una Iglesia que se comporta como el buen samaritano, que sale hacia la gente para acompañarlos en sus situaciones humanas.

     

     

    En la Iglesia que se transforma en hogar, según el papel que le corresponde, comienzan a sentir todos iguales, sin paternalismo, sin jerarquización; todos expresan la dignidad común. Todos son hijos de Dios. Que Dios sea realmente el Padrenuestro: Dios es el Padre común y nosotros todos somos sus hijos. Y así lo han de expresar nuestras relaciones.

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