Vida Misionera | Mons. Valentín Reynoso (Plinio), msc
El Corazón de Jesús y el Ministerio Sacerdotal
Consideraciones a la luz del pensamiento del
Padre Darío
Taveras, msc.
Hace ya más
de cien años que el Papa León XIII dispuso en las Iglesias principales del mundo se
hiciera una consagración solemne y pública de la Humanidad al Corazón Sagrado
de Jesús. Sucedió un 11 de junio de 1899 después de un Triduo de preparación.
Había sido una Consagración pedida de varios puntos del Universo. Nuestro
fundador, el P. Julio Chevalier envió miles y miles de firmas haciendo esta
petición al Papa.
Recorriendo la historia de la Iglesia uno puede darse cuenta que esta
revelación del Amor infinito de
Dios en el Corazón traspasado de su Hijo ha sido levadura en la vida de las
comunidades cristianas, suscitando innumerables fundaciones, manteniendo
encendido el fervor apostólico, iluminando el camino de tanta gente en búsqueda
de algo más y mejor, de un mayor seguimiento. Es el alma de la evangelización.
Hoy podemos preguntarnos: ¿Qué hacer para que la fuerza de esta devoción
siga siendo levadura en la vida de la Iglesia y de la sociedad? Esta pregunta es como un eco del lamento
de Pablo VI en
la Encíclica Investigabiles
Divitias Christi: "en algunos, lo decimos con honda pena, el Culto al Sagrado Corazón de Jesús se ha debilitado...
¿Cómo explicarse este fenómeno
después de que durante casi tres siglos la devoción al amor de Dios
inspiró tantas familias religiosas, produjo un número tan grande de Santos y
nutrió espiritualmente a enteras generaciones de fervientes cristianos"?
Es siempre útil preguntarse de vez en cuando: ¿Cuáles emociones suscitan en mí la expresión Sagrado Corazón de Jesús? Posiblemente
pensemos en la imagen (que no es ciertamente una obra de arte), pero que
preside desde tiempos inmemoriales la sala de la casa o del aposento. O tal
vez, recordemos una hoja del Apostolado de la Oración o la misa del primer
viernes. Aquí me vienen las luminosas palabras de Pío XII: "debemos
recordar a todos que, en el Culto al Corazón
Sacratísimo de Jesús, las prácticas exteriores no tienen la
preeminencia"?37
Espiritualidad de la
Encarnación
La devoción
al amor de Dios revelado en el Corazón de Cristo es la Espiritualidad del
Cristiano por excelencia. Podemos llamarla la Espiritualidad del camino o más
teológicamente la Espiritualidad de la Encarnación. No cabe duda de que andando
por este camino no estamos en las orillas ni en la periferia sino en pleno
centro del mensaje cristiano. Es a la luz de esta verdad que quisiéramos
reflexionar sobre el encuentro, sobre la estrecha relación que hay entre
nuestro Sacerdocio ministerial y el Corazón de Cristo.
En este campo nos movemos en un terreno firme, que no es el del
sentimiento pasajero sino de la revelación salvífica largamente meditada por los Santos Padres y
por el Magisterio de la Iglesia y que invita a tributarle al Corazón del
Redentor un Culto Perpetuo por dos motivos. En primer lugar, porque el Corazón
de Jesús está unido al Verbo de Dios y consecuentemente nuestra Consagración a
Él nos lleva a penetrar en la intimidad del Hijo del Dios encarnado. En segundo
lugar, porque el Corazón es la imagen elocuente del infinito amor de Cristo,
que nos invita a corresponderle con nuestro amor y nuestro ministerio.
Es interesante ver cómo en las reflexiones de los Santos Padres y en los documentos del
Magisterio de la Iglesia hay como una continuidad de sentido entre Encarnación,
Eucaristía y Sagrado Corazón; con lo que podemos decir que el mismo amor
infinito mueve al Hijo a hacerse hombre, a convertirse en comida y a hacerse
Corazón.
Es en este movimiento que tenemos la maravillosa trama de nuestra Espiritualidad
Sacerdotal que hoy más que nunca debe entenderse como Espiritualidad de Encarnación. En un
mundo prisionero de una falta de sentido de vida, esta Espiritualidad de
Encarnación asegura el sentido de nuestra vida. El Concilio Vaticano II hacía notar lo
siguiente: "los presbíteros inmersos y agitados por un gran número de
compromisos, pueden preguntarse con verdadera angustia, ¿cómo hacer para
armonizar la vida interior con la acción apostólica"?38
Presbíteros escogidos
para continuar la misión de Jesús.
Nosotros los presbíteros somos escogidos por el Padre, para que Jesús su Hijo, en quien
Él se complace, continúe en nosotros la misión de enseñar, santificar y guiar.
No se puede pensar en esto sin que nos llenemos de cierto estupor y de gran
gratitud, que nos hace pensar: "Nosotros somos Cristo". Y esto lo
podemos pensar y decir sin orgullo, verificando diariamente la distancia que
nos separa del modelo Jesús, experimentando el peso de nuestras limitaciones y de nuestros
pecados. Y sin embargo, ¡nosotros somos EL! ¡Qué grande es verdaderamente
nuestro ministerio!
Esta experiencia contemplativa deberá llevarse a la práctica como un auténtico
diálogo, de corazón a corazón, del que no nos podemos privar diariamente si no
nos queremos arriesgar a morir espiritualmente. Si encontramos excusas y
justificaciones de toda clase para evitar esos encuentros de corazón a corazón,
esos momentos de plegarias profundas, es porque todavía no hemos asimilado la
sustancia, es porque todavía estamos esclavos de la mentalidad legalista, del
deber y del precepto.
Tenemos que darnos cuenta de que el problema del tiempo cae en el
momento en que tomamos conciencia de que mientras más aumenta el trabajo pastoral más tenemos
necesidad de Dios. "Si no tienes tiempo para hacer media hora de Oración,
haz una hora". Es ese el diálogo que nos permite entrar en el circuito
Trinitario, del Padre que nos creó, del Hijo que nos salvó y del Espíritu Santo
que nos llena de su amor. La historia nos confirma que las más grandes obras de
servicio a los pobres han nacido siempre de una intensa vida de oración, que
siempre empuja a un amor más y más verdadero: "Como el Padre me ha amado,
así yo los he amado. Permanezcan en mi amor, ámense como yo los he amado"
(Jn 15, 9-17).
Una práctica
madura e intensa de la devoción al Sagrado Corazón es sin duda una
Espiritualidad de Encarnación, es decir, una prolongación de lo que Cristo ha hecho encarnándose.
Compartir, transformar,
amar
Podemos retener tres palabras claves, tres verbos dinámicos que describen positivamente la vida
presbiteral, insertándola en esa relación que hay entre Encarnación, Eucaristía
y Sagrado Corazón: Compartir para Transformar Amando.
37 Encíclica
Haurietis aquas, mayo, 1956
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