Evangelización |
Redacción Amigo
del Hogar
Participar en la misión
En la Conferencia de Aparecida el
papa Benedicto XVI afirmó que “La Iglesia crece en el mundo por atracción y no
por proselitismo”. Sentirnos atraídos por el Señor es motivo de alegría que
contagia, ahí está la fecundidad de sentir el llamado misionero no como
obligación o mandato, sino como una gracia que se nos ha dado.
¿Qué hacer para que florezca la
gratuidad? Dejarnos sorprender por la predilección amorosa del Señor, el
asombro no podemos poseerlo por nosotros mismos ni imponerlo, no se da a la
fuerza. Vivir en gratitud el llamado y expresarlo como gratuidad, como entrega
de uno mismo. Dice Francisco que “resulta inútil —y, más que nada, inapropiado—
insistir en presentar la misión y el anuncio del Evangelio como si fueran un
deber vinculante, una especie de “obligación contractual” de los bautizados”.
La imagen de “Iglesia en salida” es
una convocatoria para no instalarnos y hacer girar el mundo alrededor de nosotros.
No somos el ombligo del mundo religioso. Tomar conciencia de no ser autorreferenciales,
sino en seguimiento de Jesús, hará que nuestra misión indique al Señor, una
Iglesia en camino que se acerca a todas las situaciones humanas, a las periferias
“existenciales”, para vivir su misión.
Comprensiones inadecuadas de la
misión pueden incluso traicionar, de alguna manera, el espíritu que nos convoca
y nos envía. La misión está en la vida de la Iglesia como la sangre en el
cuerpo. Vivificados por ese don de ir a anunciar y testimoniar el Evangelio,
ilumina la vida de los creyentes y los mueve en la pedagogía del amor.
¿Superamos la comprensión de la
misión como viajar a países lejanos a salvar almas? (será más evangélico
comprender la misión desde lo que soy y desde donde estoy). Bajo este
presupuesto, la mayoría de los católicos no serían misioneros. Ni Santa
Teresita del niño Jesús, que murió joven con el corazón puesto en la misión de
la Iglesia.
¿La misión es solo propuesta de
un organismo pontificio o del mismo papa? (será más propio reconocer que mi
condición de discípulo me hace ser apóstol, soy enviado por el Señor). A los
que llamó Jesús los envió y a los que envió les dijo: “Vayan a todo el mundo”.
3. ¿Tienen compromiso misionero solo
los clérigos y las religiosas, es decir los padres y las monjas? (que
además viven “estilos de vida” especiales. ¿Pensamos que ellos son los expertos
en asunto de fe, están más cerca de Dios que nosotros y son más dignos?). Hace
tiempo que en la Iglesia se habla de “la hora de los laicos” sin que esa
motivación se vuelva sentido de responsabilidad común, conciencia de la
participación de todos y tarea de caminar juntos, haciendo el camino sinodal.
4. ¿Son los laicos la infantería
o los peones de la acción misionera clerical? (En la acción eclesial
al servicio de los misioneros. El papa acuñó el verbo “primerear”, que
significaría tomar siempre la iniciativa, la delantera donde se necesita
servir, colaborar, actuar). En la vida eclesial no hay jerarquías de dignidad
cristiana, todos somos Iglesia, todos participamos.
Recuperemos nuestra dimensión
misionera, en la vida personal, comunitaria y de Iglesia universal. La misión es
el cuidado pastoral de acompañar procesos, especialmente los procesos de construcción personal: la
«dimensión samaritana de la fe», parte del presupuesto pastoral de que
cualquier situación de dolor y de crisis personal y social no es solamente un
tiempo de tensión que debemos soportar, sino también una oportunidad para la
reconstrucción y el crecimiento personal, mío y de los demás.
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