Sandy Fermín | ADH
"Carta para Miguel José"
¡Hola Miguel José! Hoy mis manos
tomaron lápiz y papel para escribirte esta carta, pues no me dio tiempo
despedirme de ti:
Así como Jesús te pescó para
seguirle, así mismo tuviste el hermoso gesto de “pescar escritores”, le doy
las gracias a Dios, por estar dentro de esa red. Cuando pescabas un nuevo
escritor, lo celebrábamos juntos y eso te hacía feliz.
Desde el
cielo sé que continúas escribiendo historias. Te imagino con tu agenda en las
manos, los pies cruzados, conversando con Dios, acerca de los planes que
teníamos para la Revista y sonriendo, diciendo: “Vamos bien”. Extrañaré, el
toque mágico que colocabas en cada tema escrito, sin importar la hora.
Sabes, en el manual que me entregaste, de cómo escribir un tema de
reflexión, he buscado incansablemente en todas partes y no encuentro, acerca de
cómo escribir sobre ti, de cómo escribir si un día te ibas. Lo que nunca imaginé
Miguel José, fue tener que escribir para ti el día de tu partida, no me
preparaste para esto. Nunca hablamos de tu partida. Te fuiste sin avisarnos,
sin decirnos un adiós.
Te llevas
nuestro aliento de vida. Te llevas nuestra sonrisa por estos días. Si me
hubiera imaginado, que cuando hablé contigo al mediodía, y ya no estarías, te
hubiera cantado melodías, todas las horas del día, con mucha alegría.
Cuando te conocí, apenas era una
adolescente y no sólo te robaste mi corazón, sino el de toda la comunidad.
Cariñosamente te decíamos Migue, porque al ser pequeño, te ponían nombres
bonitos y eso te encantaba. Estuvimos juntos por largos años, en el grupo
Nuevos Horizontes. Nos formaste en el curso bíblico. Nos enseñaste a
esquematizar los temas de reflexión de cada reunión. Todo el tiempo sonreías y
así te quiero recordar, sonriendo y chanceando a todo el mundo.
Que detalle
tuvo Dios contigo, que gracia más profunda, abrirte las puertas del cielo,
justo cuando entregabas el cuerpo y la sangre de nuestro Señor. Te marchaste
como querías, a lo que viniste a hacer en esta tierra, a ser un servidor de Jesús.
Moriste a sus pies, justo en el Altar.
Cuando ibas a celebrar misa, te
decía: “Ve e impacta muchas vidas”. Gracias, por tanto. Gracias por la
paz y la tranquilidad que llevaste a tantos hogares. Gracias por ser mi
acompañante espiritual.
Cuando fui a despedirme de ti, mientras cantaban te veía sonreír en mi
mente. Te veía revoloteando en medio de las alas de los ángeles. Espero que Dios te haya recibido con una sonrisa y un
destello de felicidad.
Sabes, dejaste tu cámara de fotografías, pero allá en el cielo no es
necesaria, las fotos se revelan instantáneas.
Cuando te
entreguen el libro, donde todos tus amigos escribieron su nombre, no encontrarás
el mío. Vi el lapicero al lado y el libro doblado, pero mi corazón continuaba
apenado.
Extrañaré nuestras conversaciones, nuestros planes, el hablar de tus
hermosos sobrinos. ¡Wao cuánto los amabas! Sabes, los conocí y me dio mucho
gusto conocerlos.
Me quedé esperando que me respondieras, la última nota de voz que te
envié, donde te decía que cuándo íbamos a publicar el tema de la semana.
Continuaremos siendo “amigos desde el Cielo”, ¿verdad? mi entrañable
amigo. Que honor para ti, llevar por nombre Miguel José. Continuaremos tu
legado aquí en la tierra, te lo prometemos
No es un adiós, sino un hasta luego Migue, vivirás en nuestros
corazones, el cielo está de fiesta con tu llegada.
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