Vida
Consagrada | Hno. Pedro Acevedo, La Salle
Vida Consagrada y Sinodalidad
Algunas reflexiones motivadoras – I
En los artículos
anteriores, hemos tratado de situar la Vida Consagrada de cara a la situación
que estamos viviendo a partir de marzo del año 2020, es decir, que estamos
transitando por los caminos y consecuencias de esta pandemia que nos sigue
golpeando y que por momentos desaparece, pero también surgen rebrotes por aquí
y por allá, tanto en nuestro país, como en diferentes partes del mundo. Hoy, la
iglesia, en la persona del Papa Francisco, nos habla de la experiencia de la
Sinodalidad y no solamente nos habla, sino que nos invita a caminar y entender
el proyecto eclesial a partir de esta visión y manera de entendernos en nuestro
compromiso como Vida Consagrada, por lo cual dedicaremos algunas reflexiones en
estos próximos meses que nos ayuden a entender su significado y a los desafíos
que ella nos invita.
¿Cómo podemos entender
la Sinodalidad? Partamos del comentario de la Comisión Teológica Internacional.
“El camino de la Sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del
tercer milenio”: este es el compromiso programático propuesto por el papa
Francisco en la conmemoración del quincuagésimo aniversario de la institución
del Sínodo de los Obispos por parte del Beato Pablo VI. En efecto, la
Sinodalidad – ha subrayado – “es dimensión constitutiva de la Iglesia”, de modo
que “lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la
palabra ‘Sínodo’” (1) y esa palabra, se constituye para nosotros y nosotras, en
un horizonte, en una manera de entendernos dentro de la iglesia, pero también
en un estilo de actuar en nuestra misión y en nuestra consagración.
La palabra Sínodo, es
una palabra que forma parte de la tradición de la iglesia y ella nos invita a
recorrer como Pueblo de Dios y como Vida Consagrada dentro de este mismo Pueblo
de Dios, un camino que hemos de recorrerlo juntos y de manera compartida, de
aquí la invitación del papa Francisco, cuando nos dice que la Sinodalidad “nos ofrece el marco interpretativo más
adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico” y que, sobre la base
de la doctrina del sensus fidei fidelium, todos los miembros de la
Iglesia son sujetos activos de la evangelización. Se sigue de esto que la
puesta en acción de una Iglesia sinodal es el presupuesto indispensable para un
nuevo impulso misionero que involucre a todo el Pueblo de Dios.” (2) .
Para la Vida
Consagrada, la iglesia sinodal es el elemento indispensable, con el cual ella
debe de entenderse y tener en cuenta los aspectos necesarios para su caminar.
Veamos algunos de ellos. Primeramente, tenemos que entender nuestra vocación de
consagrados y consagradas dentro del Pueblo de Dios y ella es una manera de
servir y de testimoniar el amor de Dios hacia la humanidad a partir de un
carisma determinado. Nuestra vocación tiene que reflejar esta dimensión
comunitaria, participativa y corresponsable No somos grupos cerrados y aislados
dentro del Pueblo de Dios, porque corremos el riesgo de convertirnos en sectas
y es probable que en muchos grupos religiosos se dé esta tendencia, por la
manera tan cerrada en que vivimos y desarrollamos nuestra misión.
Nuestra vocación, es
eminentemente eclesial y no podemos entendernos sin esta referencia y sin esta
vivencia al interior de ella. La misión es para la iglesia y para el mundo,
para vivir de manera comunitaria los consejos evangélicos y transformar a la
persona a partir de la fe y del sentido de la historia, que no es otra cosa que
el encuentro y seguimiento de Jesús que ha de llevarnos al Padre. Tomar
conciencia de esta dimensión de Pueblo de Dios, es tomar conciencia de nuestra Eclesialidad
y en ese sentido, la Sinodalidad nos remite a la experiencia eclesial del
Concilio Ecuménico del Vaticano II, que es la eclesiología de la comunión y a
partir de la cual seguiremos caminando y transitando nuestra reflexión en el
futuro.
(1) Comisión Teológica Internacional “La
Sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia”. Artículo No.1 - Ciudad
del Vaticano, 2 de marzo de 2018
(2) Ídem. Articulo No. 9
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