Fe y Vida | Valmore Muñoz Arteaga/VN
Esperar en el silencio
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estas lÃneas afirmando que se tratará de un escrito absolutamente irresponsable
y orientado por la emoción. No significa esto que deje de ser racional, pero
intuyo que no será la racionalidad quien lo vaya orientado, sino el corazón o,
para intentar ser más preciso, si es que puedo serlo, como afirmara
Nietzsche: estará escrito con todo el cuerpo, clave fundamental para el sentir
de la existencia.
Escribir
sobre el silencio es tan fácil como difÃcil. En torno a la palabra
silencio todo cabe, pues en torno a ella se ha hecho poco silencio. Ya resulta
una especie de contrasentido hablar sobre el silencio. Quizás por ello, Raimon
Panikkar se referÃa a una especie de silencio mundano. Ese silencio
cargado de palabras. Ese silencio que no calla.
Antonio
Rosmini, como tantos hombres y mujeres de profunda vida espiritual, conoció el
silencio. Se sumergió en él para hallar allà una perfecta tranquilidad
conservando una absoluta alegrÃa, descansando completamente en el Señor
(Tercera Máxima). Es muy probable que este pasaje lo bebiera Rosmini de un versÃculo
de las Lamentaciones de JeremÃas según el cual “es bueno esperar en
silencio la salvación del Señor” (3, 26). Por lo menos a mà estas palabras
me recuerdan a MarÃa a los pies de la Cruz, ante semejante sufrimiento, su
respuesta fue esperar en el silencio.
Qué
esperar en el silencio
Según
JeremÃas, en el silencio espero la salvación del Señor. ¿Cómo ocurre esto? No
lo sé. Quizás esto forme parte del campo de la intuición. El silencio no es
únicamente el horizonte sonoro que la palabra necesita para resonar, para
constituirse en su consistencia de ser; es también, sostendrá Vattimo, el
abismo sin fondo en el que la palabra pronunciada se pierde. Silencio, lugar
sin lÃmites de lo Otro, la intimidad más cercana, fondo de los fondos, dirá el
poeta venezolano Armando Rojas Guardia, donde todo se desdibuja y desfallece.
Como ven, resulta extraño y contradictorio decir sobre el silencio. Entonces,
qué podemos esperar, a qué puede referirse exactamente esta salvación de
la que escribe JeremÃas.
No
lo sé, pero lo que sà creo es que no es ni podrá ser un «exactamente». En
la mÃstica, el silencio es un lugar donde reina la quietud y la paz. Una
necesidad para que Dios pueda «hablar» y cuya presencia es casi obligatoria en
todas las religiones. La espiritualidad desbordada en los Vedas se centra en
dos grandes temas: la alabanza y el sacrificio. Cantan a partir de una
irrupción del silencio cósmico y desgarran la palabra no hablada para cantar
las alabanzas de la Vida, de la Creación y del Creador. El silencio devocional
imbuido de música espiritual orienta al descubrimiento de la toma de conciencia
del vacÃo a través del convencimiento de un Dios-más-allá-de-Dios que lo ha
creado todo, incluso, a sà mismo.
Indagando
en las Máximas
Cuando
leemos las ‘Máximas de Perfección Cristiana’ de Antonio Rosmini hallamos
un camino para acceder a ese Dios-más-allá-de-Dios al cual hemos aludido. Sin
entrar en detalles, cada enunciado nos brinda ciertas nociones sobre cómo puede
manifestarse el silencio en nosotros. Desear única e infinitamente agradar a
Dios, esto es, según Rosmini, ser justo. A esto accedemos dirigiendo todos
nuestros pensamientos y acciones al incremento y a la gloria de la Iglesia de
Jesucristo. Comprender que todo ocurre por divina disposición y por ello
hay que permanecer en perfecta tranquilidad.
Aprender
a abandonarse a la divina providencia reconociendo Ãntimamente nuestra propia
nada para que asà podamos poner en todas nuestras ocupaciones cotidianas
espÃritu de inteligencia. Sin duda, estos enunciados se van revelando en
silencio. Se accede a ellos en silencio. Se comprenden en silencio y en
silencio se manifiestan. ¿Cuál es el resultado de una vida planteada en
estas dimensiones? Creo que la vida de nuestros santos y beatos es una
respuesta contundente al respecto, allà quizás se encuentre la salvación del
Señor de la cual escribe JeremÃas. Paz y Bien.
Publicado
por Vida Nueva
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