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    viernes, 10 de septiembre de 2021

    El Corazón de Jesús y el Ministerio Sacerdotal


    Vida Misionera | Mons. Valentín Reynoso (Plinio), msc

     


    El Corazón de Jesús y el Ministerio Sacerdotal

    Consideraciones a la luz del pensamiento del Padre Darío Taveras, msc.

     

    Hace ya más de cien años que el Papa León XIII dispuso en las Iglesias principales del mundo se hiciera una consagración solemne y pública de la Humanidad al Corazón Sagrado de Jesús. Sucedió un 11 de junio de 1899 después de un Triduo de preparación. Había sido una Consagración pedida de varios puntos del Universo. Nuestro fundador, el P. Julio Chevalier envió miles y miles de firmas haciendo esta petición al Papa.

     

    Recorriendo la historia de la Iglesia uno puede darse cuenta que esta revelación del Amor infinito de Dios en el Corazón traspasado de su Hijo ha sido levadura en la vida de las comunidades cristianas, suscitando innumerables fundaciones, manteniendo encendido el fervor apostólico, iluminando el camino de tanta gente en búsqueda de algo más y mejor, de un mayor seguimiento. Es el alma de la evangelización.

     

    Hoy podemos preguntarnos: ¿Qué hacer para que la fuerza de esta devoción siga siendo levadura en la vida de la Iglesia y de la sociedad? Esta pregunta es como un eco del lamento de Pablo VI en la Encíclica Investigabiles Divitias Christi: "en algunos, lo decimos con honda pena, el Culto al Sagrado Corazón de Jesús se ha debilitado... ¿Cómo explicarse este fenómeno después de que durante casi tres siglos la devoción al amor de Dios inspiró tantas familias religiosas, produjo un número tan grande de Santos y nutrió espiritualmente a enteras generaciones de fervientes cristianos"?

     

    Es siempre útil preguntarse de vez en cuando: ¿Cuáles emociones suscitan en mí la expresión Sagrado Corazón de Jesús? Posiblemente pensemos en la imagen (que no es ciertamente una obra de arte), pero que preside desde tiempos inmemoriales la sala de la casa o del aposento. O tal vez, recordemos una hoja del Apostolado de la Oración o la misa del primer viernes. Aquí me vienen las luminosas palabras de Pío XII: "debemos recordar a todos que, en el Culto al Corazón Sacratísimo de Jesús, las prácticas exteriores no tienen la preeminencia"?37

     


    Espiritualidad de la Encarnación

    La devoción al amor de Dios revelado en el Corazón de Cristo es la Espiritualidad del Cristiano por excelencia. Podemos llamarla la Espiritualidad del camino o más teológicamente la Espiritualidad de la Encarnación. No cabe duda de que andando por este camino no estamos en las orillas ni en la periferia sino en pleno centro del mensaje cristiano. Es a la luz de esta verdad que quisiéramos reflexionar sobre el encuentro, sobre la estrecha relación que hay entre nuestro Sacerdocio ministerial y el Corazón de Cristo.

     

    En este campo nos movemos en un terreno firme, que no es el del sentimiento pasajero sino de la revelación salvífica largamente meditada por los Santos Padres y por el Magisterio de la Iglesia y que invita a tributarle al Corazón del Redentor un Culto Perpetuo por dos motivos. En primer lugar, porque el Corazón de Jesús está unido al Verbo de Dios y consecuentemente nuestra Consagración a Él nos lleva a penetrar en la intimidad del Hijo del Dios encarnado. En segundo lugar, porque el Corazón es la imagen elocuente del infinito amor de Cristo, que nos invita a corresponderle con nuestro amor y nuestro ministerio.

     

    Es interesante ver cómo en las reflexiones de los Santos Padres y en los documentos del Magisterio de la Iglesia hay como una continuidad de sentido entre Encarnación, Eucaristía y Sagrado Corazón; con lo que podemos decir que el mismo amor infinito mueve al Hijo a hacerse hombre, a convertirse en comida y a hacerse Corazón.

     

    Es en este movimiento que tenemos la maravillosa trama de nuestra Espiritualidad Sacerdotal que hoy más que nunca debe entenderse como Espiritualidad de Encarnación. En un mundo prisionero de una falta de sentido de vida, esta Espiritualidad de Encarnación asegura el sentido de nuestra vida. El Concilio Vaticano II hacía notar lo siguiente: "los presbíteros inmersos y agitados por un gran número de compromisos, pueden preguntarse con verdadera angustia, ¿cómo hacer para armonizar la vida interior con la acción apostólica"?38

     

    Presbíteros escogidos para continuar la misión de Jesús.

    Nosotros los presbíteros somos escogidos por el Padre, para que Jesús su Hijo, en quien Él se complace, continúe en nosotros la misión de enseñar, santificar y guiar. No se puede pensar en esto sin que nos llenemos de cierto estupor y de gran gratitud, que nos hace pensar: "Nosotros somos Cristo". Y esto lo podemos pensar y decir sin orgullo, verificando diariamente la distancia que nos separa del modelo Jesús, experimentando el peso de nuestras limitaciones y de nuestros pecados. Y sin embargo, ¡nosotros somos EL! ¡Qué grande es verdaderamente nuestro ministerio!

     

    Esta experiencia contemplativa deberá llevarse a la práctica como un auténtico diálogo, de corazón a corazón, del que no nos podemos privar diariamente si no nos queremos arriesgar a morir espiritualmente. Si encontramos excusas y justificaciones de toda clase para evitar esos encuentros de corazón a corazón, esos momentos de plegarias profundas, es porque todavía no hemos asimilado la sustancia, es porque todavía estamos esclavos de la mentalidad legalista, del deber y del precepto.

     

    Tenemos que darnos cuenta de que el problema del tiempo cae en el momento en que tomamos conciencia de que mientras más aumenta el trabajo pastoral más tenemos necesidad de Dios. "Si no tienes tiempo para hacer media hora de Oración, haz una hora". Es ese el diálogo que nos permite entrar en el circuito Trinitario, del Padre que nos creó, del Hijo que nos salvó y del Espíritu Santo que nos llena de su amor. La historia nos confirma que las más grandes obras de servicio a los pobres han nacido siempre de una intensa vida de oración, que siempre empuja a un amor más y más verdadero: "Como el Padre me ha amado, así yo los he amado. Permanezcan en mi amor, ámense como yo los he amado" (Jn 15, 9-17).

     

    Una práctica madura e intensa de la devoción al Sagrado Corazón es sin duda una Espiritualidad de Encarnación, es decir, una prolongación de lo que Cristo ha hecho encarnándose.

     

    Compartir, transformar, amar

    Podemos retener tres palabras claves, tres verbos dinámicos que describen positivamente la vida presbiteral, insertándola en esa relación que hay entre Encarnación, Eucaristía y Sagrado Corazón: Compartir para Transformar Amando.

     

    37 Encíclica Haurietis aquas, mayo, 1956

     

     

     

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