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    jueves, 11 de noviembre de 2021

    Entrevista con Mons. Jesús Marte: El significado de la Familia en este tiempo


    Entrevista | Amigo del Hogar

     


    El significado de la Familia en este tiempo

     

    Noviembre es el mes de la Familia y sobre este tema Mons. Jesús Castro Marte, obispo de la Diócesis de Higüey, nos ha compartido sus ideas sobre el significado de la familia en este tiempo, los problemas que enfrenta, la vulnerabilidad de nuestros jóvenes, la delincuencia en nuestra sociedad y cómo podemos apoyar y mejorar la familia dominicana.

     

    ¿En su itinerario vocacional, ¿nos puede mencionar algunas de sus motivaciones para escoger este camino, quiénes influyeron, dónde y cuándo fue ordenado y su primer destino de misión?

    Ya he cumplido 25 años de sacerdocio, pues fui ordenado el 13 de junio de 1992. En la fiesta de San Antonio de Padua, en la Parroquia que lleva el nombre de San Antonio de Padua de la Comunidad de Guerra, Santo Domingo Este. Mirando desde esta perspectiva hacia mi vida, aparte de la gracia de elección de parte de Dios, que es absolutamente libre, discierno cuatro instancias que fueron decisivas para el nacimiento de mi vocación al sacerdocio: Jesucristo, la familia, la juventud y la parroquia. Mi primer destino fue en la Parroquia San Antonio de Padua de la Victoria, Santo Domingo Norte y Capellán de la Penitenciaria de la Victoria.

     

    ¿Cuáles experiencias ha tenido, previas a su nombramiento como obispo, en parroquias y otros ámbitos?

    Vicario de las Parroquias: San Antonio de Padua y Santa Lucía Mártir, La Victoria, 1995.

    Párroco de las Parroquias San Antonio de Padua y Santa Lucía Mártir, La Victoria, 1997-2001.

    Secretario Ejecutivo del Consejo Presbiteral de la Arquidiócesis, 2008-2012.

    Vicario Episcopal del Clero de la Arquidiócesis de Santo Domingo, 2008-2012.

    Secretario Ejecutivo para la preparación del Año Sacerdotal del 2010.

    Delegado de la Santa Sede para Acompañar al Cardenal Carlos Amigo tanto en país como en Puerto Rico, con motivo de los 500 Años de la creación de las Diócesis de Sato Domingo, La Vega y San Juan, Puerto Rico. 2011

    Miembro del Comité del Jubileo de 500 años de evangelización, 2011.

    Miembro del equipo Vocacional de la Arquidiócesis de Santo Domingo, 2010-2011

    Miembro de la comisión para la Defensa de la vida, 2010.

    Rector de la Universidad Católica Santo Domingo.

    Miembro del Comité de Ética y del Comité Científico de CEDIMAT.  Actual

    Obispo Auxiliar de Santo Domingo.

    Obispo de Diócesis Nuestra Señora de la Altagracia. Entre otras más.


    Esta experiencia me ayudó a descubrir que en nuestra vocación tiene a Dios como iniciativa. Él nos llamó en Cristo antes de la creación del mundo con la vocación universal a la santidad - «para que fuésemos santos e inmaculados en su presencia por el amor» (cf. Ef 1,4)-, Él zanjó en un momento    histórico que nuestra fe tiene una motivación hacia la meta que es Jesucristo. La vocación es una iniciativa y decisión del Buen Pastor, pero ésta acontece dentro de nuestra vida consciente y requiere para su cumplimiento del consentimiento de cada uno. Pero esa aprobación humana no se da sin la acción de la gracia divina. Por tanto, la vocación viene directamente de Dios.


    Mi gran experiencia debe ser la evangelización. Dar a conocer a Cristo. Estamos en cambio de época y por tal razón el testimonio es fundamental. Otro reto muy importante es conversar sin complejos con nuestro mundo de hoy. Nosotros llevamos no ya algo bueno, sino lo mejor; y hay que dialogar de tú a tú con alegría, salir al encuentro de la gente. Por último, vivir nuestra identidad como Iglesia Católica, no una asociación, grupo, ni un partido político, ni un sindicato, etc. Cada cristiano en su vocación tiene que ser fiel a lo que es.

     

    La familia: ¿Dónde nos debemos centrar para promoverlas? ¿Qué significa en concreto abogar por una “familia cristiana” en este tiempo?

    Siempre existirá problema en la familia de este tiempo, en varias dimensiones, por ejemplo, en el plano social, económico, las dificultades de la vida diaria, cotidiana que tiene toda familia. Nuestra misión como Iglesia es mostrar cercanía y ofrecer esperanza. La familia es clave en la misión de la Iglesia. Jesús nació en una familia, apostó fuertemente a la familia, toda la Biblia habla de la familia y debemos aprovechar este tiempo de la pandemia, porque nuestras familias están viviendo momentos difíciles. Universalmente la familia como muchas otras instituciones está atravesando por momentos de crisis; sin embargo, sabemos que los momentos de crisis son momentos también de crecimiento y de un despertar a nuevas realidades.

     

    En toda época se podrán encontrar signos negativos en la familia, que provoquen pesimismo; pero, también signos positivos, que provocan esperanza. Así en la realidad actual de nuestra familia, ni todo es negativo, ni todo es positivo. Hay mucho negativo en nuestras familias, por purificar o superar; también hay mucho positivo por potenciar, con esperanza y anhelo. Cristo sigue presente en la familia y la conduce por el camino del bien.

     

    ¿Cómo percibe las nuevas generaciones en lo referente a ser familia, a formar familia? ¿Cómo influye la delincuencia en la familia? ¿Es válido reivindicar el modo de ser familia en el pasado?

    La ausencia de modelos paternos y maternos claros, sustituidos por modelos distorsionados, difundidos principalmente por los medios de comunicación social. El individualismo que impide a muchos donarse plenamente en una relación de pareja. El afán de conseguir riquezas y consumir hace que se posponga la decisión radical del sí a otra persona. El sistema laboral y económico ha secuestrado la capacidad de relacionarse de manera prolongada y comprometida, reduciendo todo a experiencias emocionales y afectivas frugales y efímeras. La fragilidad del vínculo conyugal, por una banalización del sacramento del matrimonio. La pérdida del sentido de “comunidad de amor” por razones de tipo económico o laboral. Esto trae como consecuencia que la familia pierda del horizonte de su vida el carácter comunitario que la caracteriza. Falta también una reivindicación de la experiencia religiosa y de fe como base de la vida familiar.

     

    La delincuencia es un mal social que no se puede focalizar en la familia, a la que normalmente se estigmatiza y revictimiza, porque las estructuras criminales son algo exponencialmente más grave y grande que esa que asocia a la juventud y a la pobreza.  Obviamente, una cultura delictiva, donde la transgresión se vuelve un deporte es un componente dañino que afecta los procesos educativos y de socialización de las nuevas generaciones.

     

    Mirar al pasado no es garantía de nada, muchas veces es una evasión y una excusa para no atreverse a vivir el presente de cara al futuro con sus exigencias.  El evangelio de la vida y de la familia es una buena noticia que reclama, pide y exige modos nuevos de afrontar la novedad de Dios en el tiempo.  “A vino nuevo, odres nuevos” (Mt 9,17b).  Hoy por hoy hay muchas realidades de familias que no concuerdan con el ideal de familia que queremos en cristiano, pero aún en esas experiencias rotas hay grandes historias de verdadero amor y compasión.  Por ejemplo, los niños que han perdido sus padres biológicos y encuentran en un familiar o familia de adopción tanto cariño, ternura y educación.

     

    ¿Qué le diría un obispo situado en nuestro tiempo a los jóvenes? ¿Cómo ve la situación actual de nuestra sociedad, en cuanto a la juventud y la ola delincuencial que nos ocupa?

    La juventud tiene muchas oportunidades tanto para lo malo como para lo bueno, nunca como ahora delinquir se había hecho tan fácil y hasta cierto punto “celebrado” y casi que, permitido, pero al mismo tiempo no ha existido un tiempo de mayores vías para salir adelante en tantas cosas de la vida del mundo de hoy, donde cualquier ocurrencia o inventiva simple se puede volver un buen negocio, hasta tener un poco de gracia en el hablar les genera ingresos a las personas.  El desarrollo ya no se limita a producir riquezas, o a los conocimientos formales de algunas ramas del saber científico, hay otros saberes y sensibilidades que pueden enrumbar hacia el éxito y la realización personal a nuestros jóvenes.

     

    La delincuencia es un problema más estructural, las manifestaciones de violencia en las calles son un síntoma de ello y de otro mal silente, pero presente, el descuido de la salud mental de la gente.

     

    ¿Cómo enfocaría usted este flagelo? ¿Cómo podemos prevenir la delincuencia? ¿Qué medidas se pueden tomar para controlar el incremento de la delincuencia? ¿Cuál sería su consejo al gobierno y autoridades incumbentes para enfrentar y controlar la delincuencia?

    La delincuencia se resuelve con justicia.  Y un gran acto de justicia es justamente desmontar la concepción errada y generalizada de que se trata de jóvenes, pobreza y vicios.  Tan delincuente es el que se roba un electrodoméstico como el que estafa en la venta de un producto, o quienes en un contrato no cumplen, el que viola los derechos del consumidor, el que paga salarios de miseria y no respeta las leyes de trabajo, los depredadores de la naturaleza, etc.

     

    Esa conciencia es ya un remedio importante porque visibiliza a los delincuentes de alto perfil y señala que el mal es mal porque sí.


    Educación, seguridad integral, vigilancia y control es lo que deben ofrecer las autoridades.

     

    ¿Podría usted como obispo ofrecer ideas para que los jóvenes no incurran en delinquir como primer recurso para lograr sus metas? ¿Cómo se organiza la pastoral juvenil para garantizar la relación de los programas de la Iglesia para educación y apoyo a los jóvenes? 

    Quisiera reiterar que asociar juventud y delincuencia no es correcto, los jóvenes que delinquen son una minoría.  Tenemos nuestros politécnicos, universidades y parques deportivos llenos de jóvenes; muy por el contrario, son los jóvenes los que padecen el peso delictivo de tantos sectores que minan su desarrollo personal y mal pagan su fuerza laboral o capacidad técnica.

     

    Los grandes aliados para los jóvenes triunfar en la vida y evitar los malos caminos del delito son:

     

    El amor y la seguridad emocional que pueden recibir de su familia. Buscar en la vida los valores trascendentales como la fe, la libertad, la verdad y la justicia. Participar de actividades de asistencia o voluntariados. La práctica de los deportes. El cultivo del arte en todas sus expresiones. El estudio y capacitación técnica como vía de desarrollo humano. El amor y cuidado de los animales y las plantas. El amor al trabajo y la inventiva.

     

    ¿Cuáles son sus deseos para este 2021? ¿Qué considera no debe faltar en el quehacer pastoral de la Iglesia Católica en cuanto a la familia, la juventud y la delincuencia? ¿Tenemos razones para la esperanza? ¿Anticipa respuestas para esta situación que vivimos?

    Que sea un tiempo de verdadera paz y salud para todos, que la bonanza material de la macroeconomía se reparta más y mejor, y que a todos les llegue en justicia lo que por derecho les toca.

     

    Lo que no debe faltar es el anuncio del evangelio a todas las personas: “Ay de mi si no evangelizo” (1Cor 9,16b), esa es la gran tarea nuestra, disponer de todos medios posibles para que la verdad del Evangelio de Jesucristo sea anunciada y conocida, y así mover muchos a la fe para que den señales en este mundo de la instauración en tierra del Reinado de Dios y su justicia.

     

    Hay muchísima esperanza: Muchedumbres de muchachos y muchachas cada mañana se levantan para ir a estudiar y a trabajar. Quienes deciden migrar siguen conectados y comprometidos con sus seres queridos, eso habla del lazo familiar fuerte, más que de remesas. Hay una gran economía en El Caribe insular y es la pujante República Dominicana. Muchos actores religiosos, sociales y de la sociedad civil comprometidos con los grandes temas del país. Este es un país solidario y empático. La alegría de nuestro pueblo y su profunda devoción mariana son una carta de triunfo anticipado de la esperanza. Hay una gran sensibilidad ambiental.

     

    La respuesta está en el pueblo y esa respuesta es nuestro compromiso con asumir nuestros espacios, no le podemos dejar las calles al tigueraje, pero tampoco le podemos dejar el país a los tutumpotes que juegan con el erario del país. La gran respuesta es el empoderamiento de los dominicanos y dominicanas que cada vez ven más clara y necesaria su participación política en clave de nuevo ejercicio de ciudadanía y soberanía.

     


    ¿Qué mensaje nos puede ofrecer para los lectores de la revista, que ya han tenido la oportunidad de conocer sus reflexiones a través de ella?

    Dios les bendice grandemente y la Virgen de Altagracia les protege con amor maternal.  Aprovechen este medio tan valioso para ponerse al día del acontecer de la vida de nuestra Iglesia y para profundizar más en nuestra fe teniendo claros los desafíos a los que nos enfrentamos.  Estoy seguro de que esta Revista le da a cada lector un punto clave para crecer en su fe, amar a su Iglesia y comprometerse con la tarea de transformar la sociedad.

     

    Dios les bendiga a toda esa familia grande de los lectores de Amigo del Hogar.

     

    ADH 861



     

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