Biblia | Pedro Barrado/VN
¿Existen unas matemáticas bíblicas?
En la eucaristía del domingo de la Santísima
Trinidad, el cura que presidía la celebración empezó su homilía diciendo que,
si alguien pensaba que ese año iba por fin a solucionar la cuestión de la
Trinidad Santa, estaba muy equivocado. La razón era sencilla: la Trinidad
es un misterio, y nadie puede pensar en desentrañar ese misterio del uno
que son tres y tres que son uno.
Sin embargo, en la Escritura encontramos, quizá no
una explicación, pero sí algunas aproximaciones interesantes a este “problema
matemático”. Lo vemos en el siguiente texto: “Por eso abandonará el varón
a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”
(Gn 2,24). Así pues, según estas singulares matemáticas bíblicas, uno más uno
–el varón y la mujer– no son dos, sino uno solo. La palabra “uno” (‘’eḥad’)
es precisamente la que se emplea en otro texto significativo de la fe de
Israel: “Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo” (Dt
6,4). No es de extrañar, pues, que el cristianismo, basándose justamente en
esas originales matemáticas que emplea la Escritura, llegara a la conclusión de
que ese único Señor era en realidad una comunión de amor de tres Personas sin
perder por ello su unicidad. Porque no se podía entender a Dios fuera de la
relación amorosa.
Los números no son realidades rígidas
Otro ejemplo de matemáticas un tanto particulares
lo hallamos en el Nuevo Testamento: “Un doctor de la Ley le preguntó [a Jesús]
para ponerlo a prueba: ‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?’
Él le dijo: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es
semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos
se sostienen toda la Ley y los Profetas’” (Mt 22,35-40).
Como se ve, Jesús echa mano de esas insólitas
matemáticas bíblicas según las cuales un mandamiento –el principal– se
puede convertir con absoluta normalidad en dos. Porque no hay manera de separar
el amor a Dios del amor al prójimo.
Como se puede apreciar, la Biblia posee unas
matemáticas propias en las que los números no son realidades rígidas sometidas
a leyes fijas e inmutables, sino dúctiles peones al servicio del amor.
Publicado por Vida Nueva
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