Matrimonio
y Familia | Alexis Cifuentes/ADH
Prácticas de una
sana relación
Compartir y participar
Las parejas no pueden
descuidar este aspecto tan importante como lo es, participar el uno con el
otro. Si han creado un proyecto de amor, de familia, deben encontrado las
suficientes coincidencias para confiar que son de alguna manera, el uno para el
otro.
El sí definitivo al cual
llegaron debió proceder de esa confianza y claridad de tantas cosas que tenían
en común, tantas motivaciones y sueños para echar adelante empresas e ideales
que ambos podían compartir y realizar juntos. Por muchas razones puede la pareja ir
decayendo en el interés mutuo, las ocupaciones y pasatiempos comunes. Y, por
supuesto, están las cualidades humanas que favorecen, como la escucha, el
tiempo dedicado, la presencia de apoyo o de esfuerzo común. Y no pensemos en cosas extraordinarias, sino en los detalles de la
convivencia diaria.
Un proyecto de pareja
necesita el esfuerzo, la comprensión y la participación de ambos, pues las
herramientas comunes hacen avanzar el proceso
Responsabilidad
en libertad
Cada
uno es un ser libre, con los condicionamientos propios de los seres humanos.
Quizás haya la tentación de moldear al otro al modo propio, o de esperar que el
cónyuge se vaya pareciendo tanto a uno que siempre de asentimiento, que
renuncie a su pensar y sentir propio, que no tenga espacio fuera de la
relación.
El
amor libera, lo dicen de muchas maneras los sabios y entendidos. En las
Sagradas Escrituras queda bien marcado que si amamos no podemos ser posesivos,
no pretender apoderarnos de la voluntad, de las decisiones de la otra persona.
Vivir el amor en libertad es el signo de que se traza una ruta luminosa hacia
la realización común.
Respetar el ser sí misma
de la persona
En
muchas relaciones de amistad, de parejas, hay una tendencia clara a manipular a
la otra persona. Los cónyuges se esforzarán en no objetivar, sea de lenguaje o
de trato, para someter a la otra persona. Ayuda mucho situarse siempre en la
relación con integridad, reconociéndose ambos como personas que actúan con
honestidad, en base a la sinceridad y saber expresarse mutuamente lo que
piensan, sienten y quieren. La honestidad de vida es el mejor antídoto y hay
que esforzarse por vivir así. Lo mismo la sinceridad, donde nos mostramos transparentes
y la comunicación puede ser más fluída y reveladora de lo que somos o no somos,
pero también de lo que juntos deseamos ser.
El
juego de usar máscaras no es saludable, pues no permite que la relación crezca
en madurez, ya que los participantes teatralizan su vida y no hay acceso real a
ellas. Conduce a relaciones muy superficiales y poco comprometidas. Un proyecto
de pareja necesita el esfuerzo, la comprensión y la participación de ambos,
pues las herramientas comunes hacen avanzar el proceso que viven. En algunos
casos, después de una ruptura, una de las partes entiende que realmente no
conocía a la otra persona. No se dejó conocer ni alcanzar la intimidad que
posibilita la sana relación de pareja.
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