Papa Francisco | Vatican News
Fiesta
de todos los Santos. El Papa en el Ángelus: “No hay santidad sin alegría”
No
hay santidad “sin alegría”, pero tampoco “sin profecía”. Son “dos aspectos del
estilo de la vida de los santos”, que muestran el “camino que lleva al Reino de
Dios y a la felicidad”. La alegría, porque de otro modo la fe se convierte “en
un ejercicio riguroso y opresivo, y corre el riesgo de enfermarse de tristeza”.
Mientras que el mensaje “contracorriente de Jesús”, nos dice que la “verdadera
plenitud de la vida se alcanza siguiéndole”: vaciándose de uno mismo para
"dejar espacio a Dios".
La
alegría del cristiano “no es la emoción de un momento o simple optimismo
humano”, sino “la certeza de poder afrontar cada situación bajo la mirada
amorosa de Dios, con la valentía y la fuerza que proceden de Él”: lo aseguró el
Papa Francisco antes de rezar el Ángelus en el día en que la Iglesia celebra a
Todos los Santos.
Ser
santos es recorrer el camino de las Bienaventuranzas
El
Santo Padre se centró en dos aspectos del estilo de vida de los santos: la
alegría y la profecía. Antes de ello, el puntapié inicial de la reflexión del
Pontífice fue hacer presente el “mensaje programático de Jesús” que resuena en
la Liturgia de hoy, a saber, “las Bienaventuranzas”, que nos muestran “el
camino que lleva al Reino de Dios y a la felicidad:
“El
camino de la humildad, de la compasión, de la mansedumbre, de la justicia y de
la paz. Ser santos es recorrer este camino”.
“Somos
santos porque Dios viene a habitar nuestra vida”
Hablando
en primer lugar de la alegría, el Santo Padre señaló que Jesús comienza con la
palabra «Bienaventurados» (Mt 5, 3). Se trata del “anuncio principal, el de una
felicidad inaudita”, pues “la santidad no es un programa de vida hecho solo de
esfuerzos y renuncias, sino que es ante todo el gozoso descubrimiento de ser
hijos amados por Dios”. Es la vivencia
de los santos que, “incluso en medio de muchas tribulaciones, vivieron esa
alegría y la testimoniaron”:
No
es una conquista humana, es un don que recibimos: somos santos porque Dios, que
es el Santo, viene a habitar nuestra vida. ¡Por eso somos bienaventurados! La
alegría del cristiano, por tanto, no es la emoción de un momento o simple
optimismo humano, sino la certeza de poder afrontar cada situación bajo la
mirada amorosa de Dios, con la valentía y la fuerza que proceden de Él.
"¡No
hay santidad sin alegría!"
Sucede
que, tal como explicó en Santo Padre, “sin alegría, la fe se convierte en un
ejercicio riguroso y opresivo, y corre el riesgo de enfermarse de tristeza”.
“Un padre del desierto – recordó – decía que la tristeza es ‘un gusano del
corazón’, que corroe la vida”.
Interroguémonos
sobre esto: ¿somos cristianos alegres? ¿Transmitimos alegría o somos personas
aburridas y tristes con cara de funeral? Recordemos: ¡no hay santidad sin
alegría!
Un
mensaje "a contracorriente"
Pasando
al aspecto de la profecía, el Sumo Pontífice reiteró que “las Bienaventuranzas
están dirigidas a los pobres, a los afligidos, a los hambrientos de justicia”.
“Es un mensaje a contracorriente”, afirmó.
El
mundo, de hecho, dice que para ser feliz tienes que ser rico, poderoso, siempre
joven y fuerte, tener fama y éxito. Jesús abate estos criterios y hace un
anuncio profético: la verdadera plenitud de vida se alcanza siguiéndole,
practicando su Palabra. Y esto significa ser pobres por dentro, vaciarse de uno
mismo para dejar espacio a Dios.
La
profecía de una humanidad nueva
Lo
apenas dicho porque, “quien se cree rico, exitoso y seguro, lo basa todo en sí
mismo y se cierra a Dios y a sus hermanos”; mientras que “quien es consciente
de ser pobre y de no bastarse a sí mismo permanece abierto a Dios y al
prójimo”; y así, este último, “encuentra la alegría”:
Las
Bienaventuranzas, pues, son la profecía de una humanidad nueva, de un modo
nuevo de vivir: hacerse pequeño y encomendarse a Dios, en lugar de destacar
sobre los demás; ser manso, en vez de tratar de imponerse; practicar la
misericordia, antes que pensar solo en sí mismo; trabajar por la justicia y por
la paz, en vez de alimentar, incluso con la connivencia, injusticias y
desigualdades.
María
nos dé el “ánimo bienaventurado” que ha magnificado al Señor
De
este modo la “santidad”, es “acoger y poner en práctica, con la ayuda de Dios,
esta profecía que revoluciona el mundo”, subrayó Francisco, que inmediatamente
invitó a hacernos una serie de preguntas:
¿Doy
testimonio de la profecía de Jesús? ¿Manifiesto el espíritu profético que
recibí en el Bautismo? ¿O me adapto a las comodidades de la vida y a mi pereza,
pensando que todo va bien si me va bien a mí? ¿Llevo al mundo la alegre novedad
de la profecía de Jesús o las habituales quejas por lo que no va bien?
Que
la Santísima Virgen – concluyó el Papa antes del rezo mariano – nos dé algo de
su ánimo, de ese ánimo bienaventurado que ha magnificado con alegría al Señor,
que “derriba a los potentados de sus tornos y exalta a los humildes” (cf. Lc
1,52).
Publicado
por Vatican News
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