Fe y Vida | Debora Donnini/VN
Asís,
la casa del Espíritu que hace hermanos y reza por la paz
Hace cinco años, el 20 de septiembre de 2016, el Papa se reunía en la
ciudad franciscana junto a los líderes de las religiones para la Jornada
Mundial de Oración por la Paz, treinta años después del histórico evento
convocado por San Juan Pablo. "Nunca el nombre de Dios puede justificar la
violencia", repetía Francisco.
La intuición profética de San Juan Pablo II en Asís, cuando convocó una
Jornada de Oración por la Paz en 1986, se ha hecho cada vez más evidente, año
tras año, incluso cuando el escenario mundial ha cambiado. Cuando en la ciudad
de San Francisco, el Papa Wojtyła se reunió con los líderes de las religiones
del mundo para rezar por la paz, encendiendo la llama ideal del "espíritu
de Asís", todavía estaba el Muro de Berlín, que caería tres años después,
en 1989, "sin derramamiento de sangre", tal como señaló Benedicto XVI
en 2011, de nuevo en Asís, 25 años después de la Jornada convocada por su
predecesor.
El nombre de Dios nunca justifica la violencia
Treinta años después del acontecimiento de 1986, cuando el Papa Francisco acude a Asís
en 2016 para la Jornada Mundial de Oración por la Paz, el mundo
ha cambiado profundamente. Existe un tablero internacional globalizado, lo que,
sin embargo, no hace menos urgente la necesidad de reunir a los representantes
de las Iglesias cristianas y a los líderes de las religiones del mundo para
invocar este don de Dios. Después de rezar en diferentes lugares de los
distintos grupos religiosos, sin sincretismo y sin relativismo, "unos
junto a otros, unos por otros", el Papa pronunció un discurso recordando
las palabras expresadas en las pasadas Jornadas por sus predecesores. El núcleo
de su discurso es la reafirmación de la convicción de que la violencia se opone
al verdadero espíritu religioso. "No nos cansamos de repetir que el nombre
de Dios nunca puede justificar la violencia. Sólo la paz es santa. Sólo la paz
es santa, no la guerra", subraya Francisco. Destacó la importancia del
acontecimiento de 1986, motor de "una larga peregrinación que, tocando
muchas ciudades del mundo, implicó a muchos creyentes en el diálogo y la oración
por la paz; unió sin confundir, dando vida a sólidas amistades interreligiosas
y contribuyendo a extinguir muchos conflictos".
Este es el espíritu que nos anima: propiciar el
encuentro en el diálogo, oponerse a toda forma de violencia y abuso de la
religión para justificar la guerra y el terrorismo. Y sin embargo, en los
últimos años, tantos pueblos han sido dolorosamente heridos por la guerra. No
siempre se ha entendido que la guerra empeora el mundo, dejando un legado de
dolor y odio. Todos son perdedores en la guerra, incluso los vencedores. Hemos
dirigido nuestras oraciones a Dios para que dé paz al mundo. Reconocemos la
necesidad de rezar constantemente por la paz, porque la oración protege al
mundo y lo ilumina. La paz es el nombre de Dios.
Más de 500 líderes religiosos y políticos
participan en el evento "Sed de Paz", organizado por la comunidad de
San Egidio, junto con el Papa. El Papa volverá a Asís el 3 de octubre de 2020
para firmar su tercera encíclica, Fratelli tutti.
La peregrinación que lleva a la paz
También Benedicto XVI, en Asís en 2011
para la Jornada de Oración por la Paz, subraya la importancia
del primer encuentro, de 1986, celebrado cuando el mundo estaba amenazado por
la división en dos grandes bloques, y del posterior cambio de escenario
provocado por la caída del Muro de Berlín. "La voluntad de los pueblos de
ser libres fue más fuerte que los arsenales de la violencia", señaló el
Papa Benedicto en aquella ocasión, recordando entre las complejas causas de
aquel derrocamiento, junto a los factores económicos y políticos, una razón más
profunda de carácter espiritual: "Detrás del poder material ya no había
ninguna convicción espiritual. La voluntad de ser libre fue finalmente más
fuerte que el miedo a la violencia, que ya no tenía cobertura espiritual.
Estamos agradecidos por esta victoria de la libertad, que fue sobre todo
también una victoria de la paz".
Volviendo la mirada al presente, Benedicto XVI reconoce,
sin embargo, que el mundo está lleno de discordias y advierte acerca del
peligro de entender la libertad como "libertad para la violencia".
Habló del terrorismo y también de un segundo tipo de violencia con un aspecto
multifacético, que es consecuencia de "la ausencia de Dios, su negación y
la pérdida de humanidad que va unida a esto". En la reunión de la ciudad
de la región italiana de Umbría, la invitación se extendió también a los no
creyentes. Al día siguiente, al recibir a las delegaciones participantes en el
Vaticano, el Papa Ratzinger destacó la importancia del evento:
Es sin duda significativo para la causa de la paz
que tantos hombres y mujeres, inspirados por sus convicciones más profundas, se
comprometan a trabajar por el bien de la familia humana. De este modo, estoy
seguro de que la reunión de ayer nos dio una idea de lo genuino que es nuestro
deseo de contribuir al bien de todos los seres humanos y de lo mucho que
tenemos que compartir entre nosotros. Al separarnos, saquemos fuerzas de esta
experiencia y, dondequiera que estemos, continuemos el renovado viaje que lleva
a la verdad, la peregrinación que conduce a la paz.
Resultado de la oración
Todo comenzó en 1986 con esas imágenes que han quedado en la memoria de
la historia. Juan Pablo II destacó entonces "el vínculo intrínseco entre
una actitud auténticamente religiosa y el gran bien de la paz". Antes, en
la basílica de Santa Maria degli Angeli, había pronunciado un
enérgico discurso:
La reunión de tantos líderes religiosos para rezar
es, en sí misma, una invitación al mundo actual para que tome conciencia de que
existe otra dimensión de la paz y otra forma de promoverla, que no es el
resultado de negociaciones, compromisos políticos o regateos económicos. Pero
el resultado de la oración, que, incluso en la diversidad de las religiones,
expresa una relación con un poder supremo que sobrepasa nuestras meras
capacidades humanas.
La paz espera a sus artífices
No se trata, precisó el Papa Wojtyla, de negociar las propias
"convicciones de fe" o el relativismo, sino de un encuentro que
atestigua que "en el gran compromiso por la paz, la humanidad, en su misma
diversidad, debe sacar sus recursos más profundos y vivificantes, en los que se
forma su propia conciencia y en los que se funda la acción de cada
pueblo". Una fuerte llamada, por tanto, a la trascendencia y, al mismo
tiempo, una llamada al compromiso de cada persona: "La paz espera a sus
artífices", dijo Juan Pablo II, recordando que "no hay paz sin un
amor apasionado por la paz". No hay paz sin la voluntad indomable de
alcanzarla".
Asís, como ciudad de San Francisco, se convierte cada vez más en un faro
que ilumina la historia y en un lugar de encuentro para invocar la paz. No es
casualidad que San Juan Pablo II concluyera su discurso refiriéndose a esa
oración que comúnmente se atribuye al Poverello y que
interpela a cada uno:
“Señor, hazme un instrumento de tu paz: donde haya
odio, déjame llevar el amor, / donde haya ofensa, déjame llevar el perdón, /
donde haya discordia, déjame llevar la unidad, / donde haya duda, déjame llevar
la fe, / donde haya error, déjame llevar la verdad, / donde haya desesperación,
déjame llevar la esperanza, / donde haya tristeza, déjame llevar la alegría, /
donde haya oscuridad, déjame llevar la luz. / Maestro, que no aspire tanto: / a
ser consolado, como / a consolar, / a ser comprendido, como / a comprender, / a
ser amado, como / a amar: / porque dando se recibe, / perdonando se perdona, /
muriendo se resucita a la vida eterna”.
Publicado por Vatican News
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